El sistema educativo de Colombia

Colombia ha sido un país de todos y de nadie. Un país sin dolientes. Recordar nuestra historia es evitar que se repitan capítulos de violencia, abuso de poder, desigualdades y horrores en todo el sentido de la palabra.

Nuestro sistema educativo no ha contribuido en la formación de generaciones que luchen por el bienestar colectivo; sino que acalla con el grito y la represión cualquier intento de disensión. Muchos educadores y padres de familia han repetido la canción de la cigarra con sus hijos y educandos, prolongando así la cadena de desdichas y silencios mutiladores de la palabra y la creatividad a la que hemos sido llamados desde nuestros orígenes. Nuestros gobiernos no se han quedado atrás al silenciar a tantas y tantos colombianas y colombianos que han intentado ser profetas de la esperanza en medio de tanta desolación y desamparo.

Para ningún ciudadano colombiano es novedad saber que muchos de los líderes del país han sido asesinados con la venia del gobierno de turno, que confabulado con las fuerzas oscuras e ilegales que el mismo ha patrocinado y en el peor de los casos, ha creado, elimina de raíz toda oposición que interfiera en su mediocre desempeño.

Nuestra historia nacional ha sido bañada por la sangre de las clases pobres que emprenden una lucha ciega unos contra otros, muchas veces sin entender las causas a fondo, sino únicamente patrocinados, incitados, sublevados, por quienes están en las cúpulas de los poderes, y que se benefician de la guerra como la empresa más lucrativa para esas clases sociales que habitan y desangran el país.

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