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En el filo de la vida y la muerte


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2020  •  Trabajo  •  1.244 Palabras (5 Páginas)  •  112 Visitas

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Lina Juliana Baena Carreño.

ID: 669487.

En el filo de la vida y la muerte.

‘’Comer con ella es una tortura, el más mínimo olor le dan náuseas y, si no son nauseas, come de una manera compulsiva'', añade la mamá de Natalia, con un leve fastidio en su voz. ‘’Cuando tenía cinco años quería ser modelo, cuando tuve 13 solo quería que las burlas parasen para siempre. Ya no podía soportar el miedo de llegar al salón y ver a mis compañeros listos para hacerme la vida imposible. No importaba cuanto llorara o les suplicara que me dejaran ir, nunca lo hacían. Y parece difícil de creer que en un colegio de Colombia haya casos tan arraigados de Bullying, pero los hay. Uno de ellos; El mío. Al principio, cuando estaba en cuarto, se burlaban de mí, porque estaba un poquito gordita, me decían; ''Vas a rodar'', ‘‘No corras, vas a producir un tsunami''. Nunca pararon, cada vez las agresiones eran más fuertes. En quinto me escondían las onces, en sexto me encerraban en los baños, en séptimo me golpeaban y en octavo me tenían al borde del suicidio’’, Natalia es una chica delgada, ojerosa, de movimientos lentos y voz rota, que casi parecía que le costaba vivir, aunque de vez en cuando botaba un comentario sarcástico en medio de su triste relato. La mamá de Natalia, doña Milena de vez en cuando le daba miradas lastimeras, alternadas con tristeza,´´ Yo no sé, en qué momento Nata se apagó tanto. Cuando se volvió tan triste y tan malgeniada. Ya no cantaba, ni bailaba solo escuchaba música duro y se volvió contestona. Era insoportable''. La hora del almuerzo como era de esperarse fue tortuosa, un silencio estremecedor reinaba en la mesa. Pese a que el padrastro de Natalia, Wilson, se esforzaba por mantener un tono jocoso y hacer chistes sobre los periodistas de RCN, solo a él parecían darle gracia o, mejor solo él se molestaba en fingir que el ambiente no era tenso. A Pesar de que todos estaban comiendo en platos planos, Natalia comía en uno redondo. ´´Ella cuenta las calorías, sabe maso menos cuanto tiene una porción. Por eso, le sirvo en el plato hondo, porque ella cree que le doy menos, pero en realidad le doy más. Esa niña puede pasar el día con un vaso de agua con hielo y, eso no es sano. Uno necesita proteína, carne, grasa, no solo agua’’. La jovencita, mascaba muy despacio. Mientras todos iban por la mitad del plato, ella no llevaba ni un cuarto. Según ella masticaba despacio porque; ´´Quería saborear la comida’’, sin embargo su mamá alegaba que lo hace porque cree que; ‘’Entre más molida vaya la comida, menos va trabajar el estómago, lo que significa que no va ganar grasa corporal’’ No solo masticaba lento, los bocados eran pequeños, por cada cucharada que entraba en su boca, tomaba un largo sorbo de agua helada. Paso media hora que todos acabaron de comer, excepto Natalia, pasó una hora y no terminaba, para ese entonces ni su hermano, ni su padrastro estaba en la mesa. Una hora y media, solo quedábamos su madre, ella y yo. En ese momento por fin acabo. ‘’Vaya y siéntese ahí donde yo la vea, Nata. Dentro de un rato puede ir a su cuarto, pero, con la puerta abierta’’, a pesar de que afuera hacía un calor infernal y el sol golpeaba con todas sus fuerzas, ella llevaba un grueso saco de lana. En menos de cinco segundos Natalia sufriría un feroz ataque de ansiedad. ‘’Mamá, ayúdeme. Tengo muchas ganas de vomitar. Necesito ir ‘Doña Milena corrió a abrazarla y a sostener fuertemente sus manos, para que no pudiera introducir sus dedos en su boca para producirse una arcada que eliminara todo lo que había ingerido. El ataque duro alrededor de media hora. La falta de luz del sol en la casa, hacia la escena más estremecedora. Tanto madre e hija estaban acomodadas en un largo sillón. Los minutos pasaban y su ansiedad parecía volverse más agresiva, la cara de Natalia estaba completamente empampada y las lágrimas que azotaban con furia sus pequeñas mejillas. Ella tenía una pequeña cortada en los labios, iluminada con el rojo metálico de la sangre que recordaba la intensa batalla, que estaba librando con sus ser. Producto de mordérselos para resistir el impulso de vomitar, que ya casi era un instinto, un hábito. Pese a que su cuerpo había creado una especie de alarma que avisaba en que momento expulsar cualquier cosa que tuviera en el estómago, incluso agua, ella acostumbraba a introducir sus dedos, para agilizar el acto y además no hacer tanto ruido y volver casi imperceptible que estaba en el baño. Finalmente y llena de orgullo Natalia cayo rendida al lado de su mamá, que tenía los ojos vidriosos y parecía haber envejecido de golpe. No había vomitado la tercera comida del día. Era parte del tratamiento tenerla vigilada todo el tiempo, esto en caso de que decidiera vomitar, tomar un laxante, esconder la comida o siquiera hacer ejercicio. Este último podía causarle laceraciones debido a la falta de masa muscular cubriendo sus huesos. Por precaución en la casa no había espejos y no tenía acceso a internet. Tampoco había vuelto al colegio, lo que significaba la pérdida del año. Estaba totalmente aislada, pero era el precio de combatir un trastorno alimenticio.

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