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Historia Económica y Social II Cursada de Verano 2016


Enviado por   •  23 de Abril de 2017  •  Biografía  •  2.380 Palabras (10 Páginas)  •  257 Visitas

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Historia Económica y Social II Cursada de Verano 2016

  • La Belleza y el Dolor de la batalla. La Primera Guerra Mundial en 227 fragmentos de Peter Englund, RocaEditorial, Barcelona, 2011.

Selección de Fragmentos

Martes, 4 de agosto de 1914. Elfriede Kuhr- Alumna alemana, 12 años

Elfriede escala la verja de hierro forjado que separa el edificio de la estación de la plaza abarrotada de gente.  La música se oye más próxima. Ven un tren de mercancías que aguarda en la vía tres. Ve que la locomotora echa vapor. Ve que las puertas que los vagones están abiertas, y en ellas vislumbra a los reservistas de paisano que se disponen a ser movilizados. Los hombres se asoman, saludan con la mano y ríen. Al mismo tiempo la música va sonando más y más fuerte, propagándose con mayor nitidez y sonoridad en la tibieza del  aire nocturno. Su hermano grita:

-Ya llegan. Los del 149!

Es a ellos a quienes todos aguardan: al 149° Regimiento de Infantería, la unidad de la propia Schneidemuhl. Se dirigen al frente occidental. “El frente occidental”: el concepto es nuevo. La guerra es por los rusos, todos lo saben, fue en respuesta a la movilización rusa por lo que se movilizó al ejército alemán, y los rusos atacarán pronto, todo el mundo lo sabe.

Para la mayoría de los habitantes de Schneidemuhl, como para la mayoría de los demás alemanes, esta es, en última instancia, una guerra defensiva, una guerra impuesta desde el exterior que no hay más remedio que llevar a cabo. A ellos, tanto como a sus equivalentes de Rusia, Francia, Bélgica y Gran Bretaña, los embarga el temor y la esperanza, pero sobre todo un ardiente y profundo sentido de la justicia, porque lo que se avecina es una fatídica lucha contra las tenebrosas fuerzas del mal. Págs. 21 a 25.

Lunes, 28 de septiembre de 1914, Kresten Andresen- soldado del ejército alemán, danés, 23 años

Kresten Andresen está preocupado, intranquilo y tiene miedo. No siente por el frente ni una pizca de anhelo. Pertenece a una de esas pequeñas minorías nacionales que, sin tener arte ni parte, se ven arrastradas de repente a una gran guerra que, en realidad, no les incumbe para nada; que se encuentran al margen de la retorica nacionalista que ha originado la guerra y de la insensatas aspiraciones que la guerra crea. Son muchos los que en estos días se disponen a morir y a matar por un país por el que solo sienten un superficial parentesco: alsacianos y polacos, rutenos y cachubos, eslovenos y fineses, sudtiroleses y sajones de Transilvania, lituanos y bosnios, checos e irlandeses.

Andresen también pertenece a uno de estos grupos: es de habla danesa y nacionalidad alemana, residente en los antiguos territorios daneses del sur de Jutlandia que desde hace más de medio siglo quedaron dentro de las fronteras del Imperio Alemán.

Andresen escribe en su diario:

Es tal nuestro aturdimiento que partimos a la guerra tan tranquilos, sin lágrimas ni espanto, y eso que todos sabemos que nos envían al puro infierno. Pero ceñido por un rígido uniforme el corazón no late con libertad.  Uno deja de ser uno mismo, apenas es un ser humano, a lo sumo un autómata que funciona convenientemente y que hace lo que le dicen sin recapacitar demasiado. Ay, Dios mío, ¡ojalá pudiéramos volver a ser personas! Págs. 41 a 44.

Domingo, 8 de noviembre de 1914, Alfred Pollard- Infante del ejército británico, 21 años

Este es el tercer mes que Pollar pasa en el ejército. A las cinco de la tarde del día 8 de agosto salió de la compañía de seguros de la calle St. James donde trabajaba de oficinista para nunca más volver. Decidirse fue fácil. Unos días antes s encontraba entra la muchedumbre agolpada frente a uno de los grandes cuarteles del ejército en Londres viendo desfilar una sección de soldados de la guardia que marchaban hacia la guerra. El gentío los aclamaba y vitoreaba, también él, sin embargo, al ver a los soldados marcando el paso todos a una y balanceando los brazos rítmicamente, las lagrimas le hicieron un nudo en la garganta. No lloraba de orgullo, como muchos de los otros; tampoco se trataba de que la súbita solemnidad del momento le hubiese emocionado, ni de que comprendiera que de pronto que su país se había visto obligado a lanzarse a una guerra sin anuncia (a una guerra importante, además, porque, desde luego, aquellos no era una de esas reiteradas escaramuzas que se producían en las lejanas colonias, sino una guerra inmensa que amenazaba con poner el mundo patas arriba; de hecho, más que una amenaza se trataba de una promesa, por eso muchos gritaban hurra: la guerra traía consigo la promesa de un cambio radical. Con todo, no era tampoco eso lo que le afectaba hasta el punto de hacerle llorar. Sus lágrimas las producía la envidia. Cuánto le gustaría ser uno de aquellos soldados. Pág. 65.

Domingo, 25 de octubre de 1914, Michel Corday- funcionario de un ministerio francés, 45 años

Michel Corday es un funcionario de 45 años empleado en el Ministerio de Comercio y Correos pero también es socialista, pacifista y literato. Escribe sobre literatura y política en diarios y revistas y hasta ha publicado varias novelas. Ha sido militar y varias de sus obres reflejan ese pasado mientras que otras versan sobre penurias sociales o sentimentales.  Para Corday el estallido de la guerra es una vergüenza y una derrota, y todavía no ha conseguido hacerse a la idea. Tardó mucho tiempo en tener una visión de conjunto. Durante un tiempo intentó entretenerse con las lecturas pero en balde: “Cada pensamiento y cada acto que el estallido de la guerra originaba se convertía en un golpe amargo y letal contra la gran convicción que anidaba en mi corazón: la idea de que el progreso es constante y de que evolucionamos hacia un mayor grado de felicidad. Hasta entonces nunca creía que algo como esto pudiera ocurrir. Significó el derrumbe de mis creencias. El estallido de la guerra marcó el despertar de un sueño que he alimentado desde que empecé a tener uso de razón”. En la playa los niños juegan a la guerra: las niñas eran enfermeras y los varones heridos. Desde su ventana vio marchar a una tropa de artilleros, que se alejaban cantando, y entonces Corday se echó a llorar. Págs. 58 y 59.  

Viernes, 25 de marzo de 1915, Rafael de Nogales- oficial de caballería del ejército otomano, venezolano, 35 años

-“… ¡Desgraciadas las tierras de las que huyen hasta las aves de rapiña!...” Con todo, no hay rastro de arrepentimiento en él. Esto es lo que quería. Nació en Venezuela, en el seno de una familia de conquistadores y corsarios, se crió y educó en Alemania y vive dominado por una sed de aventuras fuera de lo corriente. Tan pronto tuvo conocimiento del estallido de la guerra tomó en la Martinica el vapor correo de Cayena rumbo a Europa. Cuando finalmente llegó a Calais, el desembarco fue dramático. Las calles estaban abarrotadas de refugiados, principalmente mujeres y niños que cargaban a cuestas con –“…lo poco que habían logrado salvar durante su fuga…”-.

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