El nombre de la rosa
Danilo_94Informe13 de Mayo de 2015
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13- El nombre de la rosa
En un monasterio medieval se suceden muertes misteriosas.
Mucho suspenso, oscuridad y superstición que un
franciscano y su ayudante tratarán de despejar. La película
es una adaptación de la novela de Umberto Eco, donde
sobresale el cuidado en la fotografía y la puesta en escena.
Muchas veces sucede que las películas siembran preguntas, nos muestran
cosas que ya sabemos o nos inquietan con temas desconocidos. Elegimos
el cine para entrar al pasado porque esa mezcla de imágenes y sonidos
fascina, estimula la fantasía y el pensamiento, porque este viaje audiovisual
nos permite volver a los libros con otra perspectiva, enriquecidos. De esto
se trata la propuesta, de una ida y vuelta: de la pantalla a la página, del pasado
al presente, de la emoción a la reflexión.
Cada vez que leas el título “La historia pasa por el cine” estarás invitado a respirar
una atmósfera de imágenes y sonidos, a tomar contacto con el mundo
de las películas. Pero, además de disfrutar del espectáculo, de la historia que
se proyecta en la pantalla, podrás ir más allá.
En estas páginas también encontrarás fichas con información para conocer,
por ejemplo, de qué están hechas las películas, para comprender qué
quiere decir un director cuando utiliza el blanco y negro en lugar del color,
para pensar qué función cumple la música o por qué esa historia no es de
“buenos y malos” y otras sí… En fin: la propuesta es ver y escuchar para analizar
y contrastar. Ver con nuevos ojos, despertar la mirada.
Tres películas –una de aventuras, una fantástica y otra de misterio–, nos
llevarán hacia la sociedad feudal. Con ellas andaremos por distintos siglos
y, de la mano de sus personajes, vivenciaremos problemas, deseos, ideas y
miedos de los habitantes de esos tiempos remotos. Robin Hood, príncipe de
los ladrones, Navigator. Una odisea medieval y El nombre de la rosa, son
los títulos que te proponemos disfrutar en el aula.
15- Miedos eran los de antes
gente ha temido siempre a diferentes cosas. En todos los tiempos han
existido cuestiones que no se quieren nombrar ni pensar porque producen
gran intranquilidad.
Los miedos tienen su historia y los relatos que nos hablan de muchos
de ellos vienen desde muy lejos en el tiempo. En las narraciones orales de
diferentes grupos y culturas se han recogido historias que hacen temblar.
Por ejemplo, muchos de los cuentos clásicos que nos leyeron cuando éramos
chicos nacieron y comenzaron a circular en tiempos feudales. Plantean
la lucha entre el bien y el mal y hablan de los temores de las personas que
vivieron y formaron parte de la sociedad feudal. Por ejemplo, entre los campesinos,
el miedo al hambre era muy palpable. Algunas versiones del cuento
tradicional Hansel y Gretel sostienen que fue el temor al hambre lo que llevó
a los padres a dejar a los pequeños en el bosque, con la esperanza de que
alguien de la nobleza los recogiera, cuidara y alimentara. Y Hansel y Gretel
avanzaron solos entre los árboles buscando refugio sin imaginarse que quedarían
en manos de una bruja, un ser también temido, aunque admirado, en
la Edad Media.
Otro relato conocido es el de Caperucita Roja, una niña que, desobedece
la advertencia de su madre y toma el camino más largo hacia la casa de su
abuela, internándose en el bosque. Allí es sorprendida por el temible lobo feroz.
Por suerte, hay un final feliz, pero lo cierto es que el miedo se respira también
en este relato.
En este libro descubriremos algunos de los miedos que acechaban a los
habitantes del mundo feudal y las razones que tenían para temer. ¿Por qué en
la sociedad feudal se le temía al bosque? ¿Por qué algunos lo creían habitado
por criaturas fantásticas que podían proteger tanto como destruir? ¿Por qué
se temía tanto a los desconocidos, a los extranjeros, al punto de considerarlos
enemigos? ¿Por qué provocaban horror las noticias de las pestes? ¿Qué
había detrás del miedo a las brujas? ¿Quiénes le temían a la risa? Vamos a
abrir todos estos interrogantes y a proponerte a lo largo de este libro un trabajo
de indagación que nos acerque algunas respuestas.
