PENSAMIENTO EDUCATIVO DEL FILÓSOFO JULIO ENRIQUE BLANCO Y SUS PROYECCIONES
Enviado por lfmarin • 7 de Junio de 2017 • Práctica o problema • 23.107 Palabras (93 Páginas) • 2.691 Visitas
III PARTE
LA UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO
–PENSAMIENTO EDUCATIVO DEL FILÓSOFO JULIO ENRIQUE BLANCO Y SUS PROYECCIONES–
- Premisas Filosóficas
Evidentemente, la filosofía nació como magisterio. Todos los filosofos, aun sin proponérselo, han hecho escuela y discípulos: son maestros. De lo que se trata en estos acápites sucesivos es de cómo un filósofo, nuestro, deliberadamente, construyó educación superior para su polis, tratando de armonizar su desarrollo material, insuflándole el faltante desarrollo espiritual. Ese legado del filósofo barranquillero Julio Enrique Blanco es la Universidad del Atlántico. Por tanto, lo que sigue se convierte en un llamado para que nuestra Alma Mater sea recuperada por los universitarios de hoy para que, dialécticamente, se retorne a los principios que la engendraron, persuadiendo a la clase dirigente a darle el tratamiento que merece y le pertenece y continúe superándose como históricamente lo ha hecho, pero de manera superior.
Nacido en 1890 en Barranquilla, Julio Enrique Blanco fue un pensador autodidacta, quien llegó a convertirse en el primer exponente de la filosofía moderna en Colombia. Como ya se dijo, desde fines del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX, el interior del país vivía en plena “Regeneración Conservadora” y los estudios filosóficos se reducían al neotomismo, según lo reglamentaba el Concordato firmado con la Santa Sede tres años antes de que naciera Blanco. No obstante, pese a los dispositivos de censura impulsados por la Iglesia y el régimen, circularon, por otros circuitos, conocimientos y doctrinas alternativas, como el anarquismo, por ejemplo. En la costa Caribe la masonería y su crecimiento fue incontenible.
Hacia el segundo decenio de la pasada centuria, Barranquilla, puerto de intenso comercio, inicia el proceso de industrialización siendo gran parte del país prácticamente agropecuario. Bogotá vivía y pensaba de manera clerical y seguía siendo encomendada al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen de Chiquinquirá. Al respecto nos dice el filósofo Rafael Gutiérrez Girardot: “Con su centralismo de ancestro español y encomendero, la clase señorial sabanera había arrastrado a todo el país en su ambiente opaco y conventual; no mesura, tacto y discreción, sino mediocridad, pobreza y terco aislamiento del mundo moderno”.
Pero afortunadamente no fue toda nuestra geografía. En un país tan vasto como Colombia, a pesar de haberse perdido Panamá, de diversas y desconectadas regiones, el desarrollo no podía ser homogéneo. Esto explica que mientras la llamada “Atenas Suramericana” (sic), respiraba aromas de cirios e inciensos, en Barranquilla un pensador como Julio Enrique Blanco traducía directamente a Kant del alemán y escribía ensayos filosóficos que merecían elogios internacionales. Es decir, la Modernidad y el Medioevo coexistían en el mismo país, en pueblos y regiones tan diferentes y distantes como el Caribe y los Andes.
Blanco estuvo leyendo y estudiando a Kant 75 años aproximadamente, desde sus años mozos, según el filósofo Eduardo Bermúdez. Y pensamos que la relación entre filosofía y educación, a la cual él prestó tanta atención, se la debe al pensador de Köningsberg, principalmente al texto Pedagogía; y tal vez influenciado por este, se convirtió en “un hombre de pensamiento y acción educativa”, como lo calificó su discípulo Julio Núñez Madachi. “Una filosofía sin acción es como un concepto sin contenido”, solía decir el fundador.
La filosofía de la educación le señaló el camino a Blanco. Bien se sabe que influir y transformar la polis fue el ideal filosófico antropocéntrico griego. Después Sócrates, Platón y Aristóteles, cada uno de ellos lo hizo a su modo, sucesiva y respectivamente: desde la plaza, desde la Academia, desde el Liceo, siendo este último proyectado hasta la Corte de Macedonia de Filipo II y su hijo Alejandro, El Magno. Posteriormente, los emperadores romanos se hicieron rodear igual de filósofos para orientar los destinos de Roma, que sería, a la postre, la base de este mundo occidental en el cual estamos situados.
Pero fue con la aparición de las universidades hace prácticamente mil años (incluyendo el siglo XI donde se incubó), cuando se da esa estrecha relación entre Poder y Saber, en las famosas luchas por las supremacías de las investiduras entre las autoridades teológicas y civiles del Medioevo. Ambos poderes, repetimos, buscaron a las universidades para legitimar, a través del saber, sus respectivos poderes.
Esto contribuyó a la diseminación de las universidades por toda Europa (y después por todo el mundo), las cuales eran creadas y sostenidas por bulas o edictos, a favor de Papas o de reyes, como bien lo sostenía el padre Alfonso Borrero Cabal. Desde entonces las universidades han sido fundadas con el propósito (visión y misión) de incidir en la sociedad respectiva. En ese sentido, Julio Enrique Blanco se arma de historia universal, realidad concreta (Barranquilla), y el deber ser filosófico de Kant (relación Pedagogía y Filosofía, ver al respecto Utilidad Pedagógica de la Filosofía), para construir Universidad en su polis y transformarla. Así lo expresó en la sustentación de motivos para comenzar su proyecto educativo: “Lo que busco […] es echar las bases de un conjunto institucional sobre el cual descanse, y del cual descanse, del cual dependa, la futura cultura, actividad industrial, Adelanto científico, embellecimiento artístico, perfeccionamiento moral, vida espiritual, en suma, de la ciudad para la cual todos esperamos y anhelamos el más significado destino, Barranquilla”. La labor del intelectual barranquillero se movió en la filosofía total, pero específicamente entre la filosofía de la educación y la filosofía práctica. La filosofía es meditación creadora y tiene que ver con la “in-tele-agencia” que para él significaba “una actividad creadora, por lo que piensa y esquematiza, razona e imagina y se inscribe discursivamente, hacia una técnica intencional de fines prácticos”. Blanco buscaba dejar una obra perdurable para su ciudad, la Nación y más allá… “Podemos trabajar en el plan de una educación conforme a un fin y entregar a la posteridad una orientación que poco a poco pueda realizar...”.
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