MENSAJE EN EL EVENTO CON ADULTOS MAYORES

MENSAJE EN EL EVENTO

 CON ADULTOS MAYORES

23 de mayo de 2018

Los saludo a todos con mucho gusto. Gracias por la invitación a esta conversación. Me alegra estar con ustedes.

Vivimos aún en una sociedad muy cerrada, que margina, que discrimina: por ser mujer, por ser maya, por estar enfermo, por tener una preferencia sexual distinta, por ser pobre, por el color de piel, por no ajustarse a los modelos físicos de la televisión… ¡Y hasta por viejo! ¡Cómo si lo hiciéramos por gusto!

Discriminar es atentar contra los derechos humanos, discriminar genera separaciones, pero además, nos hace perdernos de la maravillosa oportunidad que es la realidad distinta, los otros, los que no piensan o son como yo y por eso pueden enseñarme tanto.

Creo que en eso, y en muchas otras cosas, eran más sabios, precisamente, los antiguos: los mismos mayas, nuestros antepasados en esta tierra de Yucatán, consultaban continuamente al más sabio que era generalmente quien más había vivido.

Los romanos, quienes históricamente dieron vida al senado, configuraron ese órgano de gobierno con personas mayores, y por eso la palabra viene de senectud… senecto… senador.

Es más, para Aristóteles, la plenitud de la vida no se alcanzaba antes de los 50 años, con todo y la poca esperanza de vida de aquella época.

Un amigo mío empresario decía que para ser presidente de consejo de una corporación, deberías tener al menos 45 años. Pero esa edad, para muchos jóvenes actuales, ya es de viejos. ¡Háganme el favor! ¡Viejos los cerros…  y reverdecen!

Hay una anécdota muy buena de este actor, que seguramente ustedes conocen bien, que muchas veces hacía el personaje de Dios en el cine. Este señor siempre andaba rodeado de mujeres jóvenes. Un día le preguntaron por qué. Y respondió: “porque todas las de mi edad ya se murieron”. Ese sí sabía a aprovechar las oportunidades.

Muchas veces ponemos en la balanza qué es mejor: lo nuevo o lo viejo, lo que recién sale o lo que siempre se ha hecho, los viejos o los jóvenes. Y creo que esta valoración está equivocada.

En la balanza no va lo uno o lo otro sino lo uno “y” lo otro. Lo nuevo y lo viejo, en síntesis, en equipo, dando un mejor resultado, para que vivamos mejor.

Estoy convencida que, como mejor se consigue las cosas es con el ímpetu y la fuerza de la juventud, pero también con la experiencia de los mayores. ¡más sabe el diablo por viejo, que por diablo!

Y qué tontería no aprovechar ese cúmulo de sabiduría. Porque no es tanto la fuerza, sino la experiencia, el saber dónde.

Me acuerdo de aquella anécdota del hombre que había llevado su coche a muchos talleres mecánicos porque traía un ruido y nadie lograba quitárselo. Después de mucho tiempo llegó con un señor, que tenía al menos 30 años con su taller.

El mecánico escuchó durante unos minutos el famoso ruidito y después, con un martillo, le dio unos golpecitos en el motor. ¡Y lo arregló! Le cobró mil pesos.

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