La evaluación en el sistema educativo hondureño: un trazo confuso entre teorías, prácticas y políticas

8 de junio de 2014

Leonel Adolfo Obando Rosales

La evaluación en el sistema educativo hondureño: un trazo confuso entre teorías, prácticas y políticas.

La evaluación de los aprendizajes tiene una importancia valiosa, en todo sistema educativo y en cualquier nivel, ya que su propósito es determinar el grado de cumplimiento de las metas fijadas para obtener estándares de calidad vinculados a los aprendizajes logrados por los estudiantes, que desde luego involucra la labor del docente y un rol muy participativo que últimamente juega la Secretaría de Educación y sus políticas.

Es aquí donde se abren caminos a los cuales hay que identificarles destinos claros o por lo menos las rutas hacia donde nos llevan. Comenzando por identificar si los fines de la evaluación  es medir el alcance objetivo de las metas fijadas o una herramienta política en una pugna que enfrenta al sistema rector de la educación versus el gremio docente, también es importante determinar si existe conciencia sobre toda la teoría vaciada en los enfoques y técnicas de evaluación y su contraste con la realidad del aula, la institucionalidad y los ambientes escolares y sociales.

Y para ponerle un ingrediente más animador meteré a la receta el tema de la calidad educativa tan pregonada por el sistema en los últimos años y con el mismo titular de educación a la cabeza y su equipo de trabajo y sus enfoques erráticos al respecto, todo en el marco de las evaluaciones a la sazón pregonada por ellos mismos: “Lo importante no es la nota, sino el aprendizaje del alumno” (ACUERDO N0.0700-SE- 2013). Entonces ¿por qué insistir un 70% para las aprobaciones y las nivelaciones? y ¿Por qué la aprobación de las (PAA)  como perfil de medida de logros?

Pero sin comer ansias me tomaré el tiempo para descuadernar este instructivo para las evaluaciones y las leyes emitidas al respecto para brindarles otra perspectiva que expone a un sistema educativo viciado y alterado por normas y políticas que no encajan con la realidad que el docente aplica en sus planificaciones, voy a suponer que los entes evaluadores del gobierno no están enterados de esto, dándoles el beneficio de la duda, pero la duda no ingenua, sino partiendo de la actitud crítica y de culpabilidad que hacen de la labor de los docentes, ignorando una máxima expresada por Savater en “El valor de educar”; “cuando los docentes fallan es el sistema mismo el que está fallando”). O progresando dependiendo de la silla donde se quieran sentar.

Solo que no viéramos en honduras podríamos adentrarnos a afirmar que política y educación no están vinculados, todo parte desde la politiquería vernácula, pasando por las verdaderas políticas educativas que deben establecer los países en la búsqueda de sus miras a futuro como nación, pero en nuestro caso están rectoradas por las condiciones económicas internacionales que el sistema neoliberal impone en los países que aceptan su cooperación como una dádiva incondicional y vasalla, que desde luego algún interés o beneficio ha de dejar a la clase gobernante o a los grupos de influencia tras ella.

Bien es conocido que el tema de la calidad educativa estaba íntimamente vinculado a los “200 días” de clase impartidos o no por los docentes y esto constituía una medición evaluativa de todo el sistema educativo, y para variar eran los docentes los responsables de llegar o no a esta meta, en ese entonces la visual del titular de la educación establecía esta mediática figura en una arremetida contra el gremio docente, devaluando su papel e imagen ante la sociedad, con todo un acompañamiento de los medios, cuya meta final era la descalificación del gremio docente en el marco de la política partidaria por la consecución del poder de nación, allí el secretario de educación y su aparato, activo políticamente hacia un partido en contienda, el mismo que gobernaba y gobierna el país ahora, aduciendo que los docentes pertenecían a otro partido político.

Estandarizó unas pruebas de evaluación docente, orientadas básicamente a las áreas de español y matemáticas y algún componente de didáctico, pruebas que técnicamente se cayeron y conceptualmente no lograron evaluar a los docentes por muchos falencias; una porque no todos los docentes tienen acceso a internet, y no todos trabajamos en esas áreas y nuestras competencias están en otras asignaturas, las cuales nunca se midieron, por otro lado estaban muy mal planteadas y eran tendenciosas induciendo al error con el propósito de desprestigiar al docente. Creo que al final y a pesar de su esfuerzo mediático el descalificado fue él, entonces recurrió a un absurdo al otorgar una calificación alta a los alumnos y una muy baja a los docentes, elemento que roza con lo irracional e irrisorio.

Entonces la calidad se califica y evalúa por cantidad o la calidad? Juzgue usted.

Pero vayamos más allá, la Secretaría de Educación establece que  la Dirección General de Evaluación de la calidad de la educación (DIGESE) es la responsable de reglamentar las evaluaciones. De aquí crea un instructivo denominado “Un nuevo paradigma de evaluación”, cuyo propósito es la aplicación  del acuerdo 0700-SE-2013.  Con el fin de: “Aplicar la evaluación de Proceso, llamada también Formativa la cual tendrá el propósito de orientar, corregir nivelar y recuperar los aprendizajes de los alumnos(as).” (La Gaceta, mayo, 2013). Desde allí nacen dos confusiones que afectan las interpretaciones de los enfoques sobre las evaluaciones por “normas” o con “criterios”.

Empecemos por despejar definiciones.

“Evaluación con normas: en la evaluación por normas el rendimiento de cada estudiante se interpreta primero individualmente y luego se compara con los resultados del resto del grupo en el cual se encuentra, es decir, se “normaliza”. Normalizar significa comparar el resultado del individuo con los resultados de una población o grupo al que pertenece. Los resultados finales no indican lo que el alumno ha aprendido sino su posición con respecto a sus compañeros del grupo.”

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