Las huellas del siglo XX en las problemáticas del siglo XXI
Enviado por Geral1236 • 5 de Febrero de 2021 • Ensayo • 2.365 Palabras (10 Páginas) • 121 Visitas
ENSAYO FINAL
Las huellas del siglo XX en las problemáticas del siglo XXI
Dayanne Geraldine Mora Moreno - 110500352020
Docente:
Elías Gómez Contreras
Universidad del Tolima
Facultad de Ciencias Humanas y Artes
Historia Política Contemporánea
Enero, 2021
Hacia una nueva guerra fría. Las tensiones no resueltas y el empoderamiento de nuevas potencias.
El desarrollo de una guerra fría en el siglo XXI
El desbalance en el orden internacional ha generado un sinnúmero de discusiones sobre si existe una nueva “guerra fría”, siendo esta una guerra internacional de ideas que asume como escenario el interior de cada estado, haciendo su periodización particular y tomando como fundamento los conflictos entre las diferentes fuerzas que luchan internamente por el poder, entre los aspectos estratégicos más significativos para el análisis encontramos la explotación de los medios de comunicación dentro de las sociedades occidentales para retorcer y darle otro sentido a los sucesos y eventos que podemos observar en el mundo y, como resultado de esas acciones, la creación de nuevas estrategias de la milicia.
Mucho se ha afirmado históricamente sobre la libertad de expresión, la libertad de prensa y la multiplicidad discursiva de los medios de comunicación en general, tanto en un nivel interno de las naciones como en un nivel internacional, y así mismo, se han utilizado millares de horas y de información destacando la integridad de aquellas personas que realizan una labor dentro de lo que conocemos como medios de comunicación masivos. Por nuestra parte, solo podemos pensar que la libertad de expresión y de prensa en numerosos países se puede ver coartada y sujeta a vacíos legales y éticos por parte de los órganos del Estado o finalmente intimidada por una variedad de fuerzas secretas.
Esto ha venido generando un tremendo daño no sólo al país en donde se producen estas “noticias” sino que también expandiendo y deteriorando su imagen para los de afuera, en donde la misma población de estos países queda no solo desorientada, sino también desprotegida frente a nuevos desafíos del panorama internacional.
La misma falta de honestidad dentro de la información no documentada y retorcida lleva a quien la recibe a insistir en su postura, amplificando un suceso escandaloso y siendo aprovechado por partidos y políticos que son corruptos, organizaciones no gubernamentales financiadas por gobiernos elitistas y, finalmente, por ellos mismos. En su prisa por echar culpas sin pruebas, los medios de comunicación y sus estados tutelares se valen de foros en varias partes del globo con el objetivo de que la opinión pública mundial desprecie anticipadamente sucesos ya pasados.
En pocas palabras, el mainstream (corriente/tendencia mayoritaria) de los medios de comunicación occidentales contemporáneos ya desde hace tiempo ha empezado una guerra informativa basada en difundir noticias falsas, transformándose de este modo en el único evaluador de la realidad.
Por ejemplo, el llamado “Caso Scripal” de Gran Bretaña es muy esclarecedor. Por una parte, la noción de culpar a Rusia del envenenamiento de los Scripal (sin brindar ninguna prueba del hecho y negando cualquier colaboración con los rusos para aclararlo), dejando a un lado todo por una oración que se ha hecho famosa: muy probablemente. Por una parte, funciona para propósitos internos: desviar la opinión pública inglesa de los problemas ocasionados por el Brexit. Por otra parte, debemos recordar las palabras de la misma Theresa May acerca de la misión global de Gran Bretaña. ¿No será que el desafío informativo de los ingleses es un medio para hacer creer en la engañosa idea del poderío mundial de la que una vez fuese potencia colonial, intimidando de esta manera a Rusia? E incluso, ¿no podría tratarse de una estrategia más grande: el poder de lo que llamamos Anglo-América (aquí vale la pena recordar el objetivo de Trump: “hacer América grande de nuevo”) por encima de otros países (incluyendo aliados de Estados Unidos) para construir un nuevo y hegemónico poder político, económico y militar, cimentado en la noción de la cercanía lingüística, mental e informativa de otras naciones anglosajonas? ¿No resulta muy diciente, entonces, la información filtrada por E. Snowden de que los servicios secretos americanos entregan la información más secreta reunida por ellos no a la totalidad de sus aliados, sino solo a aquellos cuyo idioma es el inglés (Inglaterra, Canadá, Nueva Zelanda, Australia)?
Actualmente, las naciones “no-occidentales” y sus gobiernos hacen cara a una variedad de desafíos en cuanto al asunto de la imagen del país ante los demás. Aunque sea cierto que los medios de comunicación son progresivamente más indispensables para disipar la imagen positiva de los mismos, también se convierten en un arma de doble filo. Por una parte, las noticias que se consideran positivas no hallan mercado, gracias a que usualmente la prensa le otorga mayor importancia a noticias de tinte sensacionalista o amarillista. Los medios de comunicación occidentales en su cúspide persuasiva han aprendido bien a valerse de emociones básicas. El mundo moderno, más enrevesado e impredecible que antes, no da mucho tiempo para pensar, por lo que las emociones son preferibles la mayoría de las veces, pues ayudan a las personas a simplificar o a despreciar la reflexión, incrementando de esa manera el componente irracional en las relaciones humanas (Koschut, 2018, 499).
En el público (sea occidental o no) cada día aumenta la displicencia por la propaganda del estado, primitiva y burda, apelando a las emociones más básicas del vulgo. Al no confiar en ella, las personas vuelven a las redes sociales, y con esto, tanto los gobiernos como los medios de comunicación se ven hechos a un lado. Sin embargo, a diario se puede observar un uso inapropiado y, a veces, nocivo de dichas redes, que se refleja en la difusión de falsas noticias, verdades a medias, calumnias y palabras violentas entre usuarios o proferidas por bandas de crimen organizado (recayendo nuevamente en una manipulación). “Gracias a las redes sociales, el humano se sumerge en el caudal de las opiniones de las mayorías y pierde la capacidad de pensamiento propio. En el mundo digital, donde velocidad predomina sobre reflexión, radicales les llevan la delantera a intelectuales y valores son forjados por el consenso de variados subgrupos y no como resultado del proceso de la reflexión mental propia. El mundo digital, finalmente, puede aniquilarse a sí mismo, porque tiene más falencias que virtudes” (Kissinger, 2018, 48).
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