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La crisis de hoy: razón histórica de una ausencia


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2015  •  Trabajo  •  7.757 Palabras (32 Páginas)  •  124 Visitas

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La crisis de hoy: razón histórica de una ausencia

Gustavo Guarín Medina

Los procesos históricos presentados en el texto son abordados desde una perspectiva analítica porque se refieren a la crisis que vive hoy la sociedad colombiana.

La globalización es el resultado del recorrido histórico que ha hecho el capitalismo desde el surgimiento e imposición del libre cambio; pasando por la etapa proteccionista, período durante el cual se consolidó el espíritu monopolista como elemento fundamental del neoliberalismo. La sociedad colombiana ubicada en la periferia económica y política, es impactada en su ya desequilibrio rural y urbano, produciendo múltiples dislocaciones en el delicado tejido social por una globalización que se profundiza cada día más y que traza inexorables rumbos que obligan al colombiano a asumir un rol o a esperar que la fuerza de los cambios le sean impuestos.

 

I. Raíces de la Crisis

La crisis de la sociedad colombiana hunde sus raíces en el mismo momento de la fundación de la República. No fue posible renunciar a la herencia colonial que permitiera construir un ordenamiento económico, político y social, acorde con la dinámica mundial de la época. Por el contrario, se profundizó en el fenómeno del caciquismo, que se convirtiría a la larga en el problema socio-político básico, en la medida en que impide la construcción de una sociedad democrática en cuyo interior se modernice el aparato productivo que lo ponga a tono con la creciente globalización.

El Clientelismo

El clientelismo consiste en la reproducción de prácticas culturales de control impuesto en el ejercicio del poder, del cual emerge un espíritu de obediencia y sumisión a un caudillo con carisma, perteneciente a familias tradicionales. El fenómeno es muy antiguo: en el mundo romano el cliente era el hombre libre que le hace la corte al padre de familia en la búsqueda de una carrera política, quien lo protege como patrono; los comerciantes, cuyos intereses favorecerá el patrono gracias a su influencia política; los poetas, los filósofos, que viven de las limosnas del patrón por ser deshonroso el trabajo para ellos y el pueblo raso predispuesto cada mañana en perfecta cola ante la puerta del patrono a la espera de un donativo que les permite a los más pobres tener que comer ese día. El padre de familia consolida una autoridad que ejerce en una parte de la sociedad romana.

El medioevo consolida un sistema de autoridad vertical, en el cual las lealtades son ritualizadas mediante complicados pactos que induzcan al reconocimiento del monarca, en primera instancia y a la nobleza como el sustento legítimo de un poder divinizado. Duques, Condes, Marqueses, son algunos de los títulos de nobleza que los patronos ostentan ante su séquito de clientes, quienes además de protección obtienen tierras, convenidos matrimonios e ínsulas sobre siervos. Del patrón feudal depende una clientela, a la vez que éste depende de un señor más poderoso a quien también le obliga guardar lealtad. A este paradigma se le agrega el discurso de obediencia religioso. San Agustín en sus confesiones la proclama. El clientelismo a través de éste largo proceso histórico se instala en la cultura, el cual ha encontrado en el continente americano, las condiciones para evolucionar hacia formas políticas inmersas en los partidos. La situación periférica de Colombia y la tierra como eje central de los conflictos sociales hacen del clientelismo un fenómeno amorfo a la democracia.

Es a través de la economía exportadora como el país se vincula a la economía mundo y es éste el mecanismo mediante el cual se inicia el proceso de construcción del Estado Nacional, desde mediados del siglo XIX, sobresalen de ésta dinámica las exportaciones de tabaco, quina, café, cueros, etc, con unos capitales que requieren de la movilidad especulativa, como lo afirma Ocampo. 1996. La liberación de bienes y manos muertas genera conflictos entre terratenientes y peones, presentes hasta las primeras décadas del siglo XX, sin que se resolviera el problema de tenencia vs. producción. En este rápido panorama camino hacia la modernización, con el despegue de la industrialización en la década de los treinta, el clientelismo ha sido actor de primera línea en la evolución socio-económica y política del pueblo colombiano pues ha posibilitado la consolidación de poderosos grupos que usufructuan y controlan todas las esferas de la vida nacional. Proceso que inexorablemente ha conducido a un estado permanente de crisis social en la que afloran los conflictos por la pérdida de controles y de sentido de pertenencia de la sociedad colombiana agudizados por la globalización.

En ciento ochenta años de vida republicana no se ha podido consolidar el Estado Nacional, al contrario, hoy la sociedad colombiana sufre una profunda crisis en la institucionalidad del Estado, su presencia en buena medida es insuficiente, el escepticismo ciudadano sobre su efectividad y representitividad es mayor. Su credibilidad apenas llega al 4.2 en la escala 10 (Sudaky, 1999). La credibilidad y confianza en el sistema de justicia no opera, lo que explica elevados grados de impunidad y los reducidos niveles de denuncia de delitos. Paulatina pero firmemente la corrupción pública y privada ha proliferado agravada por el enriquecimiento ilícito venido del narcotráfico y el contrabando. La inseguridad ha puesto al país en el segundo lugar en el continente en el número de homicidios y el sexto del mundo en violación de los derechos humanos.

El clientelismo ha estimulado la cultura de la ilegalidad, gracias a la debilidad del Estado la burocracia ejerce influencia en la defensa de intereses particulares de ajustes económicos, que desde la década de los sesenta se han hecho más fuertes hasta consolidar poderes suficientemente paralelos al del Estado, y en muchos casos superándolo, produciendo un debilitamiento del tejido social, en muchos casos hasta su desintegración. Es el caso del contrabando, que abarca prácticamente la amplia gama del comercio mundial, pues este se desarrolla en dos vías: importaciones y exportaciones. En este frente se mueve la economía informal la cual supera a muchos sectores de la producción en capital y mercadeo. El tráfico de armas y el tráfico de drogas ponen el punto más alto en cuanto a la movilidad de dineros ilícitos, de mayor impacto en la sociedad, la cual se ha visto dislocada en todos los niveles, que además de la violencia viene sufriendo una parálisis productiva.

II. Deterioro Productivo

Desde mediado del siglo XIX Colombia ha navegado en la búsqueda de líneas productivas que la vinculen al capitalismo mundial, pero la ausencia de capitales y de una mentalidad burguesa han dado frustraciones que sólo en el fondo han producido y estimulado una cultura de la ilegalidad. Estas condiciones obligan a la producción - especulación (Ocampo 1996), la debilidad del capital y las bonanzas de quina, tabaco, añil, etc, obligan a una movilidad defensiva del capital, pero también la picardía hace perder mercados, como en el caso del tabaco de Ambalema que pierde los compradores ingleses al encontrarse mezcla de hojas maduras con verdes. Es sólo un ejemplo de una cultura que busca el lucro y el dinero fácil, la cual no ha permitido la construcción de una ética del trabajo; al contrario existe una mentalidad del derroche que se refleja muy bien en las unidades productivas agrícolas o industriales, las cuelas son trabajadas y construidas por una primera generación pero extinguidas y derrochadas por la segunda o en los planes de desarrollo tanto estatales como privadas que no son continuados por siguientes administradores pues las metas no coinciden entre ellos ni con el bien común.

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