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Enviado por ssamyel • 4 de Febrero de 2013 • 1.782 Palabras (8 Páginas) • 361 Visitas
“LA SANGRE”.
Antonio portacarrero despierta restregándose los ojos con ambos puños bosteza, la boca abierta de par en par y mira en torno a él con asombro. Antonio es un joven de estatura eminente, la fisonomía enérgica y simpática. Los cabellos negros de rebeldes mechones, la nariz roma y los labios carnosos de bordes morados. El preso registra la estancia como si la viera por primara vez.
Entre las cosas que ve en la estancia se observa algunas obras, entre estas hay una escrita por él; la cual después de haber leído un par de veces exclama con dolor “¡un año ya!” Y se pone de pie caminando al lavabo. Con vigor se enjuaga el rostro y demás partes. El ambiente con serenidad jubilosa afirma que el hombre fuera de esta naturaleza, no ha de sufrir, sin embargo, Antonio es un hombre contemplador importante.
La tiranía le oprime sus fuerzas vitales. Luego, Antonio se siente abatido por algunos pensamientos que lo llevan a sentir ira y se arroja al suelo, luego de estas reacciones se pregunta la hora por la que pasa el día en ese instante. En la soledad del enclaustramiento ¡como le agrada a la visión del riente valle nativo, y conque placer buscaría reposo y olvido de sus montes fragantes!.
Antonio recuerda un momento en el que tenía 5 años, cuando una vecina lo lleva tirado de la oreja, acusándole de haberle encontrado con su hijita escondidos entre la ropa sucia. Hasta los 8 años su vida transcurrió entre juegos con la chiquilla, perturbado por las insinuaciones tempraneas de genio de la especie, y baños en el río en compañía de las vecinas.
Cada día le aportaba en sus horas un momento de dicha. En los atardeceres de la hierba emergía deliciosas tibieza. Cumplidos los 8 años sufrió los primeros cambios desagradables de su vida. En su casa había aprendido a deletrear, la escuela fue siempre el castigo con que su madre le amenazó, ya no le llevaron más a bañarse con las mozas del vecindario y terminaron los retozos en la grama con la chiquilla.
Corría el año 1886 el cual no fue de gracia ya que presidía un general de treinta años, con fama de valor e inteligencia. Meses atrás la capital asustada vio cercada la casa del ex presidente Guillermo.
Dos candidatos presidenciales se disputaban el triunfo. Uno de ellos era Ulises Heureaux, alias Lilîs, que ya había ejercido el poder. La atmósfera se calentaba pronto, y los periódicos recogiendo las opiniones de ambos partidarios. La tarde de un domingo, entre alboroto, bandereos, música y cohetes, desfila por las calles brillantes y numerosas manifestaciones mayorista. Los comicios duraron tres días del mes del julio. En la capital los mayoristas protestaron.
Apoyado por la autoridad un negro bellaco, con un gran perro al lado se apareció en el palacio del concejo, en donde se efectuaba la acción electoral creando disturbios.
En todos los pueblos de la republica ocurrían algunas cosas parecidas, permaneciendo la supremacía en el grupo que contara con la autoridad. En pequeños lugares iguales o parecidos se reunieron miles de electores. El 21 de julio en la vega parece que se había producido algunas disputas y se organiza con actividad una columna a las órdenes de Lilîs para combatir la revolución. Se decía que el gobierno caería al primer impulso, y se combinó un golpe único; pero esto fue delatado, una noche fueron cercados en donde estaban reunidos. De día y de noche, por las calles laboraban gente con armas.
El alcalde entra a la comisaría tras el chirrido molesto de las puertas; empieza su día con buenos días y se dirige al carcelero, un hombre rechoncho y macizo, quien en sus manos tenía el manojo de llaves, Antonio, por su parte al oír voz humana entabla conversación con ambos.
Antonio, recuerda sus días de colegio, recuerda como era aun el más pequeño de la clase y como era el único que utilizaba calzones. Cuando cumplió 16 años, Antonio se volvió rebelde, discutía con los profesores y una vez hasta le faltó el respeto a Don Marcelino.
Antonio se graduó en julio, después ingreso en el profesorado, sin vocación, solo buscando un método de vida, hasta que un domingo en que, tras salir del circo de toros, un policía le puso la mano en el hombro y lo llevo a la presencia del Gobernador.
Entonces algo le interrumpe el pensamiento, y se da cuenta que la atmósfera hierve en la celda, Antonio medio desnudo, le angustia el calor; al momento lanza un suspiro, pensando en la libertad. Luego Antonio echa a andar nuevamente su memoria, recordando que Lilís en su tiempo logra el máximo poder. Y que González, ministro de relaciones exteriores, se fuga en un cañonero español y denuncia tratos para arrendar a Estados Unidos la bahía de samaná.
El 27 de febrero el pacificador inaugura su tercer periodo, y las tropas se formaron frente a la Catedral, va a inclinarse en tanto el obispo entona el Te Deum.
Una hora después de esta ejecución Lilís convoca al pueblo en la plaza de armas para informar de la ejecución de algunos áhusanos, que, según él habían preparado una bomba en contra de su vida. Después de recordar esto, Antonio escucha el ruido de la puerta al abrirse el cual arranca a Antonio de su pensamiento. El alcalde entra con la cantina del almuerzo, y Antonio ya en pie se dispone a retirar los cubiertos y uno a uno los platos de la mesita, y entonces se sienta a comer.
El carcelero entabla una conversación muy amena con Antonio, en la cual entre otras cosas le dice que tratara de cambiarlo de celda para que no esté
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