Globalizacion
Enviado por matifaisa • 26 de Junio de 2015 • 3.349 Palabras (14 Páginas) • 149 Visitas
Las falacias de la globalización
Publicado: Martes, 04 Junio 2013 12:55 | Por: E. Vidal | Imprimir | Visitas: 3428
Cada vez está más extendida la imagen de que la globalización, con sucesivas desregulaciones, privatizaciones y liberalizaciones, ha acabado con el Estado y ha logrado así imponer una economía y unos mercados mundializados que tienen el control de todos los países. Nos encontraríamos, según esta idea, ante una dictadura mundial de los mercados financieros y de las empresas multinacionales comandada por una elite de banqueros internacionales. Esto habría dado lugar a una economía fuera de control en la que empresas y capitales imponen unilateralmente sus intereses al conjunto de la sociedad, y donde los Estados, tremendamente debilitados, sólo son un apéndice de dichos poderes económicos internacionales. La conclusión lógica que se deriva de todo esto es que el enemigo principal es la empresa transnacional y la banca al operar sin ningún control, lo que convierte al Estado en un aliado para, a través de la elaboración de leyes, meter en cintura a dichos poderes supranacionales.
Sin embargo, los hechos desmienten la imagen anterior y nos muestran una realidad bien distinta. En la actualidad el mayor poder económico es el Estado. Prueba de ello es que los Estados de capitalismo avanzado acaparan una media del 50% del PIB de sus respectivas economías. Así, el Estado español se apropia de un 44% del PIB, mientras que países como EE.UU. o los escandinavos se quedan con más del 70%. Además de esto el mayor empleador es el Estado como así lo demuestran los más de 3 millones de asalariados que tiene a su cargo el Estado español, lo que supone el 25% de la población activa, mientras que la empresa del capitalismo privado con mayor número de asalariados es El Corte Inglés con 120.000. Por otra parte el porcentaje del PIB que no domina el Estado está repartido entre miles de entidades financieras y empresariales de diferente tamaño, así como entre asalariados, lo que contrasta claramente con el 44% del Estado que cada año crece en torno al 1%, de manera que su poder no para de aumentar.
La economía, lejos de estar fuera de cualquier control está fuertemente regulada por la legislación del Estado, además de controlada y dirigida a través de su política fiscal. En el caso español existe una doble tributación, por un lado el IRPF y por otro las cotizaciones a la Seguridad Social, que constituye el grueso de los ingresos con los que el Estado financia sus instrumentos de dominación. Pero a ello hay que añadir los innumerables impuestos indirectos, como el IVA, las diferentes tasas y las sanciones económicas. Para extraer estos recursos el Estado cuenta con una inmensa burocracia que se encarga de supervisar el cumplimiento de la legislación fiscal, como ocurre, por ejemplo, con la Agencia Tributaria que dispone de un colosal cuerpo de inspectores distribuido por innumerables direcciones y subdirecciones generales.
Por otro lado el mercado está lejos de ser una realidad autorregulada y fuera de cualquier control al estar sometida a la supervisión, inspección y dirección de diferentes organismos estatales. En el caso español nos encontramos con la Comisión Nacional del Mercado de Valores que inspecciona y supervisa el mercado bursátil español. O la Comisión Nacional de la Competencia, creada por el franquismo en 1963, que controla todos los mercados en materia de fusiones, agrupaciones, cesiones de cartera, transformaciones, escisiones y otras operaciones entre empresas. Pero también está la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones que supervisa y controla todas las actividades de las aseguradoras, negocio que representa el 5,6% del PIB que, tras la aprobación del decreto ley 4/2013, pueden conceder créditos a empresas e invertir en fondos de capital de riesgo lo que ha significado la ampliación del sector financiero.
A nivel internacional la situación no varía mucho en la medida en que el mercado como tal no está fuera del control de los Estados, pues las transacciones comerciales y financieras que desarrolla el capitalismo privado dependen en lo esencial de las condiciones establecidas en los acuerdos alcanzados por los diferentes gobiernos. Frente a la imagen de una economía y unos mercados mundialmente integrados en los que bancos y transnacionales operan a su libre albedrío, sin restricciones de ningún tipo, los hechos demuestran una realidad bien distinta. Prueba de esto es que el comercio internacional en la actualidad es similar al que existía en 1910. Más aún, en 1900 las exportaciones constituían una media del 20,5% del PIB de las economías industriales,[1] lo que no se aleja mucho del 23,7% de media de los países de la OCDE en 2009.[2] Por otro lado hay que señalar que en 1991 el 81% de los capitales de inversión extranjera directa se situaron en países del norte como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Canadá.[3] La concentración de las inversiones en estos países y su progresiva disminución cuestiona la idea de una economía realmente globalizada y liberalizada. No hay más que comprobar que las exportaciones de EE.UU., Japón y UE representan el 12% ó menos del PIB.[4] Nos encontramos, entonces, con que las economías nacionales no están atravesadas por flujos transnacionales que las vinculen con una economía mundial integrada, lo que se debe fundamentalmente a la presencia de los Estados y sus respectivas legislaciones que impiden que las empresas multinacionales y los bancos operen tan libremente como se piensa. En el caso español es el Tesoro Público la institución que se encarga de elaborar y tramitar todas las disposiciones relativas a las entidades financieras y de crédito, a los mercados de valores, a los sistemas e instrumentos de pago, al régimen de sociedades cotizadas, y a los movimientos de capitales y transacciones económicas con el exterior. Esto explica que los mercados financieros, a pesar del alto grado de interconexión que han facilitado las tecnologías, estén tan integrados como lo estaban en 1900.[5]
Otro de los mitos que ha arraigado en el imaginario colectivo es el de las empresas multinacionales como entes globales que operan al margen y por encima de los Estados.[6] Sin embargo, el hecho de que estas empresas operen a través de las fronteras de distintos Estados no quiere decir que todos ellos tengan la misma importancia para las corporaciones, ni tampoco que carezcan de un centro de gravedad geográfico. Así pues, un estudio de las 100 más grandes corporaciones concluye que ninguna de ellas puede considerarse realmente global. Por el contrario acostumbran a estar más vinculadas a su lugar de origen donde desarrollan lo más importante de su actividad: gestión, investigación y desarrollo, ubicación de los principales activos, control, dirección, etc. Sirva como ejemplo
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