El miedo a la vida en Нonduras
Enviado por luisgcia14 • 9 de Mayo de 2015 • Informe • 532 Palabras (3 Páginas) • 222 Visitas
Sagrario nos espera en la oscuridad del salón de su casa, en un barrio del mercado de Tegucigalpa, capital de Honduras. Reza por nuestras vidas y pide a dios que nuestra reunión sea fructífera mientras esconde debajo de un cojín sus piernas entumecidas por la poliomielitis. Su hermana, que estará presente durante toda la entrevista, es la encargada de la seguridad del encuentro: ha venido a recogernos a la entrada del barrio para llevarnos hasta la casa de la familia, cierra las ventanas, pone el candado a los portones detrás de nosotros, manda jugar lejos a los niños que corren por la casa y de vez en cuando murmura un "Amén" por cada plegaria que Sagrario lanza al cielo entre sus respuestas.
— ¿Cómo es vivir en un barrio controlado por las pandillas?
— Ya no salimos ni al portón de la casa, después de las nueve de la noche ya es muy peligroso. No podemos mandar a nuestros hijos solos a la iglesia por miedo a que les suceda algo, o que las pandillas los recluten—, responde Sagrario.
— ¿Nilson sabía que lo iban a matar si no pagaba la renta?
— Si. Él tenía planes de irse del país. Quería llevarme con él a los Estados Unidos.
Sagrario conoció a Nilson Medina, el que poco tiempo después sería su esposo, a través de un amigo de la iglesia a la que asistían. Entonces, Medina se dedicaba a practicar la instalación de sistemas de audio para autos, lo que luego sería su profesión.
— ¿Cómo era él?
— Era muy alegre, muy servicial. Un excelente padre y gran aficionado al futbol. Le gustaba mucho comer. Los domingos, por ser el día de supermercado, compraba comida y nos sentábamos a ver los partidos de su equipo favorito: el Olimpia, de aquí de Tegus—, cuenta Sagrario.
— ¿Es difícil montar su propio negocio en Honduras?
— Es difícil. Sacar préstamos es complicado y nadie puede servir de aval actualmente— responde Sagrario.
— ¿Cuánto tiempo les tomó montar el taller de instalaciones electrónicas?
— Ahorramos durante dos años. Acumulamos 500 dólares, los invertimos y luego fuimos poco a poco. Después del primer pago de alquiler nos tocó comprar herramientas para el negocio, y hasta logramos comprar una motocicleta para hacer recados— cuenta.
— ¿Qué pasó con el taller?
— El barrio 18 nos extorsionaba. Le pedían la renta a Nilson. Primero le pidieron la moto y Nilson se las entregó. Después le quitaban 50 dólares semanales y allí fue cuando el negocio empezó a decaer. Perdíamos 50 dólares que nos servían para comprar zapatos o comida a nuestros hijos.
Luego les pidieron 2,500 dólares, sin más justificación que la del miedo que sentía Nilson y su familia. Nilson y Sagrario no tenían esa cantidad.
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