LA NOCHE DE TLATELOLCO
Enviado por f_jorge000 • 3 de Junio de 2013 • 1.387 Palabras (6 Páginas) • 622 Visitas
En este libro la autora busca testimonios de los principales actores sobrevivientes que sufrieron la tragedia de octubre de 1968, entre el pelo largo, minifaldas e influencia hippie.
El 2 de octubre de 1968 el Ejército Mexicano, a la señal de bengalas en el cielo, disparan a traición a la gente que allí estaba reunida, sin importar sexo ni edad, tragedia que culminó en aproximadamente 300 muertos, en dónde Díaz Ordaz asume la responsabilidad moral e histórica de los acontecimientos acaecidos el 2 de octubre de 1968. En el plano literario podemos legítimamente enorgullecernos de la obra maestra que logró el reportaje, o la historia oral, o la crónica, o como se quiera llamar a un género tan ambicioso como la noche de Tlatelolco.
Las primeras páginas están dedicadas a fotografías desde la riña entre las pandillas de Los Ciudadelas y Los Araña, frente a la Preparatoria Isaac Ochotorena; culminando con el Día de Muertos y los rezos por los asesinados, que se llevó a cabo ante la mirada de los soldados, en la Plaza de las Tres Culturas. En la segunda parte habla sobre la noche de tlatelolco, cómo fueron sucediendo los hechos, es sorprendente que presidieran la barbiere, el primitivismo, el odio y los más siniestros impulsos.
El libro también tiene una tercera parte titulada cronología en la cual de manera más resumida explicar todos los hechos que se refieren los estudiantes en sus testimonios de historia oral.
La década de los sesenta es un pasado del que se duda, parece desde este nuevo siglo, que no pudo ser un mundo en el que los estudiantes querían acabar la guerra en nombre del amor; donde los jóvenes mexicanos de aquella época, creían que la calle era de ellos, que la democracia era posible, que existía respeto por la forma de pensar y por la vida. Esa noche del 2 de octubre no hubo nada de eso, todas las cosas en las que se creyeron y soñaron nunca existieron, como lo son la libertad de ser joven y expresar lo que se siente.
El Movimiento empezó con una bronca estudiantil entre dos pandillas, los Ciudadelos y los Arañas (así llamados), se pelearon frente a la preparatoria Isaac Ochoterena, que enfrentaron a su vez con alumnos de la Vocacional dos del IPN. A las cinco y media del miércoles dos de octubre de 1968, aproximadamente diez mil personas se congregaron en la explanada de la Plaza de las Tres Culturas para escuchar a los oradores estudiantiles del Consejo Nacional de Huelga, los que desde el balcón del tercer piso del edificio Chihuahua se dirigían a la multitud compuesta en
Su gran mayoría por estudiantes, hombres y mujeres, niños y ancianos sentados en el suelo, vendedores ambulantes, amas de casa con niños en brazos, habitantes de la unidad, transeúntes que se detuvieron a curiosear, los habituales mirones y muchas personas que vinieron a darse una “asomadita”.
Hablaron algunos estudiantes: un muchacho hacía las presentaciones, otro de la UNAM, dijo: “El Movimiento va a seguir a pesar de todo”, otro del IPN: “se ha despertado la conciencia cívica y se ha politizado a la familia mexicana”; una muchacha, que impresionó por su extrema juventud, habló del papel de las ejércitos. Los oradores atacaron a los políticos, a algunos periódicos, y propusieron el boicot contra el diario "El Sol".
Cuando un estudiante de apellido Vega anunciaba que la marcha programada al Casco de Santo Tomás del Instituto Politécnico Nacional no se iba a llevar a cabo, en vista del despliegue de fuerzas públicas y de la posible represión, surgieron en el cielo las luces de bengala que hicieron que los concurrentes dirigieran automáticamente su mirada hacia arriba. Se oyeron los primeros disparos.
La gente se alarmó. A pesar de que los líderes del CNH desde el tercer piso del edificio Chihuahua, gritaban por el magna voz: “¡No corran compañeros, no corran, son salvas!, ¡No se vayan, no se vayan, calma!”, la desbandada fue general. Todos huían aterrorizados y muchos caían en la plaza, en las ruinas prehispánicas frente a la iglesia de Santiago Tlatelolco. Se oía el fuego cerrado y el ruidp de ametralladoras. A partir de ese momento, la Plaza de las Tres Culturas se convirtió en un infierno.
Los
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