Estado, mercado, globalización..
Enviado por pachuddb • 18 de Octubre de 2016 • Examen • 2.028 Palabras (9 Páginas) • 415 Visitas
PRIMERA PARTE
1. ¿Qué es el estado hoy?
a) ¿Cuáles son las dos respuestas básicas?
Hay dos respuestas básicas, igualmente simplistas para la pregunta qué es el estado hoy:
Una ignora la globalización y sus fenómenos conexos. En este caso el estado es pensando como una entidad que solo toma en cuenta la vida política, económica y cultural de una nación. Pero esto nunca fue rigurosamente cierto, menos aún en los países periféricos, y hoy es menos cierto que nunca pues la globalización irrumpe en todos estos aspectos.
La otra respuesta se desplaza hacia el polo opuesto afirmando que el estado ya no es más que una ficción que en su lenta agonía entorpece el libre –y últimamente benéfico– juego de los bienes, servicios e ideas que la magia del mercado global desata. Desde hace mucho tiempo nuestros países han estado sujetos a los vientos de la economía, la cultura y la geopolítica mundial, y esto es hoy más cierto que nunca. Pero esto no autoriza la implementación de la falacia de decretar la muerte del estado nacional.
b) ¿Por qué dice que es una “bisagra”?
El estado es como una “bisagra” porque es un punto de separación y también de intermediación entre un “adentro” y un “afuera”, entre lo que en casi toda América latina ha sido una sociedad nacional, por un lado, y el mundo exterior a esa sociedad nacional, por el otro.
¿Qué es el estado hoy?:
En la actualidad sobre todo en algunos países de América latina y el Caribe hay algunos aspectos que definen al estado con sus problemáticas a raíz de la globalización y lo que esto implica sobre el estado, del cual se pretende sea el principal agente del bien común de la población dentro de su territorio. Un estado que se ve amenazado ante las tendencias de la globalización, y con especial atención sobre otro fenómeno mundial, la democratización.
En definitiva el estado aspira a constituir, delimitar y representar a la sociedad nacional, no sólo por medio de mapas, fronteras y embajadas, sino también de símbolos, rituales y edificantes historias incansablemente contadas a generaciones y generaciones. Además, cuando el estado convive con un régimen democrático le otorga un componente indispensable: la ciudadanía. Ciudadanos y ciudadanas son sujetos de derechos emanados de un estado que conviven dentro de los límites territoriales demarcados por dicho estado, y que por eso mismo gozan del derecho a elegir y ser elegidos como autoridades temporales de la población de ese estado. No hay ciudadanía sin estado, ni democracia sin ciudadanía, ni estado y ciudadanía sin un territorio y una población claramente delimitados. Esto tal vez parezca contradictorio, pero no lo es, con otro aspecto de la globalización, los atisbos de emergencia de una sociedad civil transnacional. Por esto el crecimiento de redes de diversos tipos de asociaciones que luchan por la vigencia universal de derechos básicos inherentes a las personas y a la naturaleza. Todo estado proclama ser una autoridad para la nación (o para el pueblo, ampliamente definido). La existencia de un estado (es decir, de un tipo de autoridad territorialmente delimitada que pretende supremacía en el control de la violencia en ese ámbito) conlleva la idea de un bien que es público, o común, para todos los habitantes de ese territorio. El estado basa su pretensión de ser aceptado como un sistema de dominación y de coordinación social, es decir basa su legitimidad en convencer, habitual y generalizadamente, que sus acciones se orientan al logro del bien común de la población que alberga en su territorio.
2. ¿Cómo opera la globalización? ¿Por qué afecta al Estado cuando el autor afirma que lo erosiona “desde arriba” y “desde abajo”?
La globalización opera por medio de mercados de bienes, de servicios y de ideas. Hoy capitales, transacciones, ideas y personas se mueven por el mundo con lo que hasta hace poco hubiera parecido una inusitada y, en varios sentidos, inconveniente libertad. Se observa un rápido achicamiento del mundo, evidenciado por la enorme velocidad y amplitud de los bienes materiales e inmateriales que se mueven, cada vez con menos obstáculos, en el planeta. Este achicamiento del mundo por las comunicaciones y el transporte, la porosidad de las fronteras nacionales a numerosos procesos económicos y culturales, la instantaneidad de los grandes eventos políticos y de los movimientos de capital, la expansión de los mercados a actividades antes impensables o que los estados excluían celosamente, la velocidad de circulación de las ideas, y la emergencia de identidades que se definen por encima y más allá del estado nacional.
La globalización afecta a los estados con su tendencia a arrasar y negar todos sus límites los cuales nacieron y funcionaron históricamente poniendo límites alrededor de territorios y poblaciones. Esto no sólo erosiona esos límites “por arriba”, en su tendencia a aplanar el mundo. También los erosiona “por abajo”, cuando conecta a capitales y trabajadores (así como a diversas actividades técnicas) de algunas regiones directamente con los mercados mundiales, con escasa mediación del respectivo estado nacional. Lo mismo ocurre cuando éstos y otros procesos ligados a la tecnología, la cultura y las comunicaciones, desarticulan las clases y otras categorías sociales, dificultando no sólo su acción colectiva sino también su representación en el proceso político, sobre todo para aquellas a las que la globalización impacta más negativamente. Todo ocurre como si, desde “arriba” y desde “abajo”, se esfumaran las posibilidades de constituir y representar el bien común de una población cada vez más fragmentada.
3. ¿Cómo funcionan la lógica del Estado y la lógica del Mercado? ¿Por qué ambas tienen sentido y a su vez coexisten contradictoriamente?
Por un lado la lógica del mercado funciona premiando a los fuertes y eficientes tendiendo a eliminar a los que por cualquier razón son más débiles.
Por el otro, la lógica del estado funciona, en la medida en que pueda proyectar una imagen verosímil de dedicación principal al bien público, controlando e incluso cancelando algunos efectos del mercado en relación con los sectores más débiles o vulnerables de su población. Pero bajo los ritmos de la globalización, esta lógica se direcciona hacia lo opuesto y no menos dañino extremo.
Ambas lógicas, la del mercado y la del estado, tienen sentido porque velan cada una por el interés de procurar una estructura planificada para sus propios beneficios, ambas son necesarias y ambas coexisten contradictoriamente porque según O`Donell el estado es complementario con el mercado. Por un lado, está claro que los gobiernos ayudan al bien común tratando de apoyar y promover mercados lo más agiles y eficientes posible, así como cuando se ocupan de mantener ciertos equilibrios macroeconómicos básicos. Además, el estado moderno, sobre todo cuando es democrático, debe ser también un estado de derecho. Esto es, debe resguardar un vasto conjunto de reglas y de prácticas que hacen efectivos y previsibles los derechos de todos sus habitantes, incluso –pero no sólo– cuando ellos practican actividades económicas. Hoy está claro que una efectiva legalidad estatal y políticas gubernamentales propiciadoras de la vitalidad de los mercados son componentes necesarios del funcionamiento de los propios mercados.
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