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Lectura del urbanismo y su urbanidad

Zayra LopezInforme9 de Mayo de 2019

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Lectura del urbanismo y su urbanidad

La ciudad puede considerarse como objeto porque es,  “ante todo una sociedad, es decir, un grupo humano organizado que tiene conciencia colectiva propia… además presenta una exterioridad con el observador humano” (Monnet, 2005, Pág. 1).

En primera instancia, hay que partir de la idea instalada por defecto del concepto de ciudad, de lo urbano y lo rural;

“Definir la ciudad, indagar en la esencia ontológica de la misma, nos obliga a partir de una reflexión sobre su definición tradicional. Para la mayor parte de los autores que la han estudiado y pretendieron definirla, ésta se caracteriza por la concentración de una cierta cantidad de población, una cierta densidad física, la presencia de actividades no directamente ligadas a la producción del campo y un modo de vida distinto del que prevalece en las zonas que —en forma de antinomia— se calificaron como “rurales” (Hiernaux, 2006, Pág. 9).

Si bien es cierto, como dice el doctor en geografía, Daniel Hiernaux, se ha instalado en la mente de las personas un concepto ya “generalizado” acerca del estudio social de lo urbano y lo rural, haciéndolas aludir a dos “sinónimos”; campo y ciudad, términos que más tarde han sido repensados y estudiados.

Existen cuatro aspectos a evaluar en la lectura de las ciudades, Armenia, Manizales, Medellín e Ibagué, en la práctica realizada, y son; La demografía, el urbanismo, la economía y la cultura, aspectos que hacen de la ciudad una realidad proyectiva; “OSEI”, “objetiva, subjetiva, social y espacial” como una manera de organización social en el urbanismo y que de allí se puede presentar una discontinuidad espacial, de acuerdo a una relatividad, densidad, estructuras inmobiliarias, funcionalidades y jerarquías, rasgos para reflexionar que propone Jerôme Monnet.

Hiernaux, plantea en su texto “Formas de pensar la ciudad”, una figura metafórica laberíntica a partir de la cual se puede desvelar la esencia del urbanismo, diciendo que, ésta alude a una forma de abordaje de la ciudad describiéndola como una forma socio-espacial que tanto para el habitante como para el analista, requiere de un andar laberíntico, es decir crear tejidos de caminos mentales y físicos, respondiendo a la manera de distinguir el proceso del urbanismo a la urbanidad.

Propongo entonces, hacer un recorrido laberíntico por estas ciudades visitadas, recorrido que adquieren perspectivas y maneras de pensar en cada individuo, o en esta ocasión, en cada estudiante.

“El miedo a lugares poco transitados, la afectividad ligada a ciertos espacios frente a los cuales nos agrada pasar, así como muchos comportamientos modelados por nuestro inconsciente o por nuestros deseos, actúan como una suerte de fuerza mental para desviarnos del camino recto. Nos obligan a seguir, inconscientemente, los dictados del laberinto. Como lo subraya Michel Roux, “el imaginario está en el corazón de las ‘realidades’ geográficas” (1999: 32).” (Hiernaux, 2006, pág. 11)

Veamos como primer punto, el conjunto de las plazas visitadas. El primer aterrizaje fue en la “Plaza Bolívar” de la ciudad de Armenia, plaza que, geográficamente está ubicada casi en la mitad del mapa físico de la ciudad, fue la primera plaza de Armenia que los colonos hicieron como lugar de encuentro, de mercado y de aprovisionamiento de agua a través de una acequia que llegaba hasta una fuente elevada por un montículo de unos setenta centímetros. Por esta razón, la Plaza marca el área de fundación de la ciudad. La Plaza De Bolívar es un referente cívico. Es el lugar de encuentro y reuniones, pero sobre todo es el sitio del civismo por excelencia. Es allí donde el gobierno, la Iglesia, el estamento policial y militar, los gremios, los sindicatos, los colegios y las universidades realizan sus actividades masivas para exaltar los valores patrios y culturales o para celebrar o conmemorar fechas y acontecimientos. [pic 1][pic 2][pic 3][pic 4]

Posteriormente tocamos el suelo de la “Plaza de la Quindianidad”, plaza que se edificó tras el terremoto ocurrido allí en enero de 1999, donde uno de los cambios que propició este terremoto fue el espacio físico donde funcionaba desde diciembre de 1939 la Plaza de mercado, o galería. Se demolió el edificio republicano de la galería, y allí se hizo una plaza, que se llamó de La Quindianidad. Sin embargo, el entorno conservó sus antiguos usos: mercado de frutas y verduras. Por otro lado, “La permanencia por tanto tiempo de los vendedores de perecederos en la plaza de la Quindianidad ha deteriorado el sector, mucho más de lo que estaba, y lo ha convertido en una galería donde pulula la droga, los ladrones, la indigencia y la inseguridad en su totalidad. Además, le presenta un aspecto negativo a una ciudad que se aprecia ser turística.” (Entrevista hablada, residente de Armenia).

