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El concepto de la naturaleza humana


Enviado por   •  27 de Mayo de 2014  •  Trabajo  •  2.874 Palabras (12 Páginas)  •  254 Visitas

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El hombre posee una naturaleza; una realidad esencial o fundamental que es común a todos los individuos de la especie. Una realidad que hace que sean personas humanas y no otra cosa. Y ello, independiente de todas las diferencias accidentales que existen entre los distintos individuos.

¿Cuál es esta naturaleza?

La naturaleza del hombre, es, en primer lugar, la de una unidad compleja. Una unidad substancial, no simple, compuesta por dos co-principios. Uno material, físico, corpóreo, que es el cuerpo. Y otro anímico, que es el alma racional o espiritual y cuya realidad es inmaterial, no física, no corpórea.

La persona es una unidad compleja. Precisamente es esa unidad existente entre, cuerpo y alma: un espíritu encarnado. Nada más ajeno a una recta concepción del hombre que pensar en él sólo como un ser espiritual o únicamente como un ser corpóreo-material. Gran parte de los errores filosófico-históricos acerca de la concepción del hombre han tenido su origen en el intento de explicar la naturaleza humana de modo simple o uniprincipial; es decir, como una realidad formada exclusivamente por materia o por espíritu.

No obstante, existe un orden, una jerarquía entre estos dos co-principios constitutivos de la persona humana. Uno de ellos es más importante que el otro. Se trata del co-principio anímico espiritual. Es el que da vida y unidad a la persona y el que otorga realidad y sentido a toda la existencia humana. Precisamente, la etimología nos enseña que la palabra alma proviene del vocablo latino ánima, que significa literalmente “lo que da vida”.

De lo anterior, se sigue una consecuencia de extraordinaria relevancia para el hombre. Siendo un coprincipio más importante que el otro, las realidades que completan al co-principio de mayor importancia resultan también más relevantes para el ser humano. Dicho más directamente, las realidades perfeccionadoras del espíritu son más importantes para el hombre que las realidades perfeccionadoras de su cuerpo. Puesto que a esas realidades que completan, desarrollan o perfeccionan al hombre las denominamos bienes, podemos afirmar, como tantas veces hemos escuchado, que los bienes del espíritu son más importantes para el hombre que los bienes que guardan relación con su materialidad o corporeidad.

Lo anterior, no excluye que haya bienes no tan importantes, pero sí más urgentes para el hombre. Es lo que acontece con los relativos al componente físico de nuestro ser. Especialmente, aquellos que guardan relación con nuestra supervivencia: agua, alimentos, protección contra las inclemencias del clima y los peligros de la naturaleza, como son, por ejemplo, el vestuario y la vivienda. Pero, si bien es cierto que son urgentes, claramente no son los de mayor valor para el hombre. Constituyen la base material, la condición de posibilidad para la subsistencia de la vida y un proceso permanente de perfeccionamiento de la persona. Pero, en la mera supervivencia no se agota la plenitud humana. Más bien ocurre al revés: allí comienza. Una vez cubiertas las necesidades más imperiosas, el hombre puede abocarse a satisfacer la consecución de bienes que lo completan o perfeccionan en aquello que podemos considerar los aspectos espirituales (educación, cultura, arte, moral, política, amistad, amor, religión, etc.), Que lo distinguen como ser humano del resto de los. Animales, no espirituales o irracionales.

Como ya se ha mencionado, la naturaleza del hombre es, en segundo lugar, la de un animal racional, un ser que comparte con el resto de los animales el poseer vida instintiva y sensitiva. Pero, que se distingue por estar dotado de un alma racional o espiritual. Es decir, por tener razón. Y, como hemos visto, ello convierte al hombre en un ser muy distinto a los animales no racionales. De hecho, lo propio suyo es dominar y encauzar sus pasiones y sensaciones por medio de las facultades de la razón.

UN SER LIBRE, UN SER MORAL

Que el hombre tenga un alma espiritual, o sea Racional, significa que posee inteligencia y voluntad. Estas dos facultades son, a su vez, las que fundamentan su libertad. Precisamente, la Inteligencia permite conocer, entender y deliberar acerca de la conveniencia de una decisión de y la acción consiguiente. La voluntad por su parte, es la facultad imperativa, del querer, que decide y mueve al hombre hacia el fin o el bien querido (el cual ha sido descubierto, como tal bien, gracias a la luz de la inteligencia).

Todo ser viviente tiende, naturalmente, hacia su fin, que consiste en la perfección y el modo propio de hacerlo es a través de la acción libre.

Ello, como antes señalamos, supone que el hombre puede conocer, mediante la inteligencia, el fin que lo perfecciona, es decir, su bien. Y ese bien puede ser querido por la voluntad, la cual lo moverá a conseguirlo espiritual y físicamente. La acción humana se caracteriza por la misma condición ontológica del hombre, por su propia naturaleza. Es lo que desde antaño ha sostenido la filosofía occidental: el obrar sigue al ser.

De aquí se desprende que toda acción del hombre puede estar de acuerdo o en desacuerdo a su perfección y a la completación de su naturaleza. Así, la acción humana, de acuerdo a su naturaleza, será buena si perfecciona al hombre. Si no lo hace, o la corrompe, será mala.

En suma, el hombre se dirige libremente a su bien. Y por ello, es el único ser que puede elegir ir contra su naturaleza, optando por fines que no lo perfeccionan. Luego, la índole moral o ética del hombre es consubstancial a su ser libre. O, dicho de otra forma, es un ser esencialmente moral porque tiene libertad.

Será buena, entonces, la acción humana libre que actualiza las potencialidades naturales de la persona. Y, será mala la que degrada o no desarrolla sus potencialidades naturales y que la hace peor persona. La acción humana libre, la conducta moral, es autoreferencial: siempre revierte en sus consecuencias sobre quien la realiza, tranformándolo para bien o para mal; haciéndolo virtuoso o vicioso.

UN SER SOCIAL.

Conjuntamente con lo anterior, las acciones humanas libres-buenas o malas-afectan a terceras personas, puesto que el hombre es, por naturaleza, un ser social, que se relaciona e interactúa con otros hombres. Resulta evidente que incluso la misma vida humana requiere de una sociedad mínima: la sociedad de un hombre y una mujer. Pero, no sólo eso, la supervivencia y el crecimiento y desarrollo de la persona pasan enteramente por la cooperación de otros. Pensemos, por ejemplo, en lo que significa el proceso educativo -qué nunca termina- de una persona. Es fruto de un permanente apoyo o colaboración por parte de terceros. Y

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