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Política Criminal


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2013  •  1.457 Palabras (6 Páginas)  •  382 Visitas

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VIGILAR Y CASTIGAR. EL NACIMIENTO DE LA PRISIÓN.

Michel Foucault.

EL CUERPO DE LOS CONDENADOS.

El castigo del cuerpo uno de los símbolos que muy bien representan a la prisión…

Damiens, personaje en quien queda de manifiesto el castigo del cuerpo como pena por haber cometido del delito de Parricidio (en aquella época se calificaba de parricidio el homicidio cometido en agravio del rey). A Damiens le fue impuesta una pena muy tortuosa, pues en aquella se pretendía la flagelación inhumana de su cuerpo teniendo como fin último la muerte del delincuente. No obstante la flagelación sufrida por el cuerpo de Damiens, este fue desmembrado atado de las extremidades hacia unos caballos, que arremetían fuertemente contra el cuerpo lacerado de Damiens, quien finalmente fue desmembrado y quemado aquellas partes de su cuerpo.

Más tarde la historia se vuelve a repetir, ahora en la casa de jóvenes delincuentes de Paris. Jóvenes que eran sometidos ya no a un castigo del cuerpo sino más bien a un castigo al alma, donde se les imponía cierto tipo de conductas respondiendo a un estímulo. Los jóvenes eran sometidos a conductas a través de las cuales se pretendía su disciplina, promoviendo un comportamiento adecuado.

A partir de estos relatos podemos notar, que la historia de las penas ha ido cambiando en atención a distintas circunstancias como pueden ser: circunstancias de modo, tiempo y lugar, que han dado paso a una serie de castigos severos en los que era sometido el cuerpo humano, a través de la tortura y el dolor físico. De la tortura física se pasa a una serie de castigos encaminados al sometimiento de la voluntad. La voluntad humana se condiciona en relación a ciertos estímulos; sin embargo, la finalidad de la pena en la actualidad es la misma, castigar la acción realizada por acción u omisión. Se traslada de la tortura física a la tortura emocional; es decir, el cuerpo ya no es sometido a castigos crueles e inhumanos, pues ahora es sometido a controles u órdenes a través de los cuales se pretende redirigir o volver a encaminar al sujeto a una conducta aceptable.

Creo muy difícilmente una reintegración del individuo infractor de la norma a la sociedad, pues las condiciones actuales tanto sociales como políticas, económicas y laborales entre otras no permiten la adecuada integración del individuo infractor en sociedad.

El castigo como refiere Michel Foucault, tenderá, pues, a convertirse en la parte más oculta del proceso penal. Lo cual lleva consigo varias consecuencias: las que abandonan el dominio de la percepción casi cotidiana, para entrar en el de la conciencia abstracta. La ejemplaridad del castigo cambia sus engranajes, olvidando la teatralidad que representa la abominación de ser torturado públicamente a la certidumbre de ser castigado en relación a la conducta realizada.

El castigo ha pasado de de un arte de las sensaciones insoportables a una economía de los derechos suspendidos. El suplicio de los mecanismos modernos de la justicia criminal se halla envuelto más ampliamente en una penalidad de lo no corporal. Como también refiere Mably:

Que el castigo, si se me permite hablar así, caiga sobre el alma más que en el cuerpo.

Durante la edad media se estableció que juzgar era establecer la verdad de un delito, era determinar su autor, era aplicarle una sanción legal. Pasado esto, el Código francés de 1810 establecía que no hay crimen ni delito, si el infractor se hallaba en estado de demencia en el momento del acto.

Los sistemas punitivos pueden ser estudiados como fenómenos sociales; las medidas punitivas no son solamente mecanismos negativos, que permiten reprimir, impedir, excluir, suprimir sino que están ligadas a toda una serie de efectos positivos y útiles que tienen por misión una reintegración.

RESONANCIA DE LOS SUPLICIOS.

La función del suplicio, se encamina a la relación entre el tipo de perjuicio corporal, la calidad, la intensidad, la duración de los sufrimientos con la gravedad del delito, la persona del delincuente y la categoría de sus víctimas. El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación.

Podemos referir en este apartado, que durante la edad media, el magistrado

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