José René Finol: La hipoteca social

José René Finol: La hipoteca social

El caso de don José resulta ciertamente el contraste de dos situaciones importantes, por un lado lo inspirador que resulta la manera en la que don José ha dirigido su hacienda y negocio, la estrategia tal vez poco vista en las empresas de la que se ha valido para hacerla sostenible; y por otra parte la coyuntura que ha pasado Venezuela en lo corrido del siglo, la cual ha representado para don José y en general todo inversionista y comerciante, un escenario de incertidumbre, temor y pérdidas económicas.

Desde el momento en que Hugo Chávez llegó al poder, tuvo el propósito de restructurar el sector agrario y lograr una autosuficiencia alimentaria^[1], para lo cual se encargó de adueñarse de los terrenos bajo la expropiación, y con el correr de los años se vino mostrando como su mejor alternativa para asegurarse el control sobre la economía del Estado.

Ciertamente una cosa era negociar o al menos sobrellevar a un Hugo Chávez en un plano económico y político en el que aún Venezuela tenía gran influencia en la región apoyado de unas reservas y precios del petróleo muy favorables, con los que podía incluso subsidiar y mantener el fallido modelo económico que estaba implementando. La idea de cerrar las barreras comerciales y fronterizas, de aislarse de la región y de importar todo aquello que ya el propio país era incapaz de producir aún era viable.

Sin embargo, tras la muerte del mandatario y la posesión de su designado sucesor, seguido de una caída estrepitosa en los precios del commoditie, donde para la referencia WTI que rige a la región se cerró el año a USD$53,27^[2] por barril (una caída del <46%> sobre el inicio de año), derivó en lo que se ha conocido como una catástrofe social, económica y política que ha afectado a todos los sectores de la sociedad venezolana. La situación abiertamente ha empeorado y degenerado en un completo y estricto control del Estado en lo que la inversión privada se ha visto cohibida y los capitales han terminado por fugarse a otros mercados menos riesgosos, ya el país dejó de contar con el amplio flujo de caja de años atrás, por lo que el riesgo para la inversión aumentó.

Y es que a 2018 se contaba ya con una cifra de 5 millones de hectáreas expropiadas^[3] arbitrariamente por el gobierno, lo que desafortunadamente nunca representó una mayor producción en los campos, todo lo contrario, según el presidente de Fedeagro, Aquiles Hopkins, “El resultado de esa ‘guerra contra el latifundio’ es un fraude. Esas tierras se las entregaron a campesinos sin ningún tipo de ayuda como financiamiento, capacitación, asistencia técnica e insumos. Ahora no producen nada”. En el mismo estado de Zulia donde está ubicada la Hacienda Alturitas, ya se han expropiado tierras, en el año 2010 el gobierno recayó sobre 3.899 hectáreas de la Hacienda Bolívar, famosa por el levante de bovino de raza Santa Gertrudis^[4], y la cual correría la mis a suerte que han tenido las tierras intervenidas, abandono, deterioro, pérdida de la producción, los matices que reflejan el actual modelo de apropiación estatal.

Es claro que don José ha manejado su hacienda y negocio de una manera ejemplar, no sólo en lo económico sino en su impacto en la población, ha ido claramente más allá en términos de responsabilidad social que muchas otras empresas, logró un negocio sostenible no solamente minimizando los gastos en contravía del bienestar de sus empleados, por el contrario, ha brindado mayores beneficios a quienes le servían y en compensación estos maximizaron sus productividad, y se enfocaron en medio de la necesidad en disminuir sus costos y gastos en el proceso de producción lo cual le permitió expandir y sostener su negocio sin necesidad de recortar empleos o las condiciones de sus trabajadores.

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