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Elementos De La Identidad Nacional


Enviado por   •  30 de Octubre de 2013  •  2.369 Palabras (10 Páginas)  •  533 Visitas

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1. Elementos que conforman nuestra identidad nacional dentro del contexto del mundo globalizado

La globalización se nos ha venido encima como un fantasma que no encuentra referente en ninguno de los paradigmas de nuestro tiempo, cada quién la ha tomado y adaptado a sus necesidades e intereses, en este sentido es en el campo económico donde más éxito ha tenido porque ha dado cobertura para implementar políticas y establecer modelos de "desarrollo" al servicio del norte. Ella, la globalización, se convirtió en el vehículo ideal para imponer su dominio, sin resistencia aparente, en el tercer mundo; bajo el pretexto de la objetividad del proceso, tratan de crear en las masas un estado de abstinencia favorables para hacerles creer que la cultura y el bienestar vienen de afuera, del norte, y contra eso no se debe luchar. Por fortuna esta postura está generando en el mundo, y particularmente en América Latina, el efecto contrario. Los pueblos no han perdido las esperanzas y desde sus raíces se enfrentan al mundo, no lo desdeñan, lo asumen salvando su yo, contraponiendo su identidad y sus valores a los del otro para enriquecer y enriquecerse, para formar la gran urdimbre de la cultura universal.

La idea de lo nacional, en el contexto de la globalización, debe reformularse; la persistencia del imperialismo y la dependencia no significa que nos movamos en el mismo escenario de principios del siglo XX ni siquiera en las décadas posteriores a la segunda mitad de la centuria, significa que los viejos tipos de vínculos (internacionales) se hallan subsumidos y atravesados por nuevos (transnacionales):

"… no se dejan pensar desde las transferencias de categorías y nociones como Estado, partido, sindicato, movimiento social, territorio, tradición … Las desigualdades entre naciones, regiones y estados continúan e incluso se agravan, pero no pueden ser ya pensadas al margen de la aparición de redes y alianzas que reorganizan y subsumen tanto las estructuras estatales como los regímenes políticos y los proyectos nacionales".(4, pág. 65)

De esta misma manera, Milton Santos nos dice: "Por falta de categorías analíticas y de historia presente seguimos mentalmente anclados en el tiempo de las relaciones internacionales cuando lo que hoy estamos necesitando es pensar el mundo", (4,pág.63) un mundo en que el poder de las corporaciones transnacionales (CTN) trasciende las fronteras, y las relaciones que entre ellas se establecen desdibujan los límites de la nación y se nos presenta único, bajo la égida de ese al que José Martí llamó el norte revuelto y brutal que nos desprecia, pero como sugiere Milton "... más que unir lo que busca una globalización enferma es unificar y lo que hoy es unificado a nivel mundial no es una voluntad de libertad sino de dominio, no es el deseo de cooperación sino de competición…".(5. Pág. 64).

Esa globalización llamada enferma, es la síntesis contradictoria entre: fin - comienzo, entre nacimiento – muerte. En el desarrollo del mundo de hoy, en que la ruptura es necesaria, a la globalización hay que estirparle el lado enfermo para lograr identificarnos a nosotros mismos, asumir nuestra especificidad para avanzar en el reconocimiento del otro. Esto constituye el fundamento de la creación y el fortalecimiento de una auténtica sociedad global en la que la repercusión de nuestra identidad y la aceptación plena frente a otros, permitirá la convivencia, dándole razón de ser al conocimiento de la historia particular de todas y cada una de las culturas conformadoras del mundo global del nuevo milenio; en otras palabras, es necesario estar abierto a todo, sin desdeñar ninguna forma por arcaica o ultramoderna que nos parezca; la identificación, tanto de nosotros como de los otros, nos ayudará buscar y reforzar nuestro propio lugar en este mundo que cada vez se hace más pequeño.

De manera que, en los tiempos que corren solo nos queda un elemento en común, algo así como la tabla de salvación para el náufrago: la cultura nacional, el yo.

El problema de la autenticidad de lo latinoamericano está genialmente reflejado en la obra de José Enrique Rodó "Ariel"; aquí el uruguayo califica de NORDOMANÍA a la costumbre de copiar modelos extraños, esta obra es la más contundente argumentación de los peligros que representa para América Latina la tendencia a proyectar su futuro a imagen y semejanza de los EEUU. El utilitarismo norteamericano no puede ser el modelo a generalizar. El cosmopolitismo que hemos de acotar como una irresistible necesidad de nuestra formación, no excluye, la fuerza directriz y plasmante con que debe el genio de la raza imponerse en la refundación de los elementos que constituirán al americano definitivo del futuro.

En América Latina el proceso de apertura económica se distingue por dos tendencias contradictorias:

La primera, se marca por la desintegración social, política y nacional que está socavando el reconocimiento de lo latinoamericano en un movimiento creciente de "neutralización y borramiento de las señas de identidad nacional y regional". (2, pág. 6)

La segunda, muy unida a la primera en algo así como un acto de réplica, se caracteriza por la reafirmación de nuestra identidad en esa incesante lucha contra el invasor desde Colón hasta nuestros días.

Es la equivalencia entre identidad y nación la que estalla ante la multiculturalidad de la sociedad actual latinoamericana, porque, por un lado la globalización disminuye el peso de los territorios, desdibuja las demarcaciones geopolíticas y los acontecimientos fundadores que telurizaban y esencializaban lo nacional y, por otro lado, toda la revaloración de lo local redefine la idea misma de la nación; porque hoy mirando desde la cultura mundo la cultura nacional aparece provinciana y cargada de lastres estatistas y paternalistas; mirada desde la diversidad de las culturas locales, lo nacional equivale a homogeneización centralista y acortamiento oficialista. De modo que es tanto la idea como la experiencia social de identidad la que desborda los marcos del análisis tradicionalista.

La identidad no puede seguir siendo pensada como expresión de una sola cultura homogénea; el monolinguismo y la uniterritorialidad que la primera modernización heredó de la colonia escondieron la multiculturalidad de que está hecho lo latinoamericano.

La identidad en América Latina, en el contexto de la globalización, debe ser pensada desde la transculturación que nos dejó Fernando Ortíz: " Al fin… en todo un abrazo sucede lo que en la cópula genética de los individuos: la criatura siempre tiene algo de ambos progenitores, pero también siempre es distinta de cada uno de los dos". (1, pág. 137)

La globalización ha venido a reafirmarnos, nos

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