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Venas Abiertas Introduccion


Enviado por   •  21 de Junio de 2014  •  421 Palabras (2 Páginas)  •  197 Visitas

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INTRODUCCIÓN:

CIENTO VEINTE MILLONES DE

NIÑOS EN EL CENTRO DE LA

TORMENTA

La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan

en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos

América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en

que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar v le hundieron

los dientes en la garganta. Pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus

funciones Este va no es el reino de las maravillas donde la realidad derrotaba a la

fábula y la imaginación era humillada por los trofeos de la conquista, los

yacimientos de oro y las montañas de plata. Pero la región sigue trabajando de

sirvienta. Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente y

reserva del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias

primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan consumiéndolos,

mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos. Son mucho más altos

los impuestos que cobran los compradores que los precios que reciben los

vendedores; y al fin y al cabo, como declaró en julio de 1968 Covey T. Oliver,

coordinador de la Alianza para el Progreso, «hablar de precios justos en la

actualidad es un concepto medieval. Estamos en plena época de la libre

comercialización...» Cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se

hace necesario construir para quienes padecen los negocios. Nuestros sistemas de

inquisidores y verdugos no sólo funcionan para el mercado externo dominante;

proporcionan también caudalosos manantiales de ganancias que fluyen de los

empréstitos y las inversiones extranjeras en los mercados internos dominados. «Se

ha oído hablar de concesiones hechas por América Latina al capital extranjero, pero

no de concesiones hechas por los Estados Unidos al capital de otros países... Es que

nosotros no damos concesiones», advertía, allá por 1913, el presidente

norteamericano Woodrow Wilson. Él estaba seguro: «Un país --decía- es poseído y

dominado por el capital que en él se haya invertido». Y tenía razón. Por el camino

hasta perdimos el derecho de llamarnos americanos, aunque los haitianos y los

cubanos ya habían asomado a la historia, como pueblos nuevos, un siglo antes de

que los peregrinos del Mayflower se establecieran en las costas de Plymouth.

Ahora América es, para el mundo, nada más que los Estados Unidos: nosotros

habitamos, a lo sumo, una sub -América, una América de segunda clase, de

nebulosa identificación.

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