Humanismo Teorico Occidental
Enviado por dianacoronel • 16 de Mayo de 2014 • 2.341 Palabras (10 Páginas) • 394 Visitas
Nos habla que el humanismo es un tema de interminable discusión entre los historiadores es si el humanismo constituye una ruptura neta con respecto a la época medieval en la que se tuvo una culminación de un proceso de maduración de las temáticas filosóficas, religiosas, sociales, ue habían surgido económicas, etc. que ya que había surgido en el Medioevo tardío. Indudablemente en el cual nos dice que existen excelentes argumentos para sostener ambas interpretaciones ninguna reconstrucción histórica puede prescindir de la imagen que los protagonistas de aquella época tenían del propio tiempo y del significado que atribuían a sus obras. Este punto no da lugar a ambigüedades ya que la evaluación es unánime. En efecto, todas las grandes figuras humanistas perciben que el tiempo que les ha tocado vivir es especial: un tiempo en el que la humanidad, luego del largo sueño de barbarie del Medioevo, retorna a sus orígenes, pasa a través de un “renacimiento” entendido según la tradición mística, es decir, un “segundo nacimiento”, una renovación total que le permite recobrar la fuerza, el ímpetu que sólo es posible encontrar en el principio. Por lo tanto, para la cultura del humanismo no se trata simplemente de desarrollar y completar las realizaciones de la época precedente, sino de construir un mundo y una humanidad completamente renovados, y esto –de acuerdo a la imagen del “renacer”– es posible sólo gracias a la muerte, a la desaparición del mundo y del hombre medievales. La concepción de la historia y la imagen del universo reflejan esta visión teológica. La historia no es la memoria de hombres, pueblos, civilizaciones, sino el camino de expiación que lleva del pecado original a la redención. En el límite extremo del futuro luego de los terribles prodigios de la Apocalipsis, vendrá el juicio tremendo de Dios. La Tierra, inmóvil y al centro del universo según la concepción tolomeica, está circundada por las esferas de los cielos planetarios y de las estrellas fijas que giran animadas por potencias angélicas. El cielo supremo, el empíreo, es la sede de Dios, motor inmóvil que todo lo mueve , La literatura greco-latina, que de esta manera vuelve a la luz, se refiere a la vida terrena. Es una literatura que habla de los hombres de este mundo, radicalmente diversa a la literatura cristiana de los libros sagrados, de los padres de la Iglesia, de los doctores medievales, donde Dios y la vida ultraterrena constituyen el centro de todo interés. Es precisamente la contraposición de las humanae litterae a las divinae litterae lo que inicia la renovación cultural operada por el humanismo , Luego, después de casi mil años de cultura cristiana, reaparece en Occidente el ideal de humanitas, la confianza en el inmenso poder formador que la filosofía, la poesía y las artes ejercen sobre la personalidad humana, que fue característica de Grecia primero y de Roma más tarde, y en la que se identifica la esencia misma del humanismo renacentista. Ahora el instrumento educativo está dado por los grandes clásicos de la literatura latina, y en segundo lugar –dado el limitado conocimiento del idioma– por los clásicos griegos. En ellos se basan los studia humanitatis. De aquí el nombre de humanistas atribuido a aquéllos que se dedican a estos estudios que, a principios del siglo XV en Italia, comprendían: gramática, retórica, poesía, historia y filosofía moral.
La nueva imagen del hombre
En esta parte nos explica que toda la literatura del humanismo se concentrara en exaltar al hombre y reafirmarlo su dignidad como ser humano pero en este tema tiene un objetivo común en la cual es recobrar la fe en la creatividad del hombre y su capacidad de transformar el mundo y construir su propio destino pero nos habla de de grandes figuras humanista como la de Lorenzo Valla, ataca en su diálogo De voluptate (El placer) uno de los aspectos centrales de la ética medieval: el rechazo del cuerpo y el placer. Remitiéndose a la concepción epicúrea, nuevamente conocida gracias al redescubrimiento de Lucrecio, Valla arremete en dura polémica contra toda moral ascética, ya sea estoica o cristiana, que lleve al hombre a humillar su cuerpo y a rechazar el placer. Para Valla toda acción humana –aun aquella que parece dictada por otros móviles– está motivada por fines hedonistas. Aún el aspirar a una vida después de la muerte se encuadra en este sentido León Battista Alberti –que fue filósofo, matemático, músico, arquitecto– es una de esas extraordinarias personalidades universales que la época del Renacimiento prodigó al mundo. El centro de sus reflexiones es uno de los más típicos temas humanistas: que la acción humana es capaz de vencer hasta al Destino. En el Prólogo a los libros Della famiglia (La familia)[4], Alberti niega todo valor a la vida ascética, rechaza toda visión pesimista del hombre y otorga a la acción humana la más alta dignidad y en el cual el verdadero valor del hombre reside en el de su trabajo
Del neoplatonismo antiguo Ficino retoma la idea de la manifestación de la divinidad, el Uno, en todos los planos del ser, por un proceso de “emanación”. No hay, por tanto, un abismo entre el hombre y la naturaleza por un lado y Dios por el otro, sino un pasaje ininterrumpido que va de Dios al ángel, al hombre, a los animales, a las plantas, a los minerales. El hombre está al centro de esta escala de seres y es el vínculo entre lo que es eterno y lo que está en el tiempo. El alma humana, punto medio y espejo de todas las cosas, puede contener en sí todo el universo.
Así es cómo se expresa Ficino: « ¿No se esfuerza el alma para transformarse en todas las cosas, así como el hombre es todas las cosas? ¡Se esfuerza en manera maravillosa! Vive la vida de las plantas en su propia función vegetativa, la vida de los animales en la actividad sensible, la vida del hombre cuando con la razón .
3. La nueva imagen del mundo
Todas las corrientes filosóficas del Renacimiento están saturadas de “naturalismo”, pero en este caso el término asume un connotación especial, que nada comparte –es más, que es incompatible– con la concepción moderna.
El mundo natural no es –como en la visión científica actual– pura materia inanimada sujeta a leyes mecánicas y ciegas, sino un organismo viviente dotado de energías en todo semejantes a las del hombre. Infinitas corrientes de pensamiento y de sensaciones lo atraviesan, uniéndose a veces, y a veces oponiéndose entre sí. Al igual que el hombre, posee sensación e intelecto, siente simpatías y antipatías, placer y dolor. Según la concepción hermética, el universo es un gigantesco individuo dotado de un alma invisible que siente y conoce, el alma del mundo, y de un cuerpo visible, dotado –como el humano– de
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