La Formación Y La Experiencia Profesional Directa, Claves Para Cercenar La Crisis De Identidad

Tras el final de la II GM el Estado de Bienestar y los SS comenzaron a encontrarse a un nuevo desafío ideológico, con muchas políticas sociales extensivas, prolongados y generosos presupuestos públicos en materia social, elevadas recaudaciones fiscales en aras de la sostenibilidad financiera de los sistemas de bienestar, la consolidación de un importante sector publico (como parte empresarial de este nuevo modelo económico). Todo ello va ir gradualmente siendo restructurado y remplazado por una ideología neoliberal que toma fuerza a finales delos ’70 (liderado por Reagan, EEUU, y Thatcher en UK), aludiendo a la elección personal de servicios más variados, a la eficacia y eficiencia del sector privado, y a una acusación que vincula el gasto público a la noción de improductividad económica. Ello conllevó a un cuestionamiento respecto a las delimitaciones del TS como profesión respecto a sus roles y funciones, así como disciplina académica.

Desde sus orígenes el TS ha estado en permanente búsqueda de su identidad como actividad y como referencia en el marco de la atención social hacia la población más vulnerable y luego, al conjunto de la ciudanía. Cada país tiene en esta materia características diferentes, en tanto la educación y el ejercicio profesional están condicionados a su historia y al desarrollo de sus sistemas políticos. Nick Pike identifica cuatro elementos claves que homogenizan el proceso de construcción de esta identidad:

1) El papel clave, en su origen, de las organizaciones femeninas, que explican la denominada feminización de la profesión.

2) Las organizaciones religiosas (católicas, protestantes y judías) como formadoras de la asistencia social.

3) El reconocimiento oficial de la profesión tras el final de la II GM: Dinamarca en 1940, Bélgica en 1946, Grecia en 1959.

4) La emergencia de las escuelas politécnicas en las décadas de los 60 y 70, que permitió una estructura institucional para el desarrollo de la educación en TS, sin necesidad de establecerse en las universidades tradicionales donde no habría sido considerado con suficiente rigor académico.

Otra circunstancia que tb se da es que el reconocimiento de la profesión es posterior a los iniciales procesos formativos que antes fueron apareciendo. Es sabido que en sus inicios la formación nació de las iniciativas de las organizaciones femeninas y religiosas a modo de módulos breves y practicas directas. Tiempo después se pasaron a impartir enseñanzas secundarias y módulos de formación profesional, para progresivamente entrar en programas universitarios que adoptaron formulas, como el caso de España, a modo de titulaciones propias en base a diplomaturas. Escuelas pioneras de TS fueron establecidas en Bélgica (1922) y Dinamarca (1934).

Los acuerdos de Bolonia han supuesto un avance en materia de formación educativa y niveles para el TS. Los objetivos de este proceso son contribuir a la promoción de una convergencia educativa que facilite la movilidad en el espacio europeo de docentes, profesionales y estudiantes. El gran desafío es que las universidades europeas promocionen el mutuo reconocimiento de grados, superando las diferencias nacionales actuales. En este sentido, respecto a España, se ha contribuido nacionalmente a delimitar los elementos identificativos de la disciplina y del ejercicio profesional. Ello ha sido complejo, y se ha efectuado en un recorrido en que: la figura del TS ha sido minusvalorada (respecto a otras profesiones) en los equipos multiprofesionales que conformaba en los SS; el consciente colectivo social le ha identificado muchas veces con la figura anacrónica del asistente social, o como mero gestor de prestaciones; hoy en día se enfrenta a los mismos dilemas y retos que el resto del mundo occidental.

En la conquista de un espacio e identidad propios, se producen nuevos obstáculos que dificultan el pleno desarrollo del ejercicio profesional. El reconocimiento expreso del trabajador social como profesional de referencia en los servicios de atención primaria, así como en la Ley de Dependencia (LAPAD), responde

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