Estereotipos de la mujer perfecta
Enviado por Pedro Vallejos Mori • 5 de Diciembre de 2018 • Resumen • 1.717 Palabras (7 Páginas) • 371 Visitas
4.9- ESTEREOTIPOS Entendemos por estereotipo, según propone Mackie (1973), aquellas creencias populares sobre los atributos 26 que caracterizan a un grupo social. Son un conjunto de ideas socialmente compartidas respecto a un determinado grupo social. Existiendo diversas categorías, en este caso se abordarán los estereotipos de género, femeninos y masculinos, el cual nos va a permitir comprender si la imagen creada sobre hombre y mujer en el material de estudio se corresponde con un estereotipo o no, el por qué, y proceder a una comparación entre las revistas para mujeres y las revistas para hombres sobre tales observaciones. Los diseñadores gráficos juegan un papel importante en la formación de estereotipos, ya que al representar gráficamente una persona u objeto con determinadas características, ponen a todos los de ese tipo “en la misma bolsa”, dejando de lado otras posibilidades. Además, muchas veces esas representaciones gráficas se repiten a lo largo de varias piezas literarias, de una u otra forma, y a través de los procesos de atención, percepción y memoria selectiva es que se refuerzan los estereotipos ya incorporados.
4.9.1- Estereotipos de género Ciertamente, el cuerpo es el primer lugar de inscripción de la cultura, de los mecanismos socializadores y desde donde es atribuido el género. Sin embargo, la sociedad es la encargada de proponer repertorios distintos de conducta, atributos y expectativas en función al sexo, elaborados social y culturalmente. Basándose en atributos corporales, la construcción social y cultural del género tiene su estructuración a partir de los mecanismos sociales y culturales que se presentan reglamentando las acciones y pensamientos de los actores sociales, modelando y atribuyendo a cada género determinadas funciones sociales y posiciones, que terminan fijando lo que es “propio” del hombre y lo que es “propio” de la mujer. Tales mecanismos de normatización/reglamentación son los que atribuyen determinados “papeles sociales” a cada uno de los géneros, que traen consigo expectativas de comportamientos y conductas para ellos. Dichas expectativas son la esencia de la producción y reproducción de estereotipos, es decir, los estándares de “imágenes sociales” ligados al género. Podríamos decir entonces que los estereotipos, más precisamente en este caso los estereotipos de género, son como los define González Gabaldón(1999) “creencias consensuadas sobre las diferentes características de los hombres y mujeres en nuestra sociedad” (p. 84). En otras palabras, se refieren entonces a conjuntos de comportamientos, denominados roles femeninos y masculinos, que se transmiten mediante las creencias sobre lo que deben hacer y ser las mujeres y los hombres. De este modo, las disposiciones sociales y culturales de género normatizadas/reglamentadas de diferente manera dentro de cada contexto y clase social, plantean distintas expectativas sociales diferentes para cada uno de los sexos. Por otra parte, muchas veces la no adecuación a esta estructura está sujeta a represalias por parte de la sociedad, a través de la no inserción, aprobación o no pertenencia a un medio social, e incluso a la violencia física, éste último un gran problema en la sociedad actual. Hoy en día, el género sigue siendo un motivo de discriminación y desigualdad. Mientras que la diferencia anatómica entre mujeres y hombres no es causal por sí sola de diferentes actitudes y conductas, es la valoración misma del género femenino como inferior al masculino lo que en muchos casos introduce asimetría entre las obligaciones y los derechos de los mismos.
