Género, cuerpo y poder en "Trabajos del Reino" de Yuri Herrera
Enviado por Alicia Rodriguez • 26 de Noviembre de 2018 • Ensayo • 1.359 Palabras (6 Páginas) • 174 Visitas
Género, cuerpo y poder en Trabajos del Reino de Yuri Herrera
Trabajos del Reino es una novela que habla del mundo del narcotráfico de una manera tan cautivadora y distinta a lo que podría esperarse, que permite estudiar y ahondar en distintos aspectos con relación a los personajes o a la temática que se trata. La tesis de este ensayo es estudiar cómo percibe el personaje de Lobo al Rey, para encontrar si ésta cambia a lo largo de la historia, y si es para bien o para mal. Asimismo, se planea examinar el papel que las mujeres juegan en el relato, para desvelar si éstas están atadas a los estereotipos patriarcales que les asignan las figuras de poder, o si hay alguna que escape de ello. Por otro lado, compararemos la forma en que el autor narra la historia, con elementos medievales, para observar que es una jerarquía que, aunque con nombres distintos, se sigue manteniendo. Este ensayo será posible gracias al análisis de fragmentos de la obra tratada y a comentarios extraídos de clases en las que se interpretó el texto.
En el primer encuentro entre Lobo y el Rey, el protagonista lo ve con admiración, perfecto, maravilloso, invulnerable, como si éste no fuera humano. Es decir, lo reconoce como una masculinidad hegemónica desde que lo ve entrar en aquel bar: “Él sabía de sangre, y vio que la suya era distinta. Se notaba en el modo en que el hombre llenaba el espacio, sin emergencia y con un aire de saberlo todo, como si estuviera hecho de hilos más finos. Otra sangre.”(“Trabajos del Reino”, p. 7). Lobo hasta piensa que el Rey tiene sangre distinta, que está conformado de manera distinta a cualquier otra persona, por eso es que en su narración lo llama el Rey. Esta visión se conserva por mucho tiempo, y Lobo –ahora llamado el Artista– se entrega por completo a su nuevo jefe; vive para el Rey y hace todo en su nombre: “Era un rey, y a su alrededor todo cobraba sentido.” (p. 7) Sin embargo, cuando el Rey le encomienda ir a la fiesta del capo enemigo, Lobo se percata de que la vida en aquel recinto es idéntica a la del Palacio, y que por lo tanto, ésta no tiene nada de especial, como pensaba antes. La percepción del protagonista sobre el jefe comienza a cambiar desde que tiene los nuevos lentes, porque al verlo con tanto detalle se da cuenta de que luce como cualquier otra persona, pero intenta ocultar ese pensamiento y no volver a tenerlo presente: “El Artista observaba y observaba con los lentes nuevos que le había mandado el Doctor, y eso es lo que le brincó: que todo era igual.[…] Tuvo una visión minuciosa del rostro del Rey, como con una lupa le vio la consistencia floja de la piel, de una constitución tan precaria como la de cualquiera de las personas en este lugar. Disimuló que el hallazgo lo fulminaba.” (p. 42) A partir de este momento y de que se enteró de que el Rey no podía tener hijos, su respeto hacia él fue decayendo, cuestionando su autoridad. Su admiración y cariño hacia el jefe se convirtió en desprecio, ya que hasta se alegró cuando le dieron muerte. Pero desde antes se notaba, porque se metió con sus mujeres, evidentemente sin su permiso, acto inaceptable en ese contexto.
Dentro de esta forma de vida nunca pueden faltar las mujeres, y en esta novela al principio pueden ser concebidas con el estereotipo patriarcal que se tiene sobre cómo deberían ser quienes participan en la vida del Capo. Es posible notar esto en la manera en que les son asignados los nombres de acuerdo a su función: la Bruja como una mujer interesada y la encargada de ‘curar’ al Rey, la Niña que es una prostituta y la Cualquiera, la elegida para embarazarse del Rey. Pero conforme avanza la historia y Lobo se acerca a ellas, es posible conocerlas y notar que hay más factores de su personalidad, los cuales van en contra de lo que en un principio se pensaba de ellas. Lobo va descubriendo distintas capas y numerosas facetas de su personalidad, no son personajes planos que se limitan a lo que los estereotipos les imponen, tienen pasiones, sueños y miedos. A pesar de esto, las mujeres sí son vistas como propiedades: “—el Gerente se interrumpió al notar que el Artista vagaba los ojos—. Y cuidadito con meterte donde no debes, no le busques a las mujeres ajenas. —¿Y esa de quién es? —señaló a una adolescente hermoseada el Artista, sólo para desviar la atención. —Esa —dijo el Gerente, como distraído, como si pensara en algo más—, esa de quien lo precise.” (p. 13) Igualmente, son tomadas como un accesorio más; las joyas de oro, diamantes, vestimenta cara y numerosas mujeres denotan poder y riquezas. Incluso hasta en el momento de la muerte del Rey, se quiere mantener esta imagen: “En la otra, el Rey en medio de cinco sardos satisfechos. […] Y había algo extraño en el rostro del Rey, extraño porque era ajeno: también él emanaba satisfacción, una vanidad de grandeza intocada. ¿Cómo lo hacía? El Artista leyó en el pie de foto que el Rey había sido capturado cuando «intimaba» con tres mujeres.” (p. 54) O sea, se había pedido poner esa información para que el Rey fuera recordado como un galán que hasta murió rodeado de mujeres. Las apariencias lo son todo, y quien parezca tener más poder es el que manda, parecido a lo que pasaba en la Edad Media.
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