Recuerdos de la infancia

Recuerdo de la infancia

Dos mil cinco, principios de año en la ciudad, el aire se siente aún bastante frío y aunque no es algo tan extremo, la mayor parte del día la gente tiene que estar usando guantes para soportar la temperatura en los dedos; años pasados no sucedía así, o al menos eso es lo que Abraham puede recordar de su corta infancia a lado de su madre. Podría decirse que esa época es de las cosas más bonitas que un niño debe disfrutar, no solo por la alegría de no tener escuela, poder quedarse en cama hasta las 9 de la mañana, probar la deliciosa comida que preparan las abuelitas o salir a jugar con los vecinos un partido de futbol, si no que todas esas cosas juntas nos recuerdan que en la vida hay instantes que debemos aprender a disfrutar por más sencillos que sean, porque si no, la vida se vuelve aburrida.

Abraham solía disfrutar mucho de estos momentos con su mamá, quien a pesar de ser una mujer ocupada diecisiete horas al día, durante seis días a la semana, cada domingo sin falta lo llevaba a él y a su perro origami al parque, solo para disfrutar de la brisa, contar anécdotas divertidas de la semana y comer esos dulces de almendra que tanto adoraban los dos.

Ciertamente es difícil ponerle una descripción al trágico día en que la madre de Abraham, Sara,  se volvió una criminal, pues nadie esperaría que una persona poseedora de tan bellas facciones y carisma, fuera capaz de cometer actos tan violentos contra un hombre que alguna vez adoró.

No era por haberlos abandonado a su suerte cuando Abraham era solo un niño, lo que molestó a Sara, ni tampoco la nula atención que ambos recibían de Carlos, si no la falta de cinismo de aquel maldito, cuando un viernes en la noche decidió mostrar su cara en el departamento para hablar con el pequeño, simplemente para explicarle que se volvería a casar y no tendría tiempo de verlo.

No es que no se amaran tiempo atrás, pues la ironía aquí, es que se adoraban desde ya algún tiempo; pero posiblemente la corta edad a la que tuvieron que dejar sus vidas de comodidad para mantener a un bebé, sumado al poco efectivo que generaban, detonó en una separación que no fue muy bien vista por Sara.

“La venganza es algo muy malo mi amor, nunca permitas que algo como eso te consuma”, es una frase que Sara le decía muy a menudo a su hijo cada que alguien lo molestaba con comentarios acerca del padre que nunca tuvo; ella misma trato de repetírselo cuando Carlos la dejó, cuando lo vio caminar de la mano con otra persona e incluso cuando fue a hablar con Abraham, pero simplemente no pudo aguantarlo más el día en que supo que aquel infeliz estaba pensando en arrebatarle a su bebé, argumentando que ella era inestable, nefelibata y en ocasiones hasta bipolar.

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