4.9.2- Estereotipos femeninos Al género femenino se le puede atribuir una serie de conceptos que socialmente lo caracterizan (Sordo, 2012): Las características que se relacionan con lo femenino se refieren a la dependencia, sensibilidad, afectividad, emocionales, frágiles, relacionadas a la reproducción, doméstico, cuidado de los/as demás, ente otros, lo que reafirma el deseo de agradar y de que primen los aspectos afectivos a los intelectuales. Son rasgos que configuran una identidad de “ser para otras personas”. Sin embargo puede observar que la mujer desde la segunda mitad del siglo XX ocupa cada vez más espacios que anteriormente eran denominados como masculinos, el mercado de trabajo, el acceso a la educación, el de sostén de familia, la vida social, el de mayor libertad en lo referente a su propio cuerpo, e incluso un mayor reconocimiento en lo formal del derecho a ser iguales. A su vez, Díaz Soloagay P. y Muñiz Muriel C. (2007), tras un análisis factorial, llegaron al establecimiento de cinco estereotipos femeninos:
- Mujer tradicional, que refleja los valores “amor”, “maternidad” y “familia”.
- Mujer trasgresora compuesto por los ítems que hacían referencia a una mujer relacionada con “triunfo”, “libertad”, “conquista”, “fidelidad” y “trasgresión”.
- Mujer frágil o sometida compuesto por los ítems de “tristeza”, “debilidad”, “languidez” y “sometimiento”.
- Mujer hedonista-sensual representada por la “atracción sexual”, la “seducción”, y el “placer”.
- Mujer funcional-moderna relacionado con imágenes de “modernidad”, “gozo” y “comodidad”
Modelo de belleza femenino Según plantea Pérez Parejo (2006), si nos remontamos siglos atrás la belleza era entendida como un resultado de cálculos matemáticos, medidas proporciones y cuidado por la simetría, basada en el binomio de que lo bello es igual a lo bueno. Para Fanjul (2008, p.119), la belleza (física) aplicada al ser humano es el “conjunto de características que hacen que el aspecto físico de una persona resulte muy atractivo. Algunos autores califican la belleza como el resultado del proceso mental que resulta de comparar a cada persona que vemos con un ideal inexistente que representa su paradigma estético, por tanto, cuando más se aproxime a él, más bello será. Sin embargo, el ideal de belleza cambia según culturas y épocas”. Con respecto a ello, hoy en día el canon femenino tiene, según Pérez Parejo (2006), una fórmula clave: el culto a la imagen. La misma consta de una figura esbelta, altura superior a la media, apariencia deportiva sin incurrir en lo excesivamente musculoso ni atlético, piel tersa y bronceada, grandes ojos, pequeña nariz, grande boca de labios carnosos, medidas publicitarias (90 – 60 – 90), senos firmes, simétricos y sólidos, vientre plano, pelo largo, piernas largas y torneadas, natural, y, sobre todo, tener apariencia menor a treinta años. En cuanto a un ideal estético, se impone la eterna juventud, patrón del siglo XXI sobre el cuál rige el mercado. En lo que respecta a moda, como uno de los ejes principales en ese mercado, la misma ha ido ocupando un cada vez mayor protagonismo social, económico y en los medios, teniendo hoy en día gran influencia sobre el sistema cultural. Según Eguizábal (2008, p. 9), “no tiene nada que ver con la elegancia, y sí con el precio y el tiempo. La moda no tiene sólo que ver con la vestimenta, ni siquiera sólo con la imagen o apariencia. La moda es la manera en que los procesos devienen obsoletos sin que haya ninguna razón funcional para él”. Las revistas, como medio de comunicación juegan un papel importante en la difusión de las tendencias, en cuanto a moda, modelos de mujer, estilos de vida “adecuados” y dan el visto bueno a los férreos patrones de belleza dominantes. Según Pérez y Garrido (2006), no serían un producto mediático de influencia menor. Además, mientras que la función de la publicidad por lo general es vender, plantea Torres (2006) que la segunda y no menos importante es crear estructuras de significado, de forma que los anuncios resulten factores influyentes en el moldeado y el reflejo de la vida actual. Según Gallego (1990: 197-198), “cualquier publicación propone modelos de mujeres con los cuales aquéllas debieran identificarse. La revista femenina presenta un modelo de mujer adorno útil -la belleza y juventud por encima de todo-, aderezado claro está con gotas de inteligencia, audacia y seducción”
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