Sociedad Consumista
Enviado por moviding • 10 de Diciembre de 2013 • 2.970 Palabras (12 Páginas) • 490 Visitas
LA SOCIEDAD CONSUMISTA, UNA SOCIEDAD ENFERMA
Una crítica a los valores inherentes a la sociedad capitalista: Como son usados por el poder para someter la voluntad de los ciudadanos, y como afectan negativamente a millones de ciudadanos en todo el mundo, que, por unos motivos u otros, no son capaces de dar lo que el sistema espera de ellos. Por: Pedro Antonio Honrubia Hurtado para Kaos en la Red
El consumismo perturba la mente
En estos días que corren no es demasiado difícil encontrar argumentos para creer, de una u otra manera, que vivimos en una sociedad cada vez más enferma y deshumanizada. A poco que dediquemos unos minutos de nuestro tiempo a observar el mundo que nos rodea, los ejemplos para contrastar tal creencia fluyen a borbotones en todos los ámbitos de la vida. Pocos son ya los espacios de nuestra cotidianeidad donde no podamos detectar algún síntoma de la decadencia a la que irremediablemente parece abocada nuestra civilización. En nuestras propias vivencias en las relaciones familiares e interpersonales, en las noticias trágicas que a diario invaden nuestros medios de comunicación, en el discurrir rutinario por las calles de nuestros pueblos y ciudades, en todos sitios se vislumbran síntomas de una crisis que nos conduce hacia un futuro poco esperanzador. La perdida de valores humanitarios, la inexistencia de un sentido de lo moral en el quehacer común solidario, es cada vez más una incipiente realidad que nos atropella a todos como un rodillo que no podemos esquivar y que, conducido por no se sabe bien quién o qué, pretende no dejar títere con cabeza. La triste realidad de una vida cada vez más competitiva e individualista, de un mundo cada vez más alejado de utopías emancipadoras, y de una sociedad cada vez más vuelta sobre su propio egocentrismo, se impone sobre nuestras consciencias como un proyecto de vida del cual no podemos, no queremos, o no sabemos escapar.
Muchos son los ejemplos concretos que se podrían dar aquí para plasmar esta dinámica degenerante de lo moral y lo humano, pero, tal vez, haya un caso que por su propia capacidad simbólica, se pueda imponer sobre todos los demás: el aumento de la depresión infantil en las sociedades capitalistas. Nos dicen los entendidos en medicina que toda enfermedad va acompañada por una serie de síntomas que la hacen detectable. Nos dicen también que el hecho de tener un determinado síntoma (asociado usualmente con una determinada enfermedad) no siempre es razón suficiente para poder diagnosticar certeramente la presencia de una patología en el cuerpo del enfermo, aunque, bien es cierto, hay síntomas que suelen estar vinculados muy estrechamente con determinadas patologías, tanto que su aparición es prácticamente garantía para un diagnóstico acertado. Si en un ejercicio poético aplicamos estos conocimientos sobre nuestra propia sociedad y tratamos de analizarla como un todo orgánico, el aumento de la depresión infantil es, sin duda, uno de esos síntomas que demuestran a todas luces la existencia de una enfermedad degenerativa grave en una sociedad. Una civilización como la nuestra, donde cada día son más los niños que no son felices en su existencia, es con toda seguridad una sociedad enferma. Allí donde el ser humano ha existido, allí siempre ha habido una sonrisa en la boca de los niños, aun cuando estos se hayan tenido que enfrentar a las condiciones vitales más extremas. Resulta significativo, por ejemplo, que actualmente los índices de depresión infantil sean enormemente más elevados en los países del primer mundo que en las naciones subdesarrolladas, donde este trastorno no tiene casi ninguna incidencia. Además, como no podía ser de otra manera, dentro de las naciones más desarrolladas económicamente, el % de afectados aumenta según se vaya descendiendo en la jerarquía de las clases sociales, probablemente, según reconocen los psicólogos expertos, porque la sociedad de consumo crea unas expectativas que luego no pueden realizarse [1] . Es decir, según esto último, la sociedad capitalista proyecta sobre el sujeto un ideal de vida cuya reproducción (y no digamos ya su satisfacción) no está al alcance de todo el mundo, con lo que el sujeto que no es capaz de reproducir eficientemente el ideal capitalista, acabará por percibir su incapacidad para alcanzar las metas impuestas por el sistema, bien como un fracaso personal, bien como una frustración de sus expectativas vitales, lo que lo convierte, máxime si es un niño, en un ser potencialmente propenso a caer en un estado depresivo agudo, amén de las consecuentes crisis existenciales que esto conlleva. Como decimos, además, este hecho se agrava a medida que se desciende en la escala social.
En el estado español, por ejemplo, en los últimos diez años, según publicaba recientemente el diario El Pais, el % de niños afectados por depresión habría aumentado desde un 5 a un 12%, mientras que en estados con una mayor tradición en la sociedad de consumo, como EEUU o Japón, el % rondaría ya entre el 20 y el 25% del total de niños y adolescentes. Datos estos, sin duda, que bien deberían hacernos reflexionar sobre la dinámica social en la que nos vemos envueltos, y el camino que estamos recorriendo entre todos de la mano de la actual sociedad consumista-capitalista, para preguntarnos hasta qué punto estamos dispuestos a permitir que la enfermedad se expanda por las venas y arterias de la sociedad. El origen de la enfermedad, claro está, no es otro que la propia dinámica competitiva y egoísta (de éxito a toda costa) que predica el capitalismo, y que nutre de casi la totalidad de sus contenidos al proceso de socialización en el que van formando su consciencia social e individual nuestros niños y niñas (a través de la educación, la televisión, el cine, la prensa, las presiones familiares, etc.).
La cuestión central que se plantea aquí, por raro que pueda parecer a primera vista, no es un asunto monetario o económico, es una cuestión de sentido de la vida, una problemática existencial que afecta a la vida de los sujetos y sus expectativas de cara a una supervivencia útil y satisfactoria. Si volviendo con el tema de las enfermedades psicológicas analizamos los datos de los hombres y mujeres que se ven afectados por algún tipo de patología de la psique en nuestras sociedades, y cuales suelen ser las principales enfermedades que les afectan [2] (depresión, stress, ansiedad, etc.), no es demasiado arriesgado concluir que el principal problema existencial que afecta hoy a nuestros conciudadanos (en el mundo capitalista) es una cuestión de sentido, es decir, un problema no del ámbito de lo material, sino en el ámbito de la existencia cotidiana, de la auto-realización personal, y del cumplimiento con las expectativas fijadas por la sociedad, tanto en el plano laboral, como en el personal. La presión a que la sociedad
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