Los casos de abuso por parte de los padres hacia los hijos

Ernesto era un niño de 10 años, cursaba el 5º grado de primaria y asistía a la escuela todos los días, era introvertido de poco hablar pero jugaba normalmente con sus compañeros.

Derrepente la maestra empezó a ver cambios en él como, inasistencia a la escuela de vez en cuando, no hacía las tareas, se quedaba en el aula durante la hora de recreo, se volvió tímido, orinaba en el pantalón y mostraba cada vez cierta tristeza que me preocupaba más y más cuando le llamaba la atención frente a sus actitudes negativas que eran evidentes.

Pasaban los días y semanas, Ernesto continuaba con su nerviosismo, lloraba cuando me acercaba a él, miraba a un lado y otro como si haría sospechar algo; frente a este comportamiento me acerqué a su hogar para comunicar a sus padres sobre lo que estaba ocurriendo con el niño y si habría alguna causa que pudiese estarle afectando, sin embargo aparentemente todo marchaba bien entre sus padres y su hermanita. Su familia estaba compuesta por mamá, papá, Ernesto y su hermana menor, resaltando que de vez en cuando se quedaba con su abuelita cuando sus padres iban a la chacra a realizar tareas agrícolas.

Como maestra me interesó hacer un seguimiento a Ernesto, en clase me acerqué más él, brindándole más confianza para tratar de encontrar la causa de su comportamiento, hasta que me ocurrió una estrategia de desarrollar un taller con los niños sobre “El maltrato”, tema que consideraba importante porque en la comunidad se veía cada vez el maltrato de parte los padres a los hijos, así mismo me sentía preparada para ello debido a que anteriormente realizaba talleres como miembro de CEDRO con padres y niños.

Durante el taller me llamó la atención que Ernesto, se puso muy nervioso, se orinó de nuevo en el pantalón, se sonrojó y frente a la mirada curiosa de sus compañeros atinó a llorar, me acerqué, hice que se calmara y luego le envié a su casa con un compañero para que se cambiara y regresara al aula.

Mientras Ernesto y su compañero regresaban, hicimos la reflexión sobre el tema con los demás, curiosamente los niños opinaban de la posibilidad que sus compañero estaba ocultando un posible maltratado por parte de sus padres; aproveché que el taller había terminado y los demás niños tuvieron que regresar a casa quedándome a solas con Ernesto, le dije que le esperaba para conversar a solas y me aceptó.

No sabía cómo empezar el diálogo, sin embargo algo malo sospechaba, inicié haciéndole preguntas sobre el trato que recibía de parte sus padres, sus abuelitos y demás familiares. Las respuestas eran positivas, sin embargo empezó a comentarme que al quedarse con su abuelita las veces que iban sus padres a la chacra se quedaba también un adolescente de 15 años sobrino de la anciana, allí empezaron a brotar sus lágrimas del niño, cuando ya no quiso hablar, traté en lo posible de calmarlo y a mi pregunta del por

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