Familias Actuales
Enviado por Valentina Briceño • 27 de Julio de 2021 • Ensayo • 2.597 Palabras (11 Páginas) • 91 Visitas
“Vuestros hijos no son vuestros hijos, son los hijos y las hijas que la vida tuvo de sí misma. Y podéis dar albergue a sus cuerpos, más no a sus almas, ya que sus almas moran en la casa del mañana, que ni aun en sueños os es dado visitar. Y podéis intentar ser como ellos, mas nunca intentéis que sean como vosotros, porque la vida no marcha hacia atrás ni se detuvo en el ayer”
(Jalil Gibran).
El presente ensayo analiza las profundas transformaciones vividas por las familias en las últimas décadas y las implicaciones que ello ha traído en los estilos de autoridad en el hogar. Frente a unas familias que tienden crecientemente a flexibilizarse y diversificarse, el autor argumenta cómo esto creó las condiciones para la aparición de nuevos estilos de autoridad en el hogar, como el ambivalente, el permisivo y el abandónico; estilos que coexisten con el autoritario, el cual triste y desgraciadamente, sigue siendo dominante en los estratos más bajos de la población. Frente a estos estilos, el autor reivindica la necesidad de construir familias más democráticas en las que se dialogue y se participe más, pero en las cuales la autoridad siga centrada en los progenitores. Sus reflexiones son producto tanto de la dirección que ha ejercido durante más de dos décadas frente a la innovación pedagógica del Instituto Alberto Merani, como de la realización de diversas investigaciones sobre el tema.
Las familias autoritarias
Durante la mayor parte de la historia, el estilo de autoridad en el hogar ha sido identificado como autoritario. De esta manera –y como tendencia general–, el padre decidió las normas familiares y evaluó y controló el acatamiento irrestricto a ellas por parte de sus hijos. Determinó casi completamente el norte de la vida familiar, las actividades a las que se dedicarían los hijos, las amistades que les convenían y las que no, sus profesiones y hasta las parejas con quienes compartirían la vida.
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Este tipo de padre privilegia la norma, la disciplina y el rigor en la formación del hijo. La disciplina se torna como una macro-prioridad. Es objeto de una preocupación casi obsesiva, pero entendiendo la disciplina como obediencia, acatamiento y sumisión, como cumplimiento de reglas. Por ello, el padre asume con frecuencia posturas arbitrarias. Lo importante es seguir manteniendo la autoridad en el hogar.
La personalidad del padre autoritario suele corresponder a uno de dos extremos: o es muy fuerte, arrollador y “sobre seguro”, o en un extremo opuesto, es profundamente débil y carece de estatus social. En el primer caso, el autoritarismo aparece como extensión de la sobre seguridad del padre; como proyección de una personalidad impositiva. En el segundo, el autoritarismo, en este caso, actúa como mecanismo de reafirmación de un “yo” debilitado. Por ello, pese a lo paradójico que resulta, un tipo de autoritarismo es el ejercido por quien presenta muy poco estatus social a nivel laboral y social. El autoritarismo, en este caso, actúa como mecanismo compensatorio de reafirmación del “yo”.
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Una de las condiciones del autoritarismo es que esté soportado sobre una valoración extrínseca (Ausubel y Sullivan, 1982, tomo 2). Este tipo de relación filial se presenta cuando el padre o la madre valoran al hijo exclusivamente según los resultados que obtenga, e independientemente de la filiación con sus progenitores. El niño, en este contexto, solo es valorado por lo que hace. Por lo general, este tipo de valoración está culturalmente asociada al padre y la recibimos de casi todos los seres humanos con los que interactuamos y en casi todos los momentos y situaciones humanas, con la notable excepción del vínculo materno, y uno que otro amigo, en uno que otro momento de la vida.
No es fácil hablar de los impactos del autoritarismo, en especial porque sus efectos son profundamente variados dependiendo de la personalidad del padre y de la del hijo, y del papel de la madre y los hermanos en estas interrelaciones y tejidos sociales. Así mismo, dependerán sus efectos del contexto social y cultural en el que se desenvuelvan las relaciones filiales señaladas.
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De todas maneras, lo más probable es que la ausencia de satelización en la relación entre hijo y padre genere múltiples efectos negativos para el desarrollo de la personalidad del niño maltratado. El miedo, la dificultad en la interacción y la expresión, el deterioro del autoconcepto y el debilitamiento general de la personalidad son, por lo pronto, los efectos más visibles y más probables generados por un padre –o madre– excesivamente autoritarios2. De allí que Kafka inicie su Carta al Padre refiriéndose a esto. No hace mucho me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestarte; en parte, precisamente, por el miedo que te tengo… (Kafka).
Por lo general, el autoritarismo forma personalidades débiles, temerosas, hurañas e inseguras; niños que debilitan hasta el límite su autoconcepto y que tienden a bloquear la comunicación e interacción con sus semejantes, y en especial, con los adultos, dado que, como mecanismo de transferencia, proyectan ante él la imagen gigantesca y todopoderosa del padre que mira, controla, supervisa y castiga, a toda hora y por cualquier motivo. Resulta, entonces, común que un niño maltratado por los padres tienda a volverse aislado, huraño, inhábil, torpe, amargado y temeroso socialmente.
Por muy paradójico que parezca, en ciertos y especiales casos, la agresión y el maltrato pueden generar el efecto contrario. El agredido, se convierte así en agresor, el maltratado en maltratante y el humillado, en humillante. El niño, pasa de agredido a agresor.Este modelo autoritario ha venido entrando en crisis en el mundo entero desde los años sesenta, en especial por las implicaciones de la revolución del hipismo en la familia y por la profunda transformación que la sociedad en general y de la familia en particular, vividas en las últimas cuatro décadas (De Zubiría, 2005).
La familia que todos conocimos hasta hace poco tiempo fue sensiblemente transformada y diversificada en las últimas décadas. La familia nuclear, constituida por el padre, la madre y los hijos, y que articulaba en torno suyo a una extensa gama de primos, tíos y abuelos, hoy solo constituye una de las tantas
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