¿Qué Se Puede Aprender de Experiencias de Participación Menos o Exitosas?
Enviado por Manuela Zapata Alomias • 10 de Marzo de 2022 • Reseña • 2.024 Palabras (9 Páginas) • 190 Visitas
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¿Qué Se Puede Aprender de Experiencias de Participación Menos o Exitosas?
Presentado por:
Karen Viviana Moreno Valencia
Manuela Zapata Alomias
Teódulo Quintero González
(Docente)
Procesos Democraticos
(Asignatura)
Fundación Universitaria Claretiana
Facultad De Ciencias Humanas Y Religiosas
Programa De Trabajo Social
Quibdó
2022
INTRODUCCIÓN
En Colombia a partir de los años 80 se ha generado un movimiento por la paz como tendencia social y democrática, evidenciando la presencia de actores organizados como también la participación de sectores no organizados de la sociedad civil en actividades democráticas. Si bien, el proceso político por la paz y los intereses son múltiples, en gran parte las acciones colectivas por la paz han rechazado el conflicto armado y tratado de resolver problemas estructurales que afectan la vida de sus poblaciones, muchas de estas poblaciones desconfiaban de la sinceridad de las FARC y que tales acuerdos resolvieran los problemas que aquejaba el país, esta desconfianza del pueblo más los opositores de este proceso de paz consideraban una desesperanza e incertidumbre para el futuro.
El 2 de octubre de 2016 se realizó la votación al plebiscito por el acuerdo de paz que el gobierno había negociado con las fuerzas armadas revolucionarias de Colombia (FARC), con más de un 52%, los colombianos rechazamos los acuerdos de paz. Este resultado fue sorpresivo para muchos observadores nacionales e internacionales que consideraban el voto por la paz como la opción obvia ya que todos los partidos y la gran mayoría de políticos del país habían tomado posición a favor del acuerdo de paz, este proceso gozaba de un gran apoyo entre los líderes de opinión, los medios de comunicación la academia y el mundo cultural.
PLESBICITO POR LA PAZ EN COLOMBIA
Se contempla el plebiscito como un mecanismo de participación ciudadana a través del cual el pueblo puede pronunciarse sobre una medida adoptada por el poder ejecutivo, aprobando o rechazando en las urnas, previa convocatoria del presidente de la República. (Ley 134 de 1994). El presidente Juan Manuel Santos, correspondido con el apoyo de la llamada Unidad Nacional, lo promovió como método para refrendar los acuerdos logrados en La Habana con los máximos jefes de las FARC-EP una Ley Estatutaria del Plebiscito por la paz. Con esto se buscó dar un primer paso con miras a un escenario de postacuerdo en el que la insurgencia se reintegrara a la vida civil y política por medio de la dejación de armas, y así poder finalizar con un conflicto que data de más de medio siglo y que aún subsistía por más que hubiera una mesa de negociaciones establecida hace ya 4 años.
Pero como en todo proceso, se cometieron demasiados errores, el plebiscito fue convocado con tan solo 33 días de anticipación con todas estas circunstancias, el muy largo período anterior al Acuerdo se convirtió en un criadero muy fértil para las dudas, las suspicacias y el escepticismo acerca del proceso. En este proceso se pudieron evidenciar que los acuerdos estaban escritos en un lenguaje pesado y de difícil acceso para la mayoría, tan solo una proporción muy pequeña de la ciudadanía estaba en capacidad de leer y comprender sus 297 complejas páginas y de entender plenamente su significado e implicaciones, también por eso muchos votantes probablemente descartaron la información para enfrentar el plebiscito a partir de sus propias impresiones, apreciaciones, ignorancia, percepciones y prejuicios.
La gente no se enfocó en el deseo de terminar el conflicto sino en castigar a los “culpables” del mismo es decir, a las FARC y al ELN. Sin negar que estos han sido los actores centrales del conflicto, la mayoría de la gente no tuvo tiempo o espacio mental para apreciar los beneficios y oportunidades que implicaría la terminación de ese conflicto. Estos beneficios incluirían desde el ahorro de vidas humanas y de generaciones traumatizadas y embrutecidas hasta la posibilidad de hacer que las áreas rurales dejen de ser espacios de muerte, destrucción y sufrimiento para convertirse en ámbitos de producción, desarrollo y bienestar.
Desde voceros del gobierno se orientó la campaña por el SI de manera negativa diciendo que el objetivo del Acuerdo es el fin o desarme de las FARC. Algunos seguidores de este enfoque repitieron su lema “Adiós a las FARC” como sinónimo de paz y otros quisieron recurrir a la estrategia del miedo para “motivar” a la población urbana; en este punto no escapó el Presidente el día que llamó a votar alegando que con un triunfo del NO las FARC atacarían con terrorismo urbano.
Ese enfoque que igualó el acuerdo y la paz al mero desarme de las FARC colocó la visión del conflicto armado como exclusiva responsabilidad de la guerrilla y ocultó la responsabilidad de muchos sectores sociales, agentes estatales y negociantes legales e ilegales. Una cosa es llamar a apoyar el fin del conflicto armado que ha sido animado por políticos, empresarios guerreros y negociantes con diversos intereses y, otra limitarse a pedir apoyo para desmovilizar unos millares de subversivos.
Han faltado voces que muestren como todos los colombianos hemos sido azotados por la guerra, los conflictos armados y la violencia armada política y socioeconómica. Esa verdad se sigue escondiendo como también que la violencia armada ha sido promovida por las guerrillas pero más por grupos de poder para enriquecerse, apropiarse de tierras y recursos y también de grandes contratos corruptos. A muchos en las altas esferas de la política les cuesta aceptar públicamente que la alianza de parapolíticos, narcotraficantes, negociantes sin escrúpulos y agentes del Estado, ha sido parte de esta historia que se busca superar.
Desde los voceros oficiales de la campaña del SÍ se presentó el Acuerdo Final en sus contenidos de desarrollo rural o de justicia como un mal menor, un costo a pagar para desarmar un grupo armado con capacidad de matar y hacer daño. De esta manera se degradaron los contenidos sociales y democráticos que tiene el acuerdo de paz.
En muchos mensajes se enfocó la campaña por el SI como una solidaridad con los campesinos de las zonas de confrontación armada y no como un camino hacia el bienestar de todos. Esta idea se funda en una lectura equivocada de la violencia política y económica en Colombia como un problema rural o sólo de insurgencia y no como parte de un modelo de poder y de acumulación que ordena buena parte de las relaciones en toda la sociedad. En suma se hizo una campaña mostrando los beneficios del Acuerdo sobre todo para las poblaciones rurales o los 300 municipios pequeños más golpeados por la guerra.
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