REALIDADES QUE DUELEN
Enviado por ASDFGHJKLRVFEDSX • 14 de Noviembre de 2021 • Tarea • 693 Palabras (3 Páginas) • 41 Visitas
REALIDADES QUE DUELEN
Aquel día mis amigas me propusieron quedar para ir a tomar unas copas y salir de fiesta, después de el gran esfuerzo que habíamos hecho para superar los últimos exámenes del cuatrimestre. La verdad es que me apetecía un montón, pero a la vez, a mi cabeza llegaban desagradables recuerdos que me quitaban las ganas.
Finalmente, decidí ir. ¿Qué podía salir mal?
Me puse algo de música para animarme y me dirigí al baño, una vez allí me desvestí rápidamente y me metí en la ducha, evitando mirarme al espejo. Al salir, repetí el proceso, corrí a mi cuarto a por mi ropa, y hasta estar completamente vestida, evité comprobar mi apariencia.
Para la ocasión, había optado por coger mi falda de cuero negra que tan de moda se había puesto recientemente, y la conjunté con una blusa básica con algo de encaje. Añadí varias joyas, unas botas negras y un bolso baguette, para terminar de encajar el outfit. Me hice un maquillaje sencillo, pero favorecedor, y entonces sí, me miré al espejo. Sonreí, y salí de casa para dirigirme a la alameda.
Al llegar, mis amigas me recibieron con sus habituales sonrisas y halagos, que tanto me ayudaban a olvidar mis inseguridades, y fue entonces cuando nos dirigimos hacia la discoteca. Estaba de última en la cola, mis amigas accedieron sin ningún problema, pero en el momento que me tocó a mí, no sucedió de la misma forma. El portero me impidió entrar, alegando que no cumplía con los códigos de vestimenta, que no estaba permitido ir “disfrazado”.
Me quedé en shock, pero, mis amigas enseguida se dieron cuenta y salieron, asqueando al que me acababa de negar la entrada. Aquel suceso, me dolió profundamente, pero decidí olvidarlo y disfrutar de la noche, así que propuse ir a otra discoteca para evadirme de lo que acababa de ocurrir.
El resto de la noche transcurrió con normalidad, y estaba todo olvidado, disfrutamos mucho bailando y celebrando el final del cuatrimestre, y pasadas las cuatro de la mañana, nos despedimos, y nos fuimos a casa.
Me quedaban apenas unos metros para llegar a casa, cuando de pronto, un grupo de chicos a los que jamás había visto, comenzaron a insultarme y desearme la muerte. Se acercaron, no tardaron apenas, y, antes de que pudiera salir corriendo, los tenía delante de mí, dándome una paliza.
Empezaron con unos golpes, primero en la cara. Dos puñetazos. Los soporté.
Segundos después, una piedra me golpeaba en la cabeza. Seguía consciente.
Patada. Otra. Otra. Otra. Más fuerte que la anterior. Y una última. Que me destrozó.
No era la primera vez que vivía una situación así; a lo largo de mi adolescencia, soporté numerosas agresiones, tanto físicas, como psicológicas. Pero con esta última, me mataron, acabaron con todo aquello que había conseguido superar para ser quién por fin era, acabaron con mi fuerza para afrontar los comentarios de gente que no me entendía, y, desafortunadamente, acabaron, con mis ganas de vivir, y de seguir luchando. Y en ese momento lo tuve muy claro, si no me mataban ellos, lo hacía yo. No iba a seguir soportando tanto dolor.
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