Proyecto Guzmancista
Enviado por jooose • 12 de Noviembre de 2011 • 6.897 Palabras (28 Páginas) • 874 Visitas
República Bolivariana de Venezuela
Ministerio del poder popular para la Educación superior
Universidad Bolivariana de Venezuela
Aldea universitaria francisco Tamayo
El Piñal - Estado Táchira
Licda. Asesora: Triunfador:
jose Blanco
EL PIÑAL, NOVIEMBRE 2011.
IMPACTO DEL PROYECTO GUZMANCISTA
Antonio Guzmán Blanco, hijo de Antonio Leocadio Guzmán, tramó junto con su padre el retorno al poder de los liberales. Al huir por el rechazo del gobierno, organizó en Curazao una invasión apoyada por caudillos regionales como Joaquín Crespo y Francisco Linares Alcántara. En 1870 desembarcó en Curamichate y tomó posiciones por el centro-occidente del país mientras engrosaba sus fuerzas. Tomó Caracas en abril, por lo que su acceso al poder se conoce como la Revolución de Abril.
Por haber vivido muchos años en París y otras ciudades europeas, percibió muchos de los cambios producidos en el siglo XIX, por lo que una vez hecho presidente implementó medidas tendientes a modernizar el país e instaurar el orden definitivo. En sus proclamas, creó el Conservatorio de Bellas Artes, dictó el Decreto de Instrucción Pública y Obligatoria, hizo del peso venezolano la moneda nacional, fomentó la agricultura, mejoró la infraestructura e inició una ambiciosa transformación urbanística de Caracas, a la que quiso darle cualidades parisinas,[12] sin abandonar un carácter centralista y autoritario. Combatió varios alzamientos caudillistas, logrando aquietar el turbulento panorama de insurrecciones. Fue su política una promoción del culto a los héroes del pasado, especialmente a Simón Bolívar, como estrategia para unir el país. Igualmente, debilitó el poder de la Iglesia Católica, al pasar al Estado funciones que tradicionalmente eran realizadas por ésta.
En 1877 pasó el mando a Francisco Linares Alcántara para que continuase su obra y marcharse a Europa. Pero la ruptura de Linares con él y la descontinuación de la línea progresista, provocaron la Revolución Reivindicadora que le derrocó en 1879. Guzmán Blanco tuvo que regresar al país y tomar nuevamente las riendas del gobierno. En esta ocasión designó al bolívar como moneda nacional, y decretó el canto Gloria al Bravo Pueblo como himno nacional, además de seguir con las medidas político-económicas que habían tenido éxito. Luego de cinco años pasó el mando a Joaquín Crespo. Los efectos de la introducción del positivismo y la creciente oposición del sector estudiantil cobraron fuerza, por lo que Crespo cerró la Universidad. Esto ameritó un segundo regreso de Guzmán, elegido por el Congreso para presidir entre 1886 y 1888, pero se retiró en 1887, dejando a Hermógenes López para la transición.
El General Joaquín Crespo y los jefes de la Revolución Legalista, de Arturo Michelena.Le siguió Juan Pablo Rojas Paúl, quien se alejó de la línea centralista mantenida hasta el momento. Creó la Academia Nacional de la Historia y enfrentó disturbios anti-guzmancistas. En 1890 fue elegido Raimundo Andueza Palacio. Su intento por ampliar su mandato de dos años causó la Revolución Legalista de 1892 encabezada por Joaquín Crespo, quien obtuvo el poder y estableció la presidencia de cuatro años y el voto directo. En su jefatura se malversaron los recursos públicos y hubo mayor endeudamiento, aunque permaneció popular entre sus soldados. Su candidato a sucesor, Ignacio Andrade, venció en las elecciones de 1897, pero su rival José Manuel Hernández, alias el Mocho, acusó fraude y se rebeló en Queipa. Crespo pereció al mando de sus tropas, pero el alzamiento fue derrotado. El saldo final del siglo XIX fue de recesión económica, pero de avances en cultura, tecnología y urbanismo.
2. Decir que la sociedad venezolana está dividida en dos partes casi iguales y que por lo tanto es necesario moderar el proyecto político del gobierno es una la nueva excusa de la contrarrevolución. Esta frase está siendo repetida por todas las fuentes comunicacionales del imperialismo y las clases dominantes mundiales. En las editoriales de los diarios, en los programas televisivos, en los análisis internacionalistas del momento. Es la idea fuerza que repiten los famosos “formadores de opinión pública”, los intelectuales del sistema, por izquierda o por derecha. Han lanzado este concepto para opacar y diluir el triunfo revolucionario del 15 de agosto.
Una media verdad es igual a una mentira entera. La sociedad venezolana no está divida por culpa del agresivo discurso del presidente Chávez. Venezuela está divida producto de las enormes diferencias sociales que produjo el período de los gobiernos oligárquicos. Véanse los niveles de desigualdad que generaron los 40 años de democracia bipartidista en los que una minoría despilfarró el equivalente a varios planes Marshall. En lo político, en efecto, existen dos proyectos antagónicos, pero esto no es algo nuevo, es así desde hace más de quinientos años. Uno es el proyecto popular, igualitario, soberano. El otro es el proyecto excluyente, de privilegios y sujeción imperial. Chávez no es el culpable de la división entre pobres y ricos. Chávez lo que hizo es señalar esa desigualdad e impulsar un proyecto colectivo destinado a transformar la sociedad, para que el país no siga dividido por las lacras de la exclusión. Lo que buscamos los revolucionarios, con Chávez a la cabeza, es una sociedad donde no haya una gente que no tiene nada, ni salud, ni casa, ni educación, ni trabajo fijo, ni un lugar donde caerse muerto y otra gente que se apropia de todos los bienes de la nación.
Las clases dominantes venezolanas están acostumbradas a que sus deseos sean órdenes para los demás. Hay una mayoría del pueblo que ha dicho NO. No, señor, sus deseos ya no son órdenes para nosotros.
Y ese conflicto entre los derechos del pueblo y los privilegios y deseos de los que siempre concentraron el poder, provoca dos reacciones diametralmente opuestas. Paradójicamente, los que defienden sus privilegios y caprichos, los que defienden sus ansias de acumular bienes totalmente superfluos para el desarrollo de la vida humana, ellos son los violentos.
En cambio, los que defienden sus derechos básicos, sus derechos a cubrir necesidades elementales como la de comer todos los días, ellos lo hacen de manera pacífica. Esa cultura humanista y tolerante que profesan los pobres de Venezuela es lo que permite
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