Susana Torrado - Argentina: El Modelo Para No Seguir.
Enviado por sk8mza • 23 de Septiembre de 2013 • 2.902 Palabras (12 Páginas) • 740 Visitas
Ajuste y cohesión social
ARGENTINA: EL MODELO
PARA NO SEGUIR
Susana Torrado*
* Socióloga argentina, se desempeña en la cátedra de Demografía Social,
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.
1. Introducción
Estas reflexiones buscan responder a la pregunta ¿qué nos pasó a los argentinos? desde la perspectiva del bienestar social.
Para ello adoptaremos una perspectiva histórica mostrando las conexiones que existen entre los modelos de acumulación económica, la reproducción de la población -en especial de la fuerza de trabajo (FT)- y los modos de intervención del Estado.
Voy a distinguir los siguientes modelos cuyas características, por razones de espacio, daré por conocidas: agroexportador (1870-1930); industrializadores [justicialista (1945-1955) y desarrollista (1958-1972); aperturista (1976-2002). Trataré en cada momento de situar la Argentina -país periférico- respecto a los países centrales, principalmente Europa.
2. Marco conceptual
En la reproducción de la FT intervienen diversos mecanismos, de los cuales aquí sólo voy a retener dos: a) los utilizados para sufragar el costo de la reproducción; b) los que aseguran el disciplinamiento social que es soporte de la acumulación y la reproducción. La reproducción de la FT tiene tres componentes: la reconstitución cotidiana de la capacidad de trabajo (pagada con el salario directo); el mantenimiento del trabajador en inactividad (enfermedad, vejez); su reemplazo generacional (estos dos últimos pagados con el salario indirecto).
3. Modelo agroexportador
3.1 Países centrales
En Europa, el proceso de industrialización iniciado a fines del siglo XVIII indujo un gran pauperismo urbano. En la visión de las elites dominantes, este pauperismo se definía no sólo por carencias materiales sino también por carencias ‘morales’. El peligro no residía tanto en la amenaza contra la seguridad pública, cuanto en la desocialización del proletariado industrial respecto a la sociedad emergente. Esta situación planteó varios interrogantes: ¿Cómo integrar disciplinadamente las masas desafiliadas de su antigua condición? ¿Qué hacer frente al desamparo de los trabajadores y frente a otros síntomas concomitantes de disociación social (nacimientos ilegítimos, niños abandonados, infanticidios, vagabundeo, masas hambrientas, mortalidad galopante)?
La respuesta fue la delegación de las acciones pertinentes en instituciones filantrópicas financiadas total o parcialmente por el Estado: su objetivo era organizar los servicios colectivos y difundir las técnicas de bienestar y de gestión social indispensables para la reproducción. Estas medidas estaban encaminadas a establecer un poder tutelar sobre los pobres, que asegurara funciones de beneficencia sin la intervención del Estado. Porque la idea-fuerza de las elites liberales era evitar que el socorro social se constituyera en una cuestión de derecho, ya que admitir el derecho a la asistencia (más tarde, el derecho al trabajo) suponía abolir la propiedad privada.
Tutela y Patronato fueron entonces las ideas rectoras de un plan de gobernabilidad de las clases inferiores; una forma de reestructurar el mundo del trabajo a través de un sistema de obligaciones morales; una respuesta a la vez política y no estatal a la cuestión social. En suma, una política social sin Estado.
3.2 Argentina (1870-1930)
En la Argentina agroexportadora, la masiva llegada de inmigrantes -la mayor parte de los cuales procedía de zonas rurales-, así como su prioritaria radicación en las grandes urbes de la región pampeana, se tradujo en una situación que, sino en sus causas, sí en sus manifestaciones, es asimilable a aquella experiencia europea. El liberalismo entonces gobernante se encontró frente a una doble amenaza: a) el aumento del pauperismo urbano, que reclamaba del Estado una mayor asistencia so pena de poner en peligro la propia reproducción poblacional; b) la visibilidad de las desigualdades sociales, que podía impedir organizar en forma disciplinada la inserción social y laboral de las nuevas clases populares. Como en Europa, ambas amenazas se resumían en una sola cuestión: ¿cómo asegurar la reproducción y el disciplinamiento social -base de la integración social- desligando al Estado de cualquier responsabilidad?
En nuestro país se desarrollaron tres vertientes del movimiento filantrópico: el asistencialismo moralizador (focalizado en la virtud del ahorro); la intervención médico-higienista (control de la salud); el patronato o tutela de la infancia (reglamentación de la patria potestad). Surgió, entonces, una multitud de asociaciones -públicas y privadas, confesionales y no-confesionales- cuyo objetivo explícito o implícito fue el de encuadrar a las mujeres y los niños (es decir, a las familias) de los sectores populares urbanos en rígidas pautas de conducta compatibles con la necesidad de crear los individuos aptos para el trabajo subordinado y para la aceptación del orden normativo vigente que requería la sociedad argentina.
Por entonces, en la ciudad de Buenos Aires se clasificaba a los pobres en dos categorías: a) los pobres de solemnidad, cuya condición debía comprobarse mediante un certificado policial que les otorgaba el derecho a la caridad institucional; b) los pobres de segunda categoría, que no estaban registrados y, por lo tanto, no eran reconocidos como candidatos a la asistencia social. La acción filantrópica se centró en la primera categoría.
Esta política fue exitosa visto que, al finalizar la etapa agroexportadora, se habían alcanzado en el país casi todas las metas perseguidas: arraigar, uniformar e integrar la enorme y heterogénea masa de los recién llegados, afianzando al mismo tiempo -con excepción de las prácticas limitativas del número de hijos-, el ideal de familia cristiana enraizado en las capas medias capitalinas anteriores al aluvión extranjero.
4. El Estado de bienestar (EB)
4.1 Países centrales
Ahora bien, en Europa, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, el avance de la industrialización generalizó la relación salarial. Paralelamente, el desarrollo de las organizaciones obreras y de los partidos clasistas, el sufragio universal que concedía ciudadanía política a la clase obrera, la necesidad de preservar un nivel de paz social compatible con la acumulación, llevaron a que las clases dominantes aceptaran una redefinición de la cuestión social, que implicó una redefinición
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