Keynesianismo
Enviado por YuganMassiel • 29 de Marzo de 2015 • 5.185 Palabras (21 Páginas) • 306 Visitas
Antecedentes
Entre 1930 y 1945, Occidente vivió una depresión típicamente deflacionista que, como tuvimos ocasión de analizar en la lección anterior, se corresponde con una acumulación de distorsiones en las estructuras productivas y financieras de los agentes económicos. A su vez, también tuvimos ocasión de comentar que la superación de las depresiones deflacionistas acarrea un elevado esfuerzo en términos de ahorro (para reconvertir los planes empresariales y reducir el exceso de endeudamiento) durante un prolongado período de tiempo.
Durante estas épocas, los agentes económicos no compran a crédito ni mucho menos tanto como durante la fase del boom, destinan buena parte de sus recursos a minimizar su endeudamiento, proceden a liquidar y desmantelar parte del tejido empresarial, rompen buena parte de los tratos comerciales y laborales, y paralizan sus nuevas inversiones a la espera de encontrar nuevas oportunidades de ganancia a riesgos aceptables. Dicho de otra manera, el estancamiento económico y el reconocimiento, en forma de destrucción de riqueza, de que durante el boom se tomaron malas decisiones financieras y reales, coincide con un período de desplome del gasto agregado en la economía, con especial incidencia sobre la inversión empresarial.
Nada más sencillo, pues, que trazar una relación causa-efecto entre la depresión económica y el hundimiento del gasto agregado, llegando a la aparentemente lógica conclusión de que la manera de lograr volver a la senda de crecimiento pasa por reinflar el taciturno gasto agregado y, en particular, el gasto en inversión. No es casualidad, por consiguiente, que durante la Gran Depresión ganaran predicamento aquellas teorías que reclamaban una actuación más decidida del sector público dirigida a incrementar la demanda agregada de la economía; y, de entre todas las teorías, sobresalió por su hábil composición argumental y por la carismática personalidad de su autor la obra de John Maynard Keynes y, especialmente, de su libro La Teoría General del empleo, el interés y el dinero (1936). Al análisis y crítica de los argumentos contenidos en esta obra dedicaremos la presente lección.
El marco general de La Teoría General
La Teoría General trata de demostrar que el normal funcionamiento de las economías capitalistas no garantiza la plena ocupación de sus factores productivos (sobre todo, trabajadores); es más, debido a las características peculiares de estas economías, cabe anticipar que cada vez haya más factores estructuralmente desempleados.
Para llegar a esta conclusión, Keynes rechaza desde un comienzo la famosa Ley de Say que ya tuvimos ocasión de analizar en la lección 3. Como vimos, Say se limitó a afirmar que “la producción es la que da salida a los productos”, es decir, que en última instancia las mercancías que compramos las pagamos con otras mercancías que o bien hemos producido (intercambios al contado) o que vamos a producir (intercambios a crédito). Keynes, sin embargo, evita en todo momento citar al propio Say para llegar a la conclusión de que lo afirmado por el economista francés fue que “la oferta crea su propia demanda, dando a entender, de forma muy señalada pero no demasiado clara, que todos los costes de la producción, de forma directa o indirecta, acaban gastándose en adquirir esa misma producción”.
Fijémonos que aquí ya encontramos una primera tergiversación de Keynes, por cuanto la Ley de Say no es incompatible con la existencia de sobreproducciones parciales: Say no quiso decir que todo lo producido se vendiera siempre, sino que el poder de compra, en última instancia, lo concede la producción. Es más, la Ley de Say tampoco es incompatible con que, durante un determinado período de tiempo, se efectúe un auténtico alud de adquisiciones de bienes presentes a cambio de prometer entregar unas determinadas cantidades de bienes futuros que, por distintos motivos, no llegarán a fabricarse. Es decir, la Ley de Say no es incompatible con que se efectúen muchas compras a crédito y que, posteriormente, esos créditos terminen siendo impagados: justamente, esta es la descripción de ciclo económico que ofrecimos en la lección anterior. Pero tal como la describió Keynes, la Ley de Say parecía un disparate que en muy pocos casos se verificaría realmente.
Este rechazo de Keynes del muñeco de paja que construye le sirve para efectuar una separación conceptual entre oferta agregada y demanda agregada, como si fueran dos magnitudes distintas. Empero, lo que es obviamente falso desde un punto de vista individual (la oferta de una empresa no genera su propia demanda) sí es cierto desde un punto de vista agregado: la oferta agregada necesariamente ha de ser igual a la demanda agregada a lo largo del tiempo. Todo lo que agregadamente se ha demandado o se va a demandar (demanda agregada) viene limitado por los bienes que se han ofrecido o que se van a ofrecer en el mercado (oferta agregada); asimismo, todo lo que se ofrece o se va a ofrecer en el mercado (oferta agregada) o se demanda o, si no se vende, se va a forzar su transformación aquellos otros bienes que los consumidores presentes o futuros sí desean. Es decir, cuando una parte de la oferta agregada no se vende, no es porque se hayan producido demasiados bienes “en general”, sino porque se han producido demasiado de algunos bienes que los consumidores no desean y, por tanto, tocará reconvertirlos en otros que sí son demandados. Lo que no tiene sentido es que los agentes económicos produzcan y vendan mercancías para no adquirir, ni ahora ni en el futuro, ninguna otra mercancía a cambio (estarían regalando su producción al mercado).
Keynes, no obstante, pretende demostrar que el atesoramiento de dinero es un proceso irracional y estéril que hace que oferta y demanda agregadas no coincidan. Por los motivos que a continuación expondremos, los individuos tenderán a retirar una parte de su poder adquisitivo del mercado (atesoramiento de dinero) y ello evitará que se vacíe (que se venda) toda la oferta de bienes y servicios: la diferencia entre la demanda y la oferta agregada, que Keynes reputa que puede ser estable y estructural en el tiempo, se traducirá en un nivel de desempleo que si los agentes optaran por gastar más podría eliminarse por entero.
Dicho de otro modo, Keynes observa la oferta agregada como una máquina que se pondrá en mayor o menos funcionamiento según la demanda que se efectúe de ella: la cuestión es cómo lograr que esté siempre a pleno rendimiento. En su opinión, un mercado libre no logrará un nivel de consumo e inversión suficientemente elevado, lo que obligará al Estado a intervenir en “estimular” una mayor demanda. Las razones que llevan a Keynes a esta conclusión pueden localizarse en su particular descripción de los dos componentes de la
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