Los miedos nos hablan de nosotros como individuos, con un nombre y una
historia, y también nos dicen mucho respecto de la sociedad en la que vivimos y
de las relaciones que en ella establecemos. En la Edad Media, situados en condiciones
sociales diferentes, guerreros, clérigos y campesinos estaban expuestos
a diferentes amenazas, y por lo tanto, a distintos temores y zozobras…
17- HABIA UNA VEZ UN BOSQUE:
En los comienzos de la época feudal, los fenómenos naturales, como huracanes,
sismos o tormentas, encontraban explicaciones ligadas a lo mágico y a
las creencias tradicionales y paganas (término que designaba a las creencias
y religiones anteriores al Cristianismo).
En este contexto, en el que la naturaleza presentaba aún muchos misterios,
existía un ambiente que estaba cargado de leyendas: el bosque, un lugar
denso, impenetrable y poblado de sorpresas (agradables o de las otras). Así
lo describe el historiador francés Jacques Le Goff: “el bosque está también
lleno de amenazas y de peligros imaginarios o reales. Forma el inquietante
horizonte del mundo medieval, lo rodea, lo aísla y lo ahoga. Constituye una
frontera entre los señoríos y entre los países, […] una tierra de nadie por excelencia.
De su temible ‘opacidad’ surgen bruscamente los lobos hambrientos,
los bandidos, los caballeros saqueadores.”
Los bosques rodeaban los señoríos dispersos por Europa Occidental. El
límite de los señoríos variaba y dependía del resultado de las guerras: la
mayoría no iba más allá en su extensión de lo que podía controlar el noble y
sus hombres en un día de cabalgata. Esa era la dimensión “manejable” que
permitía vigilar, recaudar y ejercer justicia. Aunque el problema se resolvía
encomendándole a otro esa tarea: se establecía un “contrato feudal” con un
noble de menor jerarquía por el cual se le delegaban esas tierras que escapaban
de “control”, junto con las atribuciones y funciones propias del señor. Y
así fue como se multiplicaron los señoríos. Más allá de estos se extendían los
bosques que cubrían gran parte del territorio. Eran casi impenetrables y por
esta razón resultaban el refugio ideal para fugitivos y ermitaños, un ambiente propicio para imaginar la existencia de seres maléficos o encantados.
18- maravillas del bosque
Todas las voces del pasado medieval hablan del bosque como un lugar que
maravillaba e interesaba tanto a señores como a campesinos. Puede pensarse
como un espacio donde se cruzaban y enfrentaban intereses que, en
ocasiones, podían dar lugar a conflictos entre los distintos sectores que conformaban
la sociedad feudal.
Además de trabajar la tierra y criar animales, los campesinos complementaban
su economía extrayendo del bosque variados recursos. Los nobles, a
su vez, administraban este espacio que pertenecía al rey. Él era quien tenía
el derecho absoluto sobre el bosque y sus riquezas y era la nobleza la que
cuidaba y se aprovechaba de ese patrimonio en nombre del rey.
Los derechos no eran los mismos para todos. La caza en el bosque, considerada
una actividad deportiva, estaba permitida solo a los nobles. Si el
cazador era un campesino, la caza se convertía en un delito y el campesino
en un delincuente. En ocasiones, la nobleza recurrió también al miedo para
sujetar a los aldeanos, para evitar que fueran más allá de lo establecido, de
lo permitido. Lo cierto es que el miedo al bosque limitó la exploración y el uso
de ese espacio por parte de los campesinos y tejió una frontera que separaba
las riquezas del bosque de las manos ávidas de los aldeanos.
Por otro lado, los que allí se refugiaban, los fugitivos, aprovechaban los
miedos que desataba el bosque para tornarlo un espacio seguro e inaccesible
para ellos ya que, por temor, nadie se atrevería a buscarlos.
Es decir: hay motivos que ayudan a explicar cómo surge un miedo, cómo se
difunde y en qué condiciones sociales es posible que el temor se sienta y
se transmita. El miedo no es zonzo dicen unos, el miedo no es buen consejero
sostienen otros. A estos refranes opuestos, que hablan de la función
disuasoria del miedo, desalentando la acción, se le podría agregar un tercero:
el miedo es histórico. Ciertos miedos de la actualidad eran impensables
en el pasado y ciertos miedos del ayer hoy nos provocarían risa. Algunos
miedos cambian, otros sin duda, permanecen.
En la sociedad feudal, la mayoría de los miedos y de las historias aterrorizadoras
se divulgaban oralmente, de boca en boca. La iglesia, la feria, la taberna,
eran los espacios privilegiados para la comunicación. También la fila para usar
el horno o para triturar el grano en el molino eran
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