SOCIAL Y LINGUISTISCAMENTE PREDISEÑADOS

Desde el principio de la humanidad hasta nuestros días, las mujeres hemos estado al margen de acontecimientos relevantes para la humanidad, tanto en el ámbito religioso como político, en lo social y económico se nos instruyó y prediseñó para ser espectadoras y no protagonistas.

La lingüística como ciencia tampoco escapa a lo anteriormente expuesto, “Lo cierto es que la mayoría de lingüistas continúan ignorando la reciente intervención feminista, responsable de la cada vez mayor atención prestada al género en distintos ámbitos de la investigación…”, por lo cual se expone una cruda realidad vivida y experimentada por hombres y mujeres donde se pugna por el predominio de aceptación, de ideas, de prestigio de reconocimiento en los distintos ámbitos de la vida.

En lo que respecta el lenguaje, para ilustrar lo anterior podemos decir lo siguiente: La mayoría de los hombres costeños utilizan términos como: “Man, cole, cali cuadro para referirse a un semejante del mismo sexo, pero no se ve con buenos ojos que las mujeres dentro de este mismo contexto utilicen los mismos términos para comunicarse con su mismo sexo, de igual modo que las mujeres utilizamos términos como: Nene, bebé papi, divino etc. De lo anteriormente expuesto surge una pregunta: ¿Son ciertos términos exclusivos del uso femenino o de uso masculino?

En consecuencia surge una respuesta cuando la utora McConell afirma al explicar el término género “Así que tanto en noción técnica de la lingüística, el género ha perdido virtualmente sus conexiones con el sexo…” en efecto los seres humanos somos lo que somos y quienes somos como consecuencia de las influencias e intercesiones subjetivas y culturales tales como el origen sexual el lenguaje, la familia, la instrucción escolar, el grupo de iguales, el estatus económico y social, las ideologías, los estilos de vida, las creencias, los mensajes de la cultura de masas…) que influyen de una manera determinante en la construcción de nuestras identidades. Es decir, al sexo inicial de las personas se le añaden las maneras culturales de ser hombres y de ser mujeres en una sociedad determinada.

Por lo tanto, la construcción de las identidades masculinas y femeninas en las sociedades humanas no es sólo el efecto natural e inevitable del azar biológico sino también, y sobre todo, el efecto cultural de la influencia de una serie de factores familiares, escolares, económicos, ideológicos y sociales. Hombres y mujeres somos diferentes no sólo porque tengamos un sexo inicial distinto sino también porque nuestra socialización es distinta y por ende nuestro modo de hablar y expresarnos también es distinto.

Sin embargo tenemos un patrón socio-afectivo que juega un papel muy importante en la producción oral femenina, pero en los hombres no: “Así cuando desarrollan

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