Las plazas mencionadas tienen todas entre sí, una correlación incluso también con las plazas de Ibagué, (Murillo Toro, Santa Librada, Parque Galarza, Parque de la música) de este modo, existe una relatividad, pues todo lugar tiene relaciones con otros lugares, no se puede describir totalmente un espacio sin recurrir a asimilarlo o diferenciarlo con otro, y esto ocurría al recorrer las plazas de las diferentes ciudades, relacionándolas unas con las otras, ciertamente notando que cada una tiene sus diferencias y características originales, sin embargo dan el mismo uso, tienen un mismo fin cívico y comercial, pasando así de un mundo de casas a un lugar de apartados (comercial, cultural), de esta manera, se concluye que el uso del suelo cambian según las lógicas de mercado.

Sin embargo, estas plazas actualmente han dejado de ser encuentro para pasar a ser un lugar de paso, aunque algunas estén moldeadas como lugar conversacional, el trajín de la gente ha hecho que el urbanismo haya dejado de tener cierto urbanidad, pues las personas pisan el suelo de estas plazas o bien sea como atajo para llegar a otros lugares o para comprar algo pequeño e irse y continuar su recorrido.

Estas nuevas dinámicas de urbanidad se dan debido a que, se ha impuesto un ritmo marcado por la velocidad de las acciones, transformando así las relaciones en el entorno urbano mostrando que, los nuevos modelos de vida implican un encuentro fugaz, la renovación de espacios, la necesidad de cambios y modernidad, consolidando así, géneros de vida cada vez más efímeros. “En la ciudad se prefieren la velocidad y el cambio antes que la duración y la permanencia” (Hiernaux, 2006 pág. 12), es lo que Bauman calificaría como “modernidad líquida”.

La urbanidad entonces, comienza a generar un nuevo tipo de desigualdades que abarca lo social, lo cultural y lo ético. En este lugar se da un conjunto de experiencias encontradas cayendo simultáneamente en la multitud, soledad, anonimato o desarraigo.

“Las construcciones monumentales, templos, palacios, catedrales o grandes espacios públicos, muestran siempre su intencionalidad urbana, es decir, la incorporación en la propia forma del edificio de las condiciones que el mencionado monumento va a establecer con el lugar que ocupará en la ciudad.  Podemos decir que esta relación es inapelable y que está enraizada en la naturaleza social tanto de la arquitectura como de la ciudad.” (Llano/Valencia, 2004, pág. 20)

En este sentido, la creciente tendencia segregadora y el aumento de la división social en las ciudades se opone a una dinámica integradora, especialmente a través de los cambios introducidos con el gran desarrollo de los medios electrónicos y edificaciones que modifican por completo el sentido del espacio y en particular la proximidad entre individuos y actividades urbanas.

Lo anteriormente expuesto se pudo ver reflejado en la gran ciudad de Medellín, la primera vez que fui a esta urbe opinaba que Medellín era como 2 ciudades en una, hay una brecha, como un límite imaginario en donde se diferencia las dos partes de una ciudad, por una parte se ve la Medellín industrial, decorada de edificios y flujo comercial, por el otro lado se ve la otra cara de la ciudad paisa, una comunidad marginada gracias a modificaciones que se le fueron dando a la urbe conforme pasaba el tiempo haciendo una vida urbana más atomizada y segregada que de cierta manera fragmenta la sociabilidad.

Si bien es cierto, hay que partir de la premisa que, existen diferentes tipos de segregación, ¿por qué? Ocurre algo y es que, cuanto más avanza la segregación de los grupos de altos ingresos, más estratificados se vuelven los centros comerciales que le sirven, de manera que, podemos referirnos a dichos centros como lugares de encuentros estratificados, pues son utilizados como espacios unificadores pero solo dentro de ciertos grupos sociales. En cambio, el viejo centro de la ciudad, en este caso, puede servir de ejemplo el famoso “hueco” de Medellín sirve comercialmente sobre todo a sectores populares, sin embargo allí recurren también personas de otros grupos sociales, es decir que, este centro cumple con el papel de intercambios más amplios.

No obstante, como se mencionó al principio, hay otra forma de segregación, pues esta no solo existe para los sectores más pobres sino también en muchos casos para aquellos más pudientes. En estos últimos se daría una auto-segregación aludiendo a sus auto-encierros en espacios protegidos ubicados en zonas privilegiadas desde el punto de vista geográfico y natural. [pic 5][pic 6]

Veamos pues, a partir de estas segregaciones las diferenciaciones que se presentan ejemplificados por sectores como: “Valle de San Nicolás” en Rio Negro, las periferias vistas desde el metrocable en Medellín y Manizales, y también viendo las afueras de Pereira.

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