SE NECESITA UNA RESPUESTA CALCULADA A LA INVASIÓN DE UCRANIA

El mundo ha quedado consternado con la violenta invasión rusa a su vecina Ucrania. Guiados por un líder arrogante y déspota, deseoso de cumplir sus fantasías irredentistas, el ejército ruso ha atacado buscando abrumar cualquier resistencia. Sin embargo, la férrea defensa montada por el pueblo ucraniano, liderado por el carismático presidente Volodymyr Zelenskyy, ha sorprendido a todo el mundo, en particular a los mismos rusos.

Como respuesta a la invasión, las naciones de la OTAN han reaccionado con la imposición de sanciones económicas a Rusia, a la vez que apoyan a Ucrania enviándole armamento. A pesar de esto, ha surgido la opinión de que este apoyo es insuficiente y que la OTAN ha abandonado a la nación eslava.

De las redes sociales y los noticieros surgen imágenes desgarradoras de los enfrentamientos en Ucrania, lo que ha causado una serie de comentarios calificando las acciones de la OTAN como insuficientes y han promovido una intervención más directa en Ucrania. Sin embargo, no contemplan las consecuencias a largo plazo que este tipo de intervención puede acarrear.

Al enviar tropas de la OTAN al territorio ucraniano, se entraría a un camino directo que sólo puede concluir con el inicio de una guerra contra Rusia y sus aliados, lo que sólo podría traer más derramamiento de sangre y desestabilizar todo el bloque de Europa oriental, basta con recordar cómo la guerra de Iraq ha dejado a la región desolada y transformada en un terreno fértil para las facciones radicales. Una situación que solo se ha podido frenar en los años recientes.

También es importante recordar lo que sucedió en el otoño de 1983 cuando se encendió una alarma soviética indicando la llegada de un misil nuclear proveniente de Estados Unidos. El oficial encargado, Stanislav Petrov, analizó la situación con calma y esperó a obtener más información sobre lo que estaba sucediendo. Al no haber conseguido información que corroborara la señal de alarma se enfrentó a dos decisiones, cumplir con lo que se había estipulado y enviar la información a sus superiores, arriesgándose a iniciar un holocausto nuclear, o confiar en su instinto y asumir que se trataba de una falsa alarma. Por unos minutos el destino del planeta estuvo en la capacidad de toma de decisiones de un solo hombre quien, afortunadamente, decidió confiar en su instinto que le recordó que muchos factores pueden causar una falsa alarma, como una bandada de aves o un daño en los satélites.

Pocas personas saben lo cerca que estuvo el mundo de acabar y el héroe anónimo que lo evitó; lo más razonable es no permitir que una situación así se repita. Es importante resaltar que en 1983 los Estados Unidos y la Unión Soviética no estaban en guerra, las tensiones propias de la guerra fría no se comparan con las de una guerra directa. Por ese motivo no se puede confiar que en el futuro va a haber un Petrov que vuelva a evitar la tragedia;

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