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Periodismo Mexicano.


Enviado por   •  26 de Mayo de 2014  •  1.898 Palabras (8 Páginas)  •  193 Visitas

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Hoy en día está muy de moda hablar de los medios masivos de comunicación. Se podría decir que andan en boga y cualquiera se considera un experto en la materia. Aunque el periodismo como tal existe en nuestro país desde hace muchísimo tiempo y ha venido realizando una labor esencial de comunicación y enlace, lo cierto es que actualmente ha cobrado realce, gracias quizá, a este fenómeno cíclico que experimenta el hombre a fin de siglo: revisar a los actores sociales y reposicionarlos dentro de una nueva jerarquía de valores.

Aunado a esta razón también rescato otra que considero importante: en México la prensa vive una nueva condición al poder expresarse con mucha más libertad que en el pasado, en medida debido al debilitamiento del aparato del Estado y a una lucha que dejó un saldo a todas luces dramático en el camino.

Estas líneas pretenden, a grandes rasgos, explicar la condición actual del periodista y su medio a partir del pasado, es decir, caer en la cuenta de que para comprender los fenómenos que se están gestando se necesita abordarlos desde aproximaciones sociales, culturales y políticas: cuál fue el proceso histórico que nos llevó a alcanzar esta nueva “libertad de información”, quiénes contribuyeron a favor o en contra, cuáles fueron los aciertos y errores y qué se vislumbra para el futuro.

Desde la Conquista de México hasta nuestros días en la nación existen arraigados en el inconsciente colectivo una serie de complejos que en parte han determinado nuestro modus operandi. Uno de los más notables es el “agachismo” o postración servil ante la figura de autoridad. Romper con él no ha sido del todo posible y esto ha traído como consecuencia problemas graves. Quizá resulta utópico y fantasioso pretender borrarlo si antes no llegamos a la conclusión de que nuestro mayor freno es la ignorancia, la falta de educación y preparación.

Si en México las instituciones como el gobierno o la iglesia cobraron tanta importancia fue en gran medida porque lo permitimos. Si existieron malos gobernantes es gracias a que no estamos acostumbrados a demandar soluciones, a pedir cuentas. Si nuestra realidad actual nos lastima entonces es importante asumir una dolorosa realidad: pedimos a gritos un Estado que asumiera una figura paternalista y ahora estamos pagando las consecuencias.

El concederle a los órganos jurídicos, políticos y económicos tanto poder ocasionó que ciertas áreas del espectro humano se debilitaran y no cumplieran cabalmente sus funciones de fondo. El periodismo, por ejemplo, estaba opacado, cooptado y limitado por ciertos grupos de poder y esto le impidió, en muchas ocasiones, realizar eficientemente su papel de contrapeso del Estado, cronista de la vida nacional, espejo de la realidad cotidiana y voz de las causas populares.

Si revisamos a la prensa escrita desde principios del siglo veinte nos daremos cuenta de que aunque siempre pretendió operar con base en los postulados de imparcialidad, objetividad y veracidad, en el camino se desvió e incurrió en prácticas poco éticas que a la larga se convertirían en vicio. No se puede culpar categóricamente al periodista ya que muchas veces el denunciar sin tapujos le acarreaba consecuencias desproporcionadas: la presión, el encarcelamiento o la muerte.

Es útil comprender que la presión hacia la prensa nace mucho antes de la consolidación del PRI como oligarquía política. En tiempos del General Díaz ya se perseguía a publicaciones que atentaran contra el presidente y sus ideas. “El Ahuizote”, periódico que a través de caricaturas ridiculizaba al otoñal patriarca, ejemplifica al cotidiano opositor, al instrumento de denuncia. Digamos que fue una de las pocas publicaciones con la valentía suficiente para remar en contra de la corriente y la historia lo acabó situando como uno de los factores que despertara al “México bronco” o conciencia revolucionaria. El Ahuizote cumplió su cometido y dejó un saldo positivo, sin embargo, a partir de entonces la mayoría de los medios informativos optarían por convertirse en testigos silenciosos de las tropelías del poder y por ende llegar a ser, en gran medida, cómplices.

Con el nacimiento del Revolucionario Institucional y el establecimiento del mandato sexenal también vino el silenciamiento de los actores sociales. Nuestros gobernantes, convertidos en monarcas con ilimitado poder gracias a una Carta Magna que les facilitaba la vida, no desistieron en su intento de tener controlados a dichos actores. En el entendido de que cualquier crítica al ejercicio de gobernar era tomada de manera personal y enfurecía al mandatario en turno, la prensa optó por no lastimar los sentimientos del Ejecutivo y tornarse en promotora de los actos y decretos del gobierno, por más inverosímiles o perjudiciales que fueran.

En la historia del periodismo no todo fue silencio. En cada sexenio existieron periódicos y periodistas con la vocación y valentía suficientes para no callar, sin embargo, su andar no fue fácil ya que eran sujetos a una gran cantidad de presiones por parte del poder. Antonio de Juambelz y Bracho, Director de El Siglo de Torreón y decano de los periodistas de provincia definió su profesión como la lucha diaria por la justicia en combinación con el desgaste que acompaña el combatir el absurdo y denunciar la utopía.

Si algo caracterizó al periodista mexicano durante el siglo veinte fue el existir dentro de una ambivalencia que le calaba muy hondo. Por un lado sabía que para ser creíble y cumplir sus funciones a cabalidad debía ser un imparcial cronista de todo aquello importante para la nación; por otro conocía las redes del poder y se dejaba seducir al darse cuenta de los beneficios que esto le traería. Esta dualidad fomentó el nacimiento de una muy particular relación de amor-odio entre la prensa y el Estado, que aunque no es tan tangible como en el pasado,

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