“El individuo y la libertad”, de Georg Simmel.
Enviado por mariamarti • 26 de Diciembre de 2014 • Tesis • 2.273 Palabras (10 Páginas) • 512 Visitas
“El individuo y la libertad”, de Georg Simmel. (Capítulos seleccionados)
Simmel fue contemporánea con Max Weber en Alemania, así como del francés Emilie Durkheim. Todos, grandes íconos de la sociología. Vivió entre los años 1858 y 1918, en una ciudad de Berlín en la que se producían importantes transformaciones: crecimiento, desarrollo, prosperidad; pero también las problemáticas asociadas a esos fenómenos, así como en una Alemania que se dirigía a la Primera Guerra Mundial.
Este filósofo y sociólogo alemán, considerado un gran ensayista, plasmó en sus textos no sólo la riqueza de sus pensamientos sino más bien las vivencias que le correspondieron a su época. Sus análisis en los ámbitos de la “individualización” y “socialización”, señalan los expertos como lo fundamental de su obra, que fue recogida no sólo por teóricos contemporáneos a él, también se proyectó influyendo en las siguientes generaciones, heredando hasta hoy mucho de su teoría.
El pensamiento de Simmel además se considera como origen de la teoría social moderna, sobre todo por la forma en que grafica la tensión entre individuo y sociedad. Asimismo, intenta redefinir los elementos que dan cuenta de la vida social, a través de los conceptos de sociedad, individuo y de ambos en interacción.
Principales ideas
De acuerdo a lo indagado, se consideran tres aspectos fundamentales de la mirada simmeliana: la coextensión de la sociedad a las acciones recíprocas entre individuos; la irreductibilidad de lo social a una forma; y la desreificación de las redes sociales. Esto se refiere a que primero, la sociedad no existe previa a las interacciones entre individuos, sino que donde los individuos entran en interacción, se extiende sobre ellos y con ellos; en segundo lugar, la trama social se teje en el carácter unitario de las formas y sus contenidos, en la presencia conjunta de elementos sociales e individuales que en la realidad se tornan muy difíciles de separar, por lo que el acontecer social empieza y termina en la unidad establecida entre forma y contenido, siendo imposible reducirlo a algo menos de lo que es; y en tercer término, desreificar como desabstraer o descosificar esas ínfimas interacciones que forman parte de las relaciones sociales, como objetos sociales, y que están en un continuo.
Otro aspecto destacable es que Simmel instala la “socialización” en términos de discusión teórica, como la vida social a través de la unidad establecida entre las formas sociales de acciones recíproca o también, como la forma en la que los individuos sobre la base de diversos intereses constituyen una unidad dentro de la cual estos se realizan. En ese sentido, Simmel propone que se debería hablar más de socialización que de sociedad para referirse a la dinámica que cubre el campo social. Por ello se debe volver la mirada a las interacciones de los individuos, que dan cuenta justamente de lo social.
Textos escogidos
“Las grandes urbes y la vida del espíritu” es una exposición de los fundamentos sociológicos de la modernidad y de las dificultades lógicas que se presentan del viaje de la sociología a la metafísica de la vida. Cuando señala al iniciar el texto: “Los más profundos problemas de la vida moderna manan de la pretensión del individuo de conservar la autonomía y peculiaridad de su existencia frente a la prepotencia de la sociedad, de lo históricamente heredado, de la cultura externa y de la técnica de la vida”, Simmel está hablando del problema mismo de la modernidad. Como dice, la resistencia del individuo a ser nivelado y consumido en un mecanismos técnico-social.
La gran urbe acreciente la “vida nerviosa”, que es el rápido e ininterrumpido intercambio de impresiones internas y externas, condiciones psicológicas que llevan al individuo a entrar en conflicto frente a la pequeña ciudad o al campo.
De ese modo, Simmel va recorriendo distintos aspectos de la vida del individuo en esa gran ciudad, destacando el papel que cumple el dinero -, el tiempo, el entendimiento, etc. de lo que se desprende el carácter intelectual de la vida anímica urbana, el espíritu calculador propio a éste y la indolencia hacia el mundo que desarrolla, características que bien podrían ser las del hombre moderno.
Su análisis retrata aspectos trascendentales de la vida y conducta social del individuo en esta gran ciudad, aspecto que se pueden observar incluso en nuestro tiempo y en nuestra sociedad. Por ejemplo, la actitud de reserva, desconfianza hacia el otro, donde ni siquiera sabemos quién vive a nuestro lado.
Simmel además pone énfasis en que se hace claramente reconocible en el marco de la vida en ciudad el desarrollo del individualismo. Y de la mano con ello, adjudica a ese individuo una libertad mayor que aquel que vive en el campo, respecto de prejuicios y otras pequeñeces. Señala que la esencia más significativa de la gran ciudad es su tamaño funcional más allá de las fronteras físicas, así como representan la más elevada división del trabajo, refiriéndose al carácter altamente especializado que ha debido tomar en su trabajo.
En esta gran ciudad el foco ya no es buscar alimentos para subsistir, sino una lucha por los hombres porque éste se convirtió en sí mismo en una ganancia.
Por todo lo anterior es que se llega a la individualización espiritual “en sentido estricto de atributos anímicos”, donde la ciudad ha dado ocasión por su tamaño.
Así, la gran ciudad ha llevado hacia un existencia personal individual, porque pese a que lo vida se hace más fácil en muchos aspectos; por otra surgen más contenidos y ofrecimientos impersonales.
Finalmente en el segundo texto, “El individuo y la libertad”, Simmel hace un recorrido histórico de los diversos procesos que llevaron al hombre a configurarse en el concepto de individualidad, individualismo e individuo. Todo ligado y accionado en diferentes épocas: principalmente del Renacimiento y la Ilustración.
Entre otros tópicos, se aboca a analizar el concepto de individualismo en el S.XVIII, asociado a una búsqueda por distinguirse del otro como principal motivación; destacando que al mismo tiempo recibe otra acepción, donde en vez de distinción se busca la libertad, exigencia según Simmel con la que el individuo encubría sus múltiples opresiones y autoafirmaciones frente a la sociedad. Un individualismo cuya concreción se fundamenta en la “igualdad natural” de los individuos, para así llegar a un hombre perfecto, en esencia o tal como es, y por esa perfección no puede mostrar diferencias. De ahí que el “hombre en general” está en el centro de interés de esta época.
Este concepto de individualidad desemboca, como afirma Simmel, en el “laissez faire”, ya que no se
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