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Relación de los sucesos con el Derecho Constitucional y autores de la materia.


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2017  •  Ensayo  •  2.234 Palabras (9 Páginas)  •  251 Visitas

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Segregación y secesión en la sociedad.

¿Dos fenómenos inevitables?

Contenido:

  • Breve definición de los fenómenos de fragmentación.
  • Relación de los sucesos con el Derecho Constitucional y autores de la materia.
  • Conclusión final.

Parte I

  • La famosa década de los 90 dejó en la Argentina mucho más que el saldo de la privatización masiva de empresas y de la desindustrialización sufrida a causa de la liberación del mercado. Dejó transfigurada, por sobre todas las cosas, a una comunidad que lejos de unificarse, estalló en variadas unidades: ya no existe una unificación del conjunto social urbano, ni en un sentido romántico que aboque la unión de los vecinos, ni en un sentido geográfico que aúne a los miembros de una comunidad como grupo homogéneo. Esta fragmentación puede dividirse en dos clases de fracturas, una más instintiva y otra deliberada, la segregación y la secesión respectivamente.

Revisemos un poco estos términos. El acto de segregar es, según el diccionario “Separar una cosa de otra de la que forma parte” y, si bien esta definición ha lugar a lo que se pretende explicar en este informe, trataré de profundizar en el tipo de segregación que pretendo investigar. La segregación nace a raíz de las diferencias entre los más parecidos, o mucho mejor dicho, los más cercanos, pero que se sienten y quieren demarcarse todo el tiempo como diferentes entre sí. Schapira pone como ejemplo en uno de sus escritos, el caso de los pobres y los nuevos pobres, tomando como referente la diferencia entre un obrero mal asalariado (es decir empobrecido), de un villero. El odio o la rivalidad entre estos grupos, con casi los mismos problemas a veces, favorece el rechazo bilateral de parte de los propios protagonistas. La causa del choque es simple: el "nuevo pobre" no quiere que lo confundan con el villero, posiblemente pobre desde siempre. Estos grupos desarrollan rivalidades, aún cuando comparten territorio y problemáticas de la misma índole: mala ubicación geográfica, problemas de infraestructura (cloacas, asfalto, alumbrado), tendencia al acceso a los peores empleos por las distancias, y un listado interminable de detalles que parecen insignificantes pero resultan comunes a estos sectores. Como ejemplo de estas “nimiedades” podríamos mencionar un hecho a simple vista “no nocivo”: no tener asfalto. Esto no parece perjudicial para la integridad de cada persona, sin embargo, vivir en calle de tierra provoca inundaciones difíciles de sobrellevar en un día de lluvia intensa. Así, quienes viven en estas zonas, esos días podrían faltar a sus empleos o lugares de estudio debido a que salir con las calles repletas de barro, es más que dificultoso. De esta manera casi imperceptible, la infraestructura urbana actúa en pos o en contra del desarrollo integral de cada individuo y, en su conjunto, de cada comunidad. Asimismo, y aún teniendo tantas cosas para resolver “en común”, la fórmula «vecinos = solidaridad» se rompe, y esos individuos miembros de una misma comunidad, se segregan, es decir, se diferencian y se desafían constantemente por distarse.

Segregación en gráficos:

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La secesión es en cambio, la reina de la fiesta. Los protagonistas de esta forma de fragmentación voluntaria no tienen nada en común con los que a fuerzas de pulmón y grito tratan de verse mejores que sus vecinos villeros, si no que tienen la posibilidad económica de abandonar todo riesgo de conflicto y separarse por arrastre propio. He aquí los consumidores compulsivos de «puertas pentágono», «alarmas X28» y, sobre todo, habitantes de los bien ponderados “countries”, maquetas urbanas a escala real de una ciudad pulcra, con plazas y espacios comunes[1] más limpios y mejores que  los que comparte la chusma. El aumento de la violencia flameado por los medios masivos de comunicación, el difundido miedo a la inseguridad, la ilusión de una vivienda libre del acecho de los pobres, sumada al prestigio social que otorga ser parte de estos barrios cerrados, son algunos de los múltiples motivos para mudarse a este universo perfecto y abandonar los riesgos de la convivencia con el resto de una comunidad que no sienten igual a ellos. Pero hay algo todavía mejor en esto de abandonar la plebe y mudarse con “gente como uno” a un espacio protegido por alambres de púa y hombres armados: este procedimiento no requiere ninguna responsabilidad social. Y es que, vivir en un country no significa ser elitista, ni racista, ni xenófobo, no se trata de agredir a nadie ni de ser un mal vecino o mal miembro de la comunidad, se trata simplemente de mantener al otro a una distancia “conveniente”.

Secesión en gráficos:

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Parte II

Ahora, vayamos a lo clave:
Gestionar a través del Derecho y la política para evitar estas formas de fragmentación ¿es posible?

Como ya vimos en las primeras unidades, Sieyes era un gran crítico de la falacia de la supuesta justicia equitativa y sostenía:

“Si se quiere actualmente alcanzar idéntica solución, atendiendo a otros principios igualmente incontestables, consideremos que los privilegios constituyen, con respecto al gran cuerpo de los ciudadanos, lo que las excepciones respecto a la ley. Ahora bien, toda sociedad debe ser regulada por leyes comunes y sometida a un orden común. Sería realmente una insensatez situar a la altura del gran interés nacional, el interés de los exentos, para, de algún modo, contrapesarlo.”

Y hete aquí las propias contradicciones de lo que es justo y lo que es injusto. Que alguien decida residir en un country ¿es injusto para el resto de la sociedad? Si no lo es ¿por qué sentimos que nos divide? ¿Por qué nos preocupa tanto que algunos tengan tanto, no deberíamos preocuparnos por los que tienen poco? En primer lugar, cabe aclarar que nada puede hacerse por los pobres si no se empieza por los ricos. En segundo lugar, cabe citar a Sieyes

“(…) los privilegios constituyen, con respecto al gran cuerpo de los ciudadanos, lo que las excepciones respecto a la ley.”

Sin embargo, esa exclusividad, ese elitismo que lejos de amedrentarse a través de la ley, se magnifica, no puede ser motivo de disparidad jurídica. ¿Cómo podríamos tener leyes acorde a las propiedades o los bienes? ¿No sería eso, acaso, tan materialista como el estado despótico? Los hombres deben ser iguales ante la ley, aún cuando ciertos hombres por poseer determinadas libertades económicas, tengan acceso a mejores formas y el resto de los hombres encuentre en su libertad chapuceras limitaciones.

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