LA MIRADA DE LO CERCANO

Universidad Sergio Arboleda
Arte II
Mayra Alejandra Murcia Coca

LA MIRADA DE LO CERCANO

Los seres humanos suelen ser tan imperfectos que, aunque quisiesen redondear la perfección no lo logran y precisamente es porque no realizan una introspección sobre sí. Se creen nobles por el hecho de que lo expresan, sin embargo, cuando deben confrontarse  al perdón encuentran una y otra evasiva para obviarlo; se creen justos aun cuando juzgan la apariencia del vecino o envidian la belleza aparente de la modelo de revista; dicen compartir inclusive cuando acaparan todo para que en sus lacenas nada falte viendo por la ventana como sus colindantes ondean una bandera roja; se creen buenos porque es más fácil de este modo tener amigos; empero, nada de lo que suelen decir, son. Lo frustrante de este tipo de seres humanos es que todo lo que construyen en su entorno no tiene ningún lazo fraterno o sincero, todo son apariencias sin frutos. Transitan sin rumbos seguros, los senderos por los cuales peregrinan suelen ser sombríos, además de su desconocimiento propio creen conocer al otro, sintiendo seguridad sobre todo lo que constituye. Personas tristes con nostalgias eternas, pero, aunque este panorama sea tan desolador no termina de serlo, pues estos individuos ignoran por completo esta descripción.

Tan solo si se tomarán el tiempo de atender (se) y dejarán de lado la Afán tan incesante que les persigue, sí, con mayúscula de nombre propio, porque al parecer la han humanizado, la cargan acuestas y tiene un peso tan poco llevadero que solo se desligan de ella en las noches y el poco tiempo que consideran como “libre” lo invierten en sus teléfonos celulares, estando al lado del amor de su vida o de su mascota que ha esperado todo el día para poder jugar a la pelota. Parece que la naturaleza del ser humano es ser un carente de todo y quejumbroso de la nada. Pero ha de llegar el momento en el que se destilen como lo hace una planta en una pipeta y puedan ver la verdadera esencia de las cosas y la importancia de serle útil al planeta y a los otros reconociéndolos en sí mismos. Claro al planeta percatándose de su importancia y asimismo agradecerle por cada manantial, bosque, selva, desierto, océano, especie, clima… Y al otro viéndole con los ojos del alma y brindarle bondad, amistad, amor, buena voluntad… Desde allí.

Pero hoy por hoy cada individuo representado con una mirada vacía, atascada y empolvada no desea cruzar el umbral hacía las texturas de lo cotidiano. Nadie parece importarle pensar (se) sobre estas cosas que considera insignificantes, pero administrar, adinerarse, soñar con lujos y grandes ventanales, cuerpos esculturales, psicologías baratas de coach… Eso si requiere estricta atención.

Es de resaltar que hay aquellos sujetos que trotan y trotan descubriéndose en colores, alimentos, personas, culturas, espacios, olores… Y son los misioneros de la vida, sí, que en un mundo tan liquido y lleno de insignificancias logren hacer prevalecer las verdaderas esencias en mentes robóticas.

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