LA SOLIDARIDAD, ¿UN DERECHO O UN DEBER?

LA SOLIDARIDAD, ¿UN DERECHO O UN DEBER?

La solidaridad es un término que, a pesar de ser visto desde distintos ámbitos, tiene siempre definiciones similares. Proveniente de la palabra del latín Solidaritas, que expresa la realidad homogénea de algo físicamente entero o unido, cuyas partes integrantes son de igual naturaleza. La cristiandad adoptó el término aplicándolo a la comunidad de todos los hombres, iguales por ser hijos de Dios. La doctrina social de la iglesia entiende la solidaridad como sinónimo de igualdad, fraternidad, ayuda mutua, en un todo unido a los conceptos de responsabilidad, generosidad, desprendimiento, cooperación y participación

Como hemos descrito anteriormente en los distintos campos nombrados, la solidaridad es vista como la igualdad entre dos o más seres que forman parte de una sociedad. En nuestra Constitución Política de 1991 la solidaridad fue incluida como un principio de la seguridad social y como un deber de todas las personas de responder “con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las personas”.

La solidaridad es unánimemente aceptada como ‘un principio básico’ y ‘fundante’ de la seguridad social y puede entenderse en dos sentidos: Una solidaridad general en virtud de la cual todos los miembros de la sociedad prestan su colaboración al bien común aportando todos los medios necesarios para el suministro de las prestaciones a quienes las necesitan y con independencia del interés particular en la obtención del beneficio y una solidaridad entre generaciones, según la cual cada generación debe proveer a la tutela de las generaciones pasivas”.

Carlos Alberto Atala, Derecho de la seguridad social, 2a ed.         

En nuestro país, un país donde abundan las necesidades y carece de la solidaridad, principalmente la de sus dirigentes, un país donde históricamente estos dirigentes han preferido el bien propio y de sus familias, que abogar por un pueblo que grita desesperadamente que tiene hambre y necesidades; recientemente nos han venido introduciendo la solidaridad como un derecho, un derecho al que las organizaciones públicas y privadas pueden acceder con el fin de convertir la “solidaridad” en beneficios tributarios.

Los beneficios tributarios como Obras por Impuestos, ofrecen a algunas compañías iniciar proyectos “solidarios” que benefician a algunas comunidades, que si bien cumplen su objetivo como proyecto, no son propiamente un acto de solidaridad, sino una forma de pagar sus impuestos (obligatorios) y de paso un impulso publicitario en algunas regiones donde quizás las marca no son tan reconocidas. Quizás para algunas personas éste pago de impuestos con obras de “solidaridad” es una forma de garantizar que su dinero de impuestos sea bien invertido y no se quede en el limbo como algunas veces suele suceder; pero ¿acaso esto no es una forma de aceptar y conformarnos con la corrupción que por tantos años ha afectado este país?

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