La ciudad antigua de Fustel
Enviado por Ferva Garguz • 1 de Diciembre de 2016 • Informe • 2.053 Palabras (9 Páginas) • 312 Visitas
Introduccion
La aplicación del libro de la ciudad antigua de Fustel a la carrera de derecho desde el punto de vista de la antigüedad traída a nuestros días parto de la base desde el mismo libro primero el culto a los muertos, el respeto por aquellas personas que dejaban de existir pero eran sagradas así hubiesen cometido actos malos en vida ya para la muerte eran considerados una especie de dioses además eran sepultados con alimentos, se practicaban ciertos ritos los cuales para hoy día y en ciertas religiones son tomados pera ya desde otra perspectiva.
Siempre he tenido preguntas acerca de las tradiciones y costumbres que se realizan año tras año en mi ciudad, muchas de ellas no las entiendo, algunas otras no me agradan; a veces interrogaba a mis padres o abuelos acerca de esas costumbres, ellos desconocen el origen.
Desarrollo
En la religión primitiva cada Dios podía ser adorado por una familia. La religión era puramente doméstica.
Una de las primeras reglas de aquel culto consistía en que cada familia solo podía rendirlo a los muertos que le pertenecían por la sangre. Los funerales solo podían celebrarse religiosamente por el pariente más próximo, la comida se renovaba por épocas determinadas, únicamente la familia tenía derecho a asistir a ella, se excluía al extraño. La ley prohibía que el extranjero se acercara a una tumba.
Tocar si quiera con el pie una sepultura, era un acto de impiedad del que había que calmar al muerto y purificarse así mismo.
Los griegos desinaban el culto a los muertos con el nombre de y los latinos parentare. Se debía a que cada cual dirigía la oración y la ofrenda a sus padres. Se creía que el muerto que no había dejado hijos no recibiría ofrendas y estaba expuesto a hambre perpetua.
En la india, como en Grecia, la ofrenda a un muerto sólo podía serle dedicada por sus descendientes, se suponía que los manes pronunciaban frecuentemente en su morada este voto: “ojala nazcan sucesivamente de nuestro linaje hijos que nos ofrezcan en toda la sucesión de los tiempos el arroz cocido con leche, la miel y la manteca.”
En Grecia y Roma el hijo tenía el deber de hacer las libaciones y los sacrificios a los manes de su padre y a los de todos sus abuelos, la interrupción del culto desposeían una serie de muertos y aniquilaba su felicidad.
Si los sacrificios se cumplían conforme a los ritos, y los alimentos en los días prescritos, al antepasado se convertía entonces en un dios protector.
El antepasado recibía de sus descendientes la serie de los banquetes fúnebres, los únicos goces que podía disfrutar en su segunda vida. Y el descendiente recibía el antepasado la ayuda y la fuerza que necesitaba en esta. Se establecía un lazo entre las generaciones de una misma familia, formando una asociación eternamente inseparable. Los muertos iban a descansar uno tras otro, siempre juntos.
En los tiempos antiquísimos las tumbas estaban en la misma propiedad de la familia, en el centro de la habitación, no lejos de la puerta “a fin de que los hijos, al entrar y al salir de su casa, encontrasen siempre a sus padres y les dirigiesen una invocación, así permanecía entre los suyos invisible, pero siempre presente, continuaba formando parte de la familia y ella era del padre.
Así pues la religión solo podía propagarse por la generación. Al dar la vida a su hijo, el padre le daba al mismo tiempo, su creencia, su culto, sus plegarias. La religión doméstica solo se propagaba de varón a varón. Esto obedecía sin duda, a la idea que los hombres tenían de la generación. Solo el padre poseía el misterioso principio del ser transmitida la chispa de vida. De ahí que el culto pase de varón a varón.
LA RELIGIÓN HA SIDO EL PRINCIPIO CONSTITUTIVO DE LA FAMILIA ANTIGUA.
En las antiguas generaciones encontraremos en cada casa un altar y en derredor del altar una familia congregada. Cada mañana se reúne para dirigir al hogar las primeras oraciones; cada noche para innovarle una última vez.
En ciertos días determinados la familia se reúne cerca de los antepasados les llevan la comida fúnebre, derraman leche y vino o depositan tortas y frutas ante sus tumbas o queman para ellos carnes de una víctima.
A cambio de estas ofrendas solicitan su protección; les llaman sus dioses y les piden que hagan su campo fértil, la casa prospera y los corazones virtuosos.
La hermana no es en la familia lo que el hermano, que el emancipado o la hija casada. El hijo emancipado o la hija casada cesan de formar parte de ella. Las leyes de sucesión, entre todas testifican más fielmente las ideas que los hombres forjan de la familia, el padre podría amar a la hija pero no legarle sus bienes.
EL MATRIMONIO.
Si un joven de la familia vecina pide a una mujer en matrimonio no se trata para ella pasar simplemente de una casa a otra. Sino que se trata de abandonar el hogar paterno para invocar una vez fuera de él el hogar de su esposo, se trata de abandonar al dios de su infancia para someterse al imperio de un dios que desconoce al contar del matrimonio la mujer ya no tiene nada en común con la religión domestica de sus padres: sacrificada en el hogar del marido.
Esta religión exige que se haya nacido cerca del hogar para tener el derecho de sacrificarle. Y sin embargo va a introducir cerca del hogar a una extraña; con ella hará las ceremonias misteriosas de su culto y le revelará los ritos y las formulas que son patrimonio de su familia.
Cuando se penetra en el pensamiento de estos hombres antiguos, se observa la importancia que tenia para ellos la unión conyugal, y cuan necesaria para ella la unión religiosa. El matrimonio era la ceremonia sagrada que había de producir esos grandes efectos.
La ceremonia tenía lugar en la casa y la presidia el dios domestico, cuando los dioses del cielo adquirieron preponderancia se le ofrecía a dichos dioses sacrificios a los que se le llamaban los preludios del matrimonio. Pero la parte principal y esencial había de celebrarse ante el hogar domestico.
Entre los griegos la ceremonia de casamiento se componía por decirlo así, de tres actos: el primero transcurría ante al hogar del padre, el tercero en el hogar del marido, y el segundo en el tránsito del uno al otro.
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