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Entrevistas A Una Docente


Enviado por   •  25 de Abril de 2014  •  2.461 Palabras (10 Páginas)  •  265 Visitas

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UNA NUEVA DISCUSIÓN EN TORNO AL

"PRÓLOGO" DE 1859 DE KARL MARX:

CUESTIONES METODOLÓGICAS.

Marx expone sintéticamente las determinaciones fundamentales del desarrollo de la historia humana. El desarrollo de las fuerzas productivas determina las modificaciones en las relaciones de producción de manera que la formación económica de la sociedad atraviesa progresivamente diversos modos de producción Este desarrollo histórico, agrega Marx, no es resultado de las formas de la conciencia sino que, por el contrario, éstas últimas se determinan por las transformaciones materiales de la vida humana.

En este fragmento del prólogo a su “Contribución a la Crítica de la Economía Política”, Marx hace una introducción a un análisis de la sociedad (llamado “materialismo histórico”) que necesariamente conduce a los principios del comunismo moderno. Esto es, las tesis comunistas no fueron escritas antes de estudiar la realidad social de las personas, sino que, como las leyes científicas, sólo y únicamente fueron enunciadas como conclusión después de la observación de los hechos concretos y una interpretación lógica de ellos.

Por eso, lo primero que hace Marx en el primer párrafo es criticar o revisar el idealismo de Hegel, un filósofo muy importante que marcó el pensamiento de su época. Para Hegel, pues, la realidad (también la historia) está sujeta a cambios continuos que tienen su origen en diversas contradicciones (a modo de ejemplo, un vaso de agua se enfría cuando está caliente se enfría si se deja a temperatura ambiente), ningún fenómeno es independiente de otro (todo lo que ocurre en Rusia, directa o indirectamente, afectará a México) y, por lo tanto, todo puede ser explicado racionalmente. Sin embargo, que era el punto en el que Marx no estaba de acuerdo en absoluto, para él estas contradicciones surgían de “dios” o lo que llamaba “la idea” y no tenían ninguna relación con la naturaleza. Aquí, por ello, Marx interviene y enuncia que no son dioses ni ideas los que impulsan los cambios, sino todo lo que está en el universo, o sea, todo lo que tiene materia – en el caso de la historia y las sociedades, “las condiciones materiales de vida” o, lo que es lo mismo, el desarrollo de la tecnología, los modos de producción, etc.

En el segundo párrafo Marx hace énfasis y extrae una serie de conclusiones de sus estudios sobre “las condiciones materiales de vida”. De esta manera, lo primero que expone es que, en el “curro”, las personas se relacionan entre sí de una manera u otra según quién posea la propiedad de los medios de producción y cómo de desarrollados estén estos medios (dependiendo de la ciencia, etc.). Así, estaban los esclavos y los amos en el sistema esclavista, los siervos y los amos feudales en el feudalista, y, aquí y ahora, el trabajador asalariado y el capitalista (empresarios, patronos…). Este es el origen de las clases sociales con intereses contrarios (como los capitalistas en obtener beneficio a costa del trabajador y el trabajador en aumentar su salario o mejorar sus condiciones de trabajo). No obstante, son clases sociales desiguales: una clase tiene mucho más poder que otra porque controla la economía, o sea, los medios de producción. En todo tipo de sociedad, en consecuencia, existe una clase dominante que determina la ideología también dominante y posee también el poder político en favor de sus intereses. De este modo, el Estado se convierte en un arma de legitimación de estas relaciones de producción (como los privilegios en el sistema feudalista) y la represión de la clase no dominante para garantizar que no perjudiquen los intereses de sus “rivales”. La evolución del pensamiento y el sistema (la superestructura), por lo tanto, no depende de la individualidad de los seres humanos y el uso que hagan de su razón, sino de las condiciones económicas de la sociedad (infraestructura).

En sus planteamientos sobre la individualidad, la voluntad y la intención, por otro lado, Marx vuelve a separarse de posturas idealistas o inconscientemente idealistas – como la de los anarquistas. Los seres humanos no son independientes de su contexto histórico, cultural, social ni económico. A pesar de que puedan actuar con un pequeño margen de independencia (o así lo crean), por lo general se encontrarán dentro de un marco específico (una forma de ver el mundo condicionada por la superestructura) impuesto por la infraestructura. Por ello, los cantares de gesta no se pueden concebir en otra época que no sea la feudalista por más libre que una persona hipotéticamente pudiera llegar a ser. En cualquier caso, esta no es una clase de mentalidad o conciencia estática. Conforme las contradicciones del sistema se van acumulando y haciéndose notar, conforme la situación se vuelve más intolerable para la clase explotada, aumenta también el descontento y la indignación entre estos – se eleva la conciencia de clase. De aquí que las revoluciones sociales, o cambios radicales, llegados a un punto en los distintos regímenes, sean una constante. Una vez que cambian las relaciones de producción, todo el sistema se construye de nuevo.

Ciñéndonos a la actualidad y a estas premisas, la próxima revolución social deberá estar liderada por la clase asalariada. Puesto que la contradicción principal, el origen de su situación, es la propiedad privada de los medios de producción, el cambio será de socialización de tales medios. Es decir, de una democratización de la economía que, de igual manera, permita conquistar el poder político a la mayoría de la población (los trabajadores) y así hacer real la democracia. El Estado, con ello, se convertirá en un medio de represión (fase llamada “dictadura del proletariado“) de la clase de los ex-explotadores obligándoles a expropiar y a convertirse en clase obrera. Una vez ya no haya clases sociales (cuando todos sean la misma) el post-Estado se convertirá en un modo de administrar y planificar la economía, y se retornará al comunismo (que, como cuenta Marx en sus últimas líneas, tuvo lugar en la prehistoria).

La socialdemocracia y el reformismo (que dicen que un cambio real puede llegar a darse desde dentro del sistema, transformándolo poco a poco), por lo tanto, así como las propuestas políticas interclasistas (que plantean una cooperación entre las clases) son esencialmente contrarias al marxismo. La superestructura de una sociedad sólo puede cambiarse mediante un cambio en su infraestructura, que sólo puede tener lugar mediante una revolución social. Luego, mientras los intereses sean contrarios entre las clases, no podrá haber mediación alguna. Si se alcanza un equilibrio entre las dos partes necesariamente sólo será momentáneo y la tendencia final será de perjuicio de la clase social asalariada.

Karl

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