Soberania Social
Enviado por marianny_ron • 20 de Septiembre de 2013 • 1.120 Palabras (5 Páginas) • 367 Visitas
a soberanía social
postdateiconSábado, 06 de Enero de 2007 16:25 | postauthoriconEscrito por Juan Vázquez de Mella | PDF | Imprimir
Pensamiento tradicionalista - Juan Vázquez de Mella
Toda persona tiene como atributo jurídico lo que se llama autarquía; es decir, tiene el derecho de realizar su fin, y para realizarlo, tiene que emplear su actividad y, por tanto, tiene derecho a que otra persona no se interponga con su acción entre el sujeto de ese derecho y el fin que haya de alcanzar y realizar. Eso sucede en toda persona. Y como, para cumplir ese fin, que se va extendiendo y dilatando, no basta la órbita de la familia, por sus necesidades individuales y familiares, y para satisfacerlas viene una más amplia esfera y surge el municipio como senado de las familias. Y como en los municipios existe la misma necesidad de perfección y protección, y es demasiado restringida su órbita para que toda la grandeza y la perfección humana estén contenidas en ella, surge una escena más grande, se va dilatando por las comarcas y las clases hasta construir la región. De este modo, desde la familia, cimiento y base de la sociedad, nace una serie ascendente de personas colectivas que constituye lo que yo he llamado la soberanía social, a la que varias veces me he referido y cuya relación fundamental voy a señalar.
Así, desde el cimiento de la familia, fundado en ella como en un pilar, nace una doble jerarquía de sociedades complementarias, como el municipio, como la comarca, como la región; de sociedades derivativas, como la escuela, como la Universidad, como la Corporación. Estas dos escalas ascendentes, esta jerarquía de Poderes, surge de la familia y termina en las regiones, que tienen cierta igualdad entre si, aunque interiormente se diferencian por sus atributos y propiedades. Los intereses y las necesidades comunes en esa variedad, en que termina la jerarquía, exigen dos cosas: las clases que la atraviesan paralelamente, distribuyendo las funciones sociales; y de una necesidad de orden, y una necesidad de dirección. Puesto que ni las regiones ni las clases pueden dirimir sus contiendas y sus conflictos, necesitan un poder neutral que pueda dirimirlos y que pueda llenar ese vacío que ellas por sí mismas no pueden negar. Y como tienen entre sí vínculos y necesidades comunes que expresan las clases, necesitan un alto poder directivo, y por eso existe el Estado, o sea la soberanía política propiamente dicha, como un poder, como una unidad, que corona a esa variedad y que va a satisfacer dos momentos del orden: el de proteger, el amparar, que es lo que pudiéramos llamar momento estático, y el de la dirección, que pudiéramos llamar el momento dinámico.
Las dos exigencias de la soberanía social son las que hacen que exista, y no tiene otra razón de ser, la soberanía política, y esas exigencias producen estos dos deberes correspondientes para satisfacerlas, los únicos deberes del Estado: el de protección y el de cooperación. De la ecuación, de la conformidad entre esa soberanía social y esa soberanía política, nace entonces el orden, el progreso, que no es más que el orden marchando, y su ruptura es el desorden y el retroceso. Entre esas dos soberanías había que colocar la cuestión de los límites de Poder, y no entre las partes de una, como lo hizo el Constitucionalismo.
(El liberalismo) como no alcanzó la profunda y necesaria distinción entre la soberanía social u la política, unificó la soberanía: creyó que
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