El fin del monopolio de las escuelas Normales

El fin del monopolio de las escuelas Normales

Carlos Alfredo Gómez Hernández

        En México, el ejercicio de educar a los niños y jóvenes por medio de la educación pública era responsabilidad de los egresados de escuelas Normales desde 1887. Las Normales habían gozado del ejercicio exclusivo de la educación durante 128 años, pues eran las únicas instituciones que podían aportar profesores para la enseñanza básica. Esto ocurría porque, desde la época de Vasconcelos, eran los únicos organismos que obtenían los incentivos suficientes, de parte de la SEP, para formar maestros. Sin embargo, en el 2016, Aurelio Nuño Mayer (actual titular de la SEP) anunció que la educación inicial de los maestros ya no será únicamente responsabilidad de las normales, sino también de las universidades, y que todo aquel que tenga un título de licenciatura podrá presentar el examen de docente.^[1] Este dictamen es de suma importancia porque abre las posibilidades de ejercer la docencia a un mayor número de personas que están perfectamente incentivadas a concursar para obtener las plazas, dado que el salario de un docente es medianamente alto, además, cuentan con sindicato y varios seguros. Sin duda, la declaración de Nuño Mayer es polémica pues algunas personas defienden el monopolio de los Normalistas y otras personas protestan por reducir las restricciones para concursar por los cargos. De esta manera, surge la siguiente pregunta: ¿Las plazas de docente en la educación pública deben ser ocupadas únicamente por egresados de las escuelas normales? Los no normalistas deben tener la oportunidad de concursar por plazas de docente en escuelas públicas ya que contribuye a la libre competencia y a la formación de un mercado perfecto de docentes que mejorarán a la rezagada educación en México.

La disminución en las restricciones del gobierno para concursar por una plaza de docente ayuda a la promulgación de la libre competencia que, a largo plazo, impulsará a la educación mexicana que, actualmente, no ofrece experiencias de aprendizaje efectivas a los alumnos. En primer lugar, dicha política pública aumenta la oferta de los docentes quienes elevan el nivel de competencia y la calidad del servicio. Los atributos que debe poseer un “buen maestro” son realmente difíciles de ver ex ante, por lo que es necesario extender el número de ofertas. De esta manera, las restricciones que reprimían a algunos ofertantes ya no existirán y podrán entrar a la competencia. Algunos nuevos ofertantes mostrarán tener los atributos necesarios para ser un “buen maestro” y serán electos, asegurando una buena formación educativa a los niños y jóvenes quienes son el futuro de México.

En segundo lugar, existen indicios de que los egresados de las escuelas normales del país no han resultado ser docentes de muy alta calidad o no de la calidad requerida para dar el salto que el sistema educativo nacional necesita dar.^[2] A lo que la orden del secretario de Educación Pública responde con competencia. La competencia que generará la orden impulsará la calidad de la docencia pues las plazas de docentes se convertirán en un mercado competitivo. En este mercado, la competencia que se creará, con la introducción de nuevos competidores, elevará la calidad requerida para obtener una plaza y únicamente los mejores se quedarán con ellas, creando beneficios en pro de una mejor educación. Si bien, muchas personas saldrán del mercado por su poca formación o por su poca efectividad, pero muchas personas entrarán al mercado de docentes porque cumplirán con las condiciones y, posiblemente, presentarán mejores características que los antiguos ofertantes.

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