ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Exordio: ciencia y capitalismo


Enviado por   •  4 de Junio de 2019  •  Ensayo  •  17.714 Palabras (71 Páginas)  •  599 Visitas

Página 1 de 71

Exordio: ciencia y capitalismo

Flabián Nievas[1]*

Aunque nos cueste encontrar un nexo entre las disciplinas sociales (antropología, sociología, etc.) y otras ciencias como la biología, la física, la química, a las que de manera “espontánea” le otorgamos un lugar superior en una jerarquía de valoración de las ciencias, estamos dispuestos a admitir que la sociología es una de las ciencias sociales, y que éstas, de alguna manera, integran ese universo más amplio que es la ciencia. Dicho en otros términos: las primeras son “más” científicas que las sociales, aunque no sepamos explicar muy bien por qué.[2] De alguna manera, asociamos la ciencia al laboratorio, al experimento y a la posibilidad de predicción. Sin duda, esa imagen refleja parte del quehacer científico, pero sólo de un modo fragmentario, y tampoco es muy exacta. Explicar esto requerirá un esfuerzo compartido a partir de aquí con el lector, pues sin su inquietud por saber, sin su pasión por entender, de nada vale prosa alguna.

Para emprender este camino debemos advertir, en principio, que la ciencia es un modo de conocer, una forma de simbolizar lo real, relativamente nueva en la historia de la humanidad. Y si aceptamos que la ciencia es una forma de pensamiento que intenta buscar sentido a los fenómenos a través de vinculaciones racionales desapegadas de lo sobrenatural, no podemos ir más allá de los siglos XVII o XVIII, es decir, a un momento histórico donde se constituyen las condiciones de posibilidad para la ruptura del monopolio del conocimiento ejercido por la Iglesia aun cuando, como es sencillo de admitir, no se produjo de un momento para otro, sino que surgió luego de un prolongado proceso que culminó en su constitución como saber especializado en cuanto tal.

Hacer una historia de la ciencia —que no es nuestro propósito aquí— lleva necesariamente a considerar la historia de las sociedades, por cuanto aquella no puede existir sino en un tipo particular de sociedad.[3] Podemos decir, en general, que cada forma de pensar corresponde a un modo de vivir o, dicho en otros términos, que las formas en que la humanidad puede pensar los fenómenos se va modificando, pues en lo fundamental, estas maneras de pensar están condicionadas por las vivencias de las personas, por la cultura, por las necesidades socialmente elaboradas y por las posibilidades y/o potencialidades que cada grupo humano consolidado detenta en determinado momento histórico, es decir: el conocimiento científico es un proceso social, un proceso de larga duración, que constituye unos saberes perfectibles, no absolutos.

Una historia de la ciencia, como pensamiento y como práctica, es una historia del capitalismo: los prolegómenos son más o menos los mismos, y ambos se potencian mutuamente: el capitalismo requiere, para su desarrollo, del avance de la ciencia, y ésta, para el suyo propio, necesita de los incentivos y medios materiales puestos a disposición por el capitalismo. Dicho así, podría pensarse que no puede haber ciencia por fuera del capitalismo, lo que nos llevaría a una disquisición estéril; lo cierto es que no hubo ciencia antes del mismo y que, con la excepción de algunos ensayos que no lograron sostenerse[4], no se desarrolló aún una sociedad no capitalista.

El capitalismo concentra el producto social en pocas manos, lo que posibilita que estos pocos decisores, determinados por la perspectiva de lucro, destinen grandes recursos al desarrollo científico sin atender a otras necesidades —lo cual no implica un juicio de valor, sino una descripción de hechos—.[5] Como regla general se puede decir que existe una sostenida concordancia entre los vectores de desarrollo científico y el desenvolvimiento de actividades lucrativas y militares.[6]

En la relativamente breve historia social y económica del período capitalista, estos polos tienden crecientemente a unificarse. La separación es, en la mayor parte de los casos, solamente temporal: lo que se desarrolla para fines militares con el tiempo entra en el circuito comercial.[7] De modo que es muy notoria la asociación entre los intereses que guían el desarrollo de la ciencia con los que posibilitan maximizar las ganancias de manera directa o mediata.[8] La misma, independientemente de los científicos y de las aplicaciones que tenga el conocimiento, se desarrolla cada vez más abiertamente, para proporcionar ganancias a quienes la financian. Incluso aquella que es solventada por el Estado, en su mayor parte también se encuentra orientada en esa dirección.

En tal sentido, Marx sostenía que la ciencia es una fuerza productiva del capital, lo cual no es muy difícil de demostrar, en particular en nuestros días, en que hay durísimas competencias —que muchas veces incluyen prácticas reñidas con la moral cuando no llanamente delictivas— para obtener patentes sobre desarrollos científicos, tecnológicos y técnicos, en pos de acumular enormes ganancias posteriormente.[9] La mutua imbricación como fenómeno histórico hace que su desagregación, además de dificultosa, sea necesariamente un artificio de la razón, no exento de cierta dosis de ingenuidad. No obstante, es lícito volver a preguntarnos por ambos separadamente: ¿podría haber capitalismo sin ciencia?, ¿podría haber ciencia sin capitalismo?

Estas preguntas, inevitablemente especulativas si se toman en un sentido histórico, como ya se dijo, sólo sirven en la medida en que orienta nuestra mirada hacia la matriz común de ambos fenómenos: la racionalidad moderna, regida por la abstracción más perfecta y armoniosa creada por el hombre, que es la matemática, y como trasfondo de la misma, la cuantificación. Las cantidades, sabemos, no son más que simbolizaciones que tienen distintas funciones en diferentes culturas. Para los antiguos griegos estaba ligado ante todo a la belleza e, incluso, a la religión. Los pitagóricos, los más radicales en este sentido, llegaron a mistificar las relaciones matemáticas erigiéndolas en un lugar mágico-sacramental.[10] En otras culturas el peso fue muy poco significativo; no porque desconociesen tales relaciones, sino porque no ocupaban un lugar primordial en la estructuración de lo cotidiano de tales pueblos. Se trataba más bien de instrumentos de la élite, usados para mantenerse en el poder,[11] para lo cual fue necesario que existiesen excedentes producidos socialmente y apropiados por estos grupos especializados. Por ello mismo, las relaciones de cuantificación eran vedadas a los habitantes comunes, en tanto que la producción y apropiación de saberes es un atributo propio del ejercicio del poder.

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (115 Kb) pdf (443 Kb) docx (63 Kb)
Leer 70 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com