Más allá de la sociedad disciplinaria

MÀS ALLÀ DE LA SOCIEDAD DISCIPLINARIA

Tanto la sociedad disciplinaria, como la sociedad de rendimiento limitan al ser humano imposibilitando su desarrollo personal al no tener autonomía para ir en una dirección seleccionada por él mismo. Teniendo en cuenta esto, se podría decir que de alguna manera intentan programar al sujeto para que se focalice en el “hacer”, más que en el “ser”; lo cual repercute de manera negativa para la salud mental y física, dando lugar a la propagación de psicopatologías o disfunciones en la dimensión psíquica.

La problemática que se desprende de la transición de la sociedad disciplinaria a la sociedad de rendimiento propone que ya no se deben denominar a los ciudadanos como “sujetos de obediencia”, sino “sujetos de rendimiento”. En otras palabras, la prohibición y la imposición ya no se ejercen, sino que se transforman en propuestas de proyectos e iniciativas. No está de menos resaltar que el sujeto de rendimiento sigue disciplinado, libre de un dominio externo que lo obligue o ejerza mayor autoridad sobre él; sin embargo, se rige por un mandato social que lo dirige hacia la productividad y la responsabilidad.

Desde el punto de vista psicológico y como mencionaban en el texto: la sociedad disciplinaria -gracias a su negatividad- genera criminales, psicóticos y personas con problemas de conducta. Debido a la desorbitada imposición y normatividad que se ejerce con el ciudadano, este se ve obligado a reprimir la expresión de acciones, emociones y pensamientos; como consecuencia, se ve en la necesidad de cumplir con sus intereses de manera oculta, y en ocasiones, con conductas desadaptadas o inaceptables socialmente. Por otro lado, se tiene que la sociedad de rendimiento ha desencadenado una ola de depresión en los ciudadanos a causa de la presión que ejercen en ellos con el fin de convertirlos en “máquinas” de producción. Este trastorno depresivo -o en ocasiones sentimiento de tristeza intensa- surge como consecuencia del elevado cortisol (estrés) que se produce en los individuos y el alto nivel de frustración que alcanzan al estar sometidos a ser coaccionados la mayoría del tiempo. No obstante, cabe destacar también que la sociedad de rendimiento puede ayudar a mejorar la autoeficacia del sujeto cuando sus acciones reforzadas y sus productos son recompensados.

Finalmente, es de considerar que estaría bien tener instituciones de poder que contribuyan al sostenimiento de un sistema de sociedad civilizada sin acudir a la imposición del deber o a la implementación del control sobre la forma de operar en la comunidad; por el contrario, sería más satisfactorio que las ocupaciones o quehaceres obedezcan al criterio personal. En síntesis, es necesaria la moderación y la regulación sin excederse a la coerción absoluta de la conducta.  

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