Jennifer Mallette. Amor
Enviado por • 17 de Septiembre de 2014 • Resumen • 4.365 Palabras (18 Páginas) • 254 Visitas
Amor: Una sola palabra, una cosa pequeña, una palabra no mayor ni más larga que el filo de una navaja. Eso es lo que es: una cuchilla. Corta tu vida por el centro, separandolo todo en dos, haciendo que caiga a uno u otro lado. Antes y después.
En el siglo XXII los científicos han puesto fin a la pandemia que, durante milenios, asoló el planeta. Era tan grave que, encontrada la cura, el gobierno decretó su administración a todos los ciudadanos a partir de la mayoría de edad. Escrita en primera persona, su protagonista, Lena Holoway, está emocionada.Lleva años esperando cumplir los 18; por fin vivirá sin dolor, de un modo predecible y feliz.
Pero la vida nunca es predecible, y Lena pronto va a descubrirlo.
este es un libro que es muy interesante ya que aquí el amor es una enfermedad y bueno yo pienso que es super eh aquí un fragmento o capitulo
Si pisas raya, tu madre estalla;
si pisas cruz, te quedas sin luz;
si pisas un palo, te pasa algo malo.
Mira donde pisas, o morirás deprisa.
Canción popular infantil
(para comba o palmas)
Esa noche vuelvo a tener el sueño.
Me encuentro al borde de un gran acantilado blanco de arena. El terreno es inestable. El saliente sobre el que estoy comienza a desmoronarse, se desprender cada vez más pedazos que van cayendo a miles de metros por debajo de mi, hasta el océano que rompe y golpea con tal fuerza que parece un enorme guiso espumoso, todo crestas blancas y oleadas de agua. Me da pánico la idea de caerme, pero por algún motivo no puedo moverme ni moverme ni alejarme del borde del precipicio, incluso
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cuando siento que el suelo se desliza debajo de mí, millones de moléculas que se recolocan en el espacio para convertirse en viento. Voy a caer en cualquier momento.
Y justo antes de saber que no tengo nada más que aire bajo los pies, que voy a caer irremediablemente al agua envuelta en el aullido del viento, las olas que baten allá abajo se detienen y se abren por un momento, y veo el rostro de mi madre, pálido, hinchado, con manchas azules, flotando bajo la superficie. Sus ojos están abiertos, y sus labios separados como si estuviera gritando. Tiene los brazos extendidos a los costados, y se mueve con la corriente como si esperara para abrazarme.
Ahí es cuando me despierto. Ahí es cuando me despierto cada vez.
La almohada está húmeda y me pica la garganta. He llorado en sueños. Gracie está acurrucada junto a mí, con una mejilla apretada contra la sábana, mientras su boca se mueve una y otra vez sin emitir ningún sonido. Siempre se mete en la cama conmigo cuando tengo ese sueño. De alguna manera ella lo percibe.
Le aparto el cabello de la cara y retiro de sus hombros las sábanas empapadas en sudor. Me va a doler dejarla cuando me vaya. Nuestros secretos nos han acercado y nos han unido. Ella es la única que sabe de la frialdad, ese sentimiento que me viene a veces cuando estoy en cama, un sentimiento negro y vacío que me quita el aliento y me deja jadeando como si me acabaran de tirar al agua helada. En noches así, aunque está mal y es ilegal, pienso en aquellas palabras extrañas y terribles «Te amo», y me pregunto qué sabor tendrían en mi boca, intento recordar su ritmo cadencioso en la voz de mi madre.
Y por supuesto, guardo el secreto de Grace. Soy la única que no es tonta ni retrasada; no le pasa nada en absoluto. Soy la única que la ha oído hablar alguna vez. Una de las noches que vino a dormir a mi cama, me desperté muy temprano, apenas cuando empezaba a clarear. Ella estaba a mi lado. Ahogaba su llanto
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contra la almohada y repetía lo mismo una y otra vez tapándose la boca con las mantas; apenas podía oírla: «Mamá, mamá, mamá». Era como si estuviera intentando acabar con la palabra a mordiscos, como si la asfixiara en el sueño. La tomé entre mis brazos y apreté y después de lo que me parecieron horas, se agotó de repetirla y volvió a caer dormida, con la cara caliente e hinchada por las lágrimas. Poco a poco, la tensión de su cuerpo se fue relajando.
Esa es la verdadera razón por la que no habla. El resto de sus palabras están acumuladas en esa palabra única y acechante, que sigue despertando un eco en los rincones oscuros de su memoria.
Mamá.
Lo sé. Lo recuerdo.
Me incorporo y observo cómo la luz va adueñándose de las paredes, aguzo el oído para escuchar los gritos de las gaviotas, bebo un trago del vaso de agua que tengo junto a la cama. Estamos a dos de junio. Faltan noventa y dos días.
Deseo por Grace, que la cura pudiera hacerse antes. Me consuelo pensando que algún día a ella también le harán la operación. Algún día la salvarán, y el pasado y todo su dolor se volverán tan suaves y agradables como la papilla con que alimentamos a nuestros bebés.
Algún día, todos seremos salvados.
Al día siguiente, cuando consigo salir de la cama y bajar a desayunar, siento como si tuviera arena en los ojos. Ya se ha hecho pública la versión oficial del incidente en los laboratorios. Carol mantiene bajo el volumen de nuestra pequeña tele mientras prepara el desayuno, y el murmullo de los presentadores casi me hace dormirme de nuevo. «Ayer, un camión de ganado destinado al matadero se confundió con un cargamento de productos
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farmacéuticos, dando lugar al inaudito y divertido caos que pueden ver en su pantalla». Lo que se ve en la pantalla: enfermeras que chillan y golpean con tablitas a vacas que mugen.
No tiene ningún sentido, pero mientras nadie mencione a los inválidos, todos contentos. Se supone que no sabemos nada de ellos. Se supone que ni siquiera existen; en teoría, toda la dente que vivía en la Tierra Salvaje fue exterminada hace medio siglo, durante la gran campaña de bombardeo.
Hace cincuenta años, el gobierno cerró las fronteras de Estados Unidos. El país está vigilado constantemente por personal militar. Nadie puede entrar. Nadie sabe. Cada comunidad aprobada y sancionada debe estar también rodeada por una frontera, esa es la ley, y todo viaje entre comunidades requiere la aprobación oficial por escrito del gobierno municipal, que debe obtenerse con seis meses de antelación. Es para nuestra protección. Seguridad, inviolabilidad, comunidad. Ese es el lema de nuestro país.
En general, se puede decir que ha sido un éxito. No hemos sufrido ninguna guerra desde que se cerró la frontera y casi no hay delitos, apenas incidentes aislados de vandalismo o hurtos menores. Ya no hay odio en Estados Unidos, al menos entre los curados. Solamente casos esporádicos de desapego, pero toda intervención quirúrgica conlleva un riesgo.
Sin embargo, hasta ahora el gobierno no ha conseguido
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