Mitos Y Leyendas
Enviado por Taty • 31 de Agosto de 2011 • 10.442 Palabras (42 Páginas) • 1.375 Visitas
ZONA SUR
Linares
• Animita de Juanita Ibáñez (L' Animita, Ed. Grijalbo, pag 140-149)
L´Animita
"Animita" de Juanita Ibáñez
(pág. 140-149)
En Linares, calle Delicias 1435 tenía su casa habitación don Juan Ibáñez Valenzuela, dueño de una carnicería ubicada en esa misma dirección. Vivía con sus hijas Juana Ibáñez Silva y Gladys Rosa, la primera de quince años y la segunda de diez años. Juana era alumna del Liceo de Niñas, donde cursaba tercer año de humanidades, y Gladys Rosa era alumna del tercer año en la Escuela Nº 3.
El señor Juan Ibáñez Valenzuela debió trasladarse a Santiago, con el fin de hospitalizarse.
Dejó a sus hijas junto con Mercedes Gajardo Jaque, de 17 años, agregada de la casa.
Mercedes Gajardo sabía que en el velador de Juan Ibáñez había una suma de dinero. Tal vez unos treinta mil pesos.
Armada con un martillo, a las diez de la noche del 4 de septiembre de 1950, la Gajardo se dirigió al lugar donde dormían las niñas, a quienes dio golpes en el cráneo hasta dar muerte a la mayor de las hermanas y dejando gravemente herida a la menor, pero presumiendo que ésta también había fallecido.
Cometido el crimen, procedió a tomar cuanto había de valor, tratando de abrir el cajón del velador en que estaban los 30 mil pesos, tarea que no pudo cumplir pues le fue imposible abrirlo o despedazar la chapa con los medios con que contaba. Concibió la idea de llevarse el velador al domicilio cercano de las hermanas María y Emilia Estrada, a las cuales les pidió ayuda y así lo hicieron. Con el mueble en casa lo despedazaron, sacando el dinero y lo que algún valor tenía, incluyendo un reloj de pulsera de hombre que Mercedes Gajardo Jaque usó de inmediato.
Un hermano sordo de don Juan Ibáñez, que habitaba en la casa, no se dio cuenta del crimen que perpetraban la Gajardo y sus cómplices. Posiblemente advirtió los quejidos de Gladys Rosa e intuyó que algo grave ocurría. Lo cierto es que dio cuenta a una pareja de carabineros y al regidor don Rubén Verdugo Valdés, que vivía al frente.
Inmediatamente se iniciaron todos los trámites que correspondían y la niña herida fue trasladada al hospital. A las siete de la mañana el Dr. Roberto Muñoz Urrutia diagnosticaba que Gladys presentaba el lado izquierdo del cuerpo paralizado, el parietal derecho completamente destrozado y la posible pérdida de un ojo.
Se llamó especialmente a Santiago al Dr. Hernán Fuentes Besoaín, con el objeto de atender a la sobreviviente, el que dispuso su traslado a la capital por comprobar que era susceptible de ser salvada.
Gladys fue llevada en avión a Santiago acompañada del Dr. Hernán Fuentes e internada en el Hospital Militar.
La conmoción de la ciudadanía seguía ahora concertada en torno a la joven. Los habitantes de Linares, en tiempo récord, estuvieron presentes con su ayuda económica. En pocas horas se reunieron 100 mil pesos, dinero destinado a costear en algo los gastos que demandaría la atención médica para librarla de la muerte.
Realizadas las primeras investigaciones se dedujo, en poco tiempo, que Mercedes Gajardo Jaque y María y Emilia Estrada Pradena habían tomado el tren nocturno, con destino a la capital.
No había tiempo que perder. Carabineros envió radiogramas a Talca y Curicó, con el objeto que detuvieran a la Gajardo y las Estrada, para cuyo efecto dieron sus filiaciones.
El éxito completo premió el esfuerzo. En unas cuantas horas se había descubierto a la autora del crimen y sus cómplices, y éstas eran aprehendidas en Curicó.
A la llegada del tren del norte cientos de personas esperaban a las mujeres, con el fin de increparles su acción, pero ellas fueron desembarcadas una estación antes, en Putagán, y traídas en auto a Linares, evitando de esa manera manifestaciones de repudio a las detenidas, cuya acción había conmovido a toda la ciudad.
En poder de las detenidas se encontró el reloj de don Juan Ibáñez Valenzuela, dinero, ropa y otras especies.
¿Quién era Mercedes Gajardo Jaque?
Había nacido en Santiago, y en la época del hecho tenía 17 años.
Estudió hasta cuarto año primario, este último en la Escuela 35 de Linares. Su niñez fue desdichada. Siendo pequeña, su madre se separó de su padre, Pedro Pablo Gajardo. Se crió con unas tías.
El infortunio la perseguía. No tuvo hogar, vivía una vida menesterosa y a la vez no gozaba de buena salud.
Llegó un día en que por el espacio Solidaridad Social, de Radio Soberanía, se pidió ayuda para Mercedes Gajardo Jaque, afectada de Coxitis TBC. La bondad de los linarenses no se hizo esperar y así fue como se proporciona dinero, estreptomicina y cuanto era menester para que el Dr. don Edgardo Retamal, gratuitamente, la sometiera a un tratamiento que resultó eficaz, quedando solamente con una ligera afección que la hacía cojear levemente.
Inmediatamente, el mismo espacio radial que dirigía el profesor don Carlos Sepúlveda López, inició una campaña para que Mercedes Gajardo Jaque fuera acogida en su casa por alguna persona caritativa.
En esta oportunidad, don Juan Ibáñez Valenzuela se interesó por este caso y se dispuso a recibir en su casa, en un acto de caridad, a esta niña. Posteriormente, aprovechando la ausencia de don Juan Ibáñez Valenzuela, enfermo en Santiago, cometió el delito de robo y muerte de una de sus hijas.
En los interrogatorios se le dijo que Juanita, en cartas escritas a su padre y algunas amigas, les decía que ella era buena y que se portaba muy bien.
- Sí, yo también la quería.
- ¿Cómo pudo, entonces, cometer su crimen?
- No pensé, ni pensaba jamás matarlas - pronunciando estas palabras con una expresión de dolor y lágrimas.
Hacía tiempo había planeado irse de la casa, para cuyo fin robaría el dinero suficiente.
Esa noche se sentó al borde de su cama en la pieza contigua a la que ocupaban las niñas, y se puso a pensar ¿cómo robaría el dinero?
Encendió una vela y se dirigió al cuarto inmediato. Juanita y Gladys empezaban a dormirse. Regresó a su pieza. Nuevos pensamientos, maraña de recuerdos y de oscuros presentimientos.
De improviso se sintió movida por un impulso que no puede establecer plenamente.
Recordó que en una mesa de su cuarto había dejado un martillo con el que había estado haciendo algunos arreglos en el día. Lo tomó en su mano derecha y resueltamente se dirigió a la cama de sus pequeñas patronas. Esgrimió la herramienta y la descargó sobre Juanita, primero, y luego sobre Gladys.
En el Liceo de Niñas, donde Juana Ibáñez Silva era la más aventajada alumna del Tercer Año de Humanidades,
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