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Sociologia


Enviado por   •  7 de Diciembre de 2013  •  5.345 Palabras (22 Páginas)  •  241 Visitas

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En ciencias naturales pensamos que no inventamos las reglas de la Naturaleza sino que las descubrimos. Para la gente de ciencia el mundo está “allá afuera”, no en nuestra mente, siendo percibido a través de sentidos y analizado usando la razón. ¿Hay dudas respecto a esto? Sí. Al menos tan antigua como Hume (1711-1766) es la objeción de que no podemos tener certeza de que el mundo realmente existe “allá afuera”, pues podría ser una ilusión. Cuando escribo este artículo, ¿cómo descartar que mi cerebro esté conectado a cables alimentándole información equivalente a la que tendría si pudiera percibir el mundo, pero habiendo “allá afuera” algo completamente distinto? ¿Qué tal si mis recuerdos, la gente que conozco, lo que he leído, las noticias de la prensa, en fin, todo no es más que un elaborado espejismo, pero no hay en el mundo nada más que mi mente? Cuando Hume plantea esto, lo hace en términos de su mente. Yo podría decir que mi propia existencia (mi noción de mí mismo) es evidencia contra su planteamiento, pero Hume también puede ser alguien que yo imagino y que no estuvo “allá afuera” hace tres siglos. Ustedes, al leer esto, pueden plantearse lo mismo. Yo podría ser no más que un fantasma dentro de vuestra cabeza, no una entidad intelectual distinta de ustedes reflexionando sobre filosofía y ciencia. O también, como Descartes temía (1596-1650) podría ser que yo esté soñando. O ustedes lo estén.No hay respuesta al dilema, pero es posible complicar aún más las cosas: Con el post-modernismo ha ganado popularidad un análisis filosófico de tipo social. Según éste, habría base para pensar que mucho del mundo (en una variante más radical, todo en el mundo) sólo existe en el contexto de una sociedad determinada, no habiendo una naturaleza común “allá afuera” sino un enorme muestrario de “aquí entre nosotros”.En este artículo acepto la concepción científica del mundo. ¿Es un acto de fe? Lo veo más como una hipótesis de trabajo. Aún si el mundo es una ilusión, parece que la ciencia ayuda a encontrar un cierto orden en esta ilusión. Quizás si pudiéramos salirnos de la ilusión veríamos que la ciencia sería tan ficticia como los deportes, el esoterismo o la comida, pero estamos admitiendo que no podemos salir de la ilusión. Ante esto sólo queda optar, sin tener certidumbres y sin olvidar la humildad que esta opción implica.Diremos, entonces, que descubrimos las reglas de la Naturaleza mediante un proceso que combina el uso de la razón con la experimentación. A este proceso lo llamamos ciencia o hacer ciencia. El resultado neto de tal proceso es la producción de teorías científicas, las que resumen afirmaciones científicas acerca del mundo. Decir “si no te vas ahora llegarás tarde a la reunión” es una afirmación; “hoy es seguro que llega mi cheque” es otra; “si aceleramos las partículas lo suficiente, detectaremos nuevas subpartículas” también lo es. En nuestra experiencia cotidiana nos enfrentamos a muchísimas afirmaciones, pero no todas son producidas científicamente ni sirven para hacer ciencia. En los ejemplos de este párrafo las dos primeras afirmaciones son científicas; la tercera no. ¿Cómo reconocerlas? ¿Tiene alguna consecuencia para nosotros no diferenciar claramente las afirmaciones científicas de las no científicas?VerificacionismoHasta el siglo XIX se pensaba que la ciencia debía basarse en afirmaciones verificables. Esto quiere decir que entrarían a formar parte del conocimiento científico aquellas afirmaciones que, por medio de un experimento, pudiéramos probar que eran verdaderas. Por ejemplo se podría formular la teoría “si lanzo esta piedra hacia arriba, tras unos instantes caerá”. Es claramente posible llevar a cabo el experimento y confirmar que la teoría es cierta. En ciencias, sin embargo, importa poco saber qué pasará con una piedra específica en un determinado momento; mucho más importante es tratar de hallar una generalización que nos diga qué pasará con cualquier piedra en cualquier momento. ¿Es posible verificar una afirmación de tal calibre? Hace su entrada el induccionismo. Si lanzo una piedra hacia arriba, después de unos instantes cae; si repito este experimento cien veces, la piedra cae las cien veces. Inducir significa que acepto como cierta, para el futuro, la generalización de una gran cantidad de experiencias pasadas. No me molesto en lanzar la piedra la vez cientouno para decir que en esa ocasión volverá a caer.Aunque hasta cierto punto funciona, la alianza entre verificacionismo e induccionismo tiene sus límites. Para empezar no hay una buena justificación del induccionismo más que el induccionismo mismo (sabemos que el induccionismo ha funcionado hasta ahora y entonces suponemos, por inducción, que seguirá funcionando), lo cual no es ninguna justificación. Pero además penan otras dudas; por ejemplo, ¿cuánto es una “gran cantidad” de observaciones? ¿10? ¿100? ¿1000? ¿Cómo saber si todas las observaciones juntas de la historia de la ciencia no son representativas más que de una pequeñísima parte de la escala temporal de los problemas en estudio? ¿En qué momento, entonces, podemos trazar la línea y comenzar a usar la ciencia para hacer predicciones pues habremos observado suficiente?Además subsiste la duda sobre lo que constituye prueba de una afirmación. Para casos triviales, como la piedra que sube y baja, la prueba es obvia, pero ¿qué pasa en el caso de afirmaciones hechas respecto a asuntos como la historia de los seres humanos? El Manifiesto Comunista (Karl Marx, 1818-1883) parte diciendo: <>. ¿Se puede verificar esta afirmación? Ciertamente. Basta definir claramente lo que entendemos por lucha de clases, y hacer una investigación histórica de cada una de las sociedades humanas que han poblado el planeta (suponiendo que esto sea posible). No sé si alguien ha intentado esta tarea ni si, de haberlo hecho, ha logrado ponerse de acuerdo con otros historiadores en sus conclusiones. Pero del marxismo surgieron también otras afirmaciones, esta vez no hacia el pasado sino hacia el futuro, que resultaron claramente incorrectas a pocas décadas plazo. Los marxistas de la época, en lugar de reconocer el error de las predicciones, matizaron o interpretaron algunos aspectos de ellas una vez que el evento ya había tenido lugar, en un intento por mostrar que, bajo alguna luz, el pronóstico había sido correcto, y por tanto el marxismo no se había equivocado. ¿Por qué este empeño? Política, claro, pero además por una noción que apela a nuestro sentido común: si la teoría explica más, es más valiosa. Una teoría que explique el 90% de los casos es buena, pero una teoría que explique el 99% de los casos es mejor todavía. ¿Cierto? No tanto. Según Popper, ambas son material para el papelero.Falsacionismo.

Para el filósofo vienés Karl Popper (1902-1994)

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