Ébola: el virus que asusta al mundo
Enviado por rafade • 1 de Noviembre de 2014 • Informe • 686 Palabras (3 Páginas) • 239 Visitas
ÉBOLA: EL VIRUS QUE ASUSTA AL MUNDO.
En marzo de este año, la joven Safiatou* luchaba a tientas contra el ébola en un centro de tratamiento de Conakry, la capital de Guinea. Seis miembros de su familia se habían unido sucesivamente, todos contaminados con esta enfermedad misteriosa y devastadora.
Tras la visita de un tío enfermo proveniente de otro distrito, su familia fue la primera infectada de la ciudad, y en cuanto su primo escuchó por la radio los síntomas y las advertencias de peligro, le ordenó a todos que fueran a un centro de Médicos sin Fronteras.
La joven llegó al lugar sin entender por qué experimentaba una diarrea, un vómito y una fiebre tan extremos. Desconocía el nombre del mal que la aquejaba y se horrorizaba al ver que, sin una razón clara para ella, a diario sus compañeros de camilla cerraban los ojos para siempre. Era la primera vez que el ébola tocaba territorio guineano.
La mantenía el deseo de salir de allí con vida, pero días más tarde le diría a Louise Annaud, periodista de Médicos Sin Fronteras, que de haber sabido que padecía una enfermedad para la que no existe vacuna ni tratamiento, su esperanza de sobrevivir pudo ser menor.
Tras 13 días de aislamiento y litros de suero para no morir deshidratada, la joven sanó milagrosamente. Se cree que entre 50 y 90 de cada 100 pacientes que portan el virus pueden morir, y la recuperación de la joven era una de las raras excepciones a la ley natural, aunque tres de sus familiares no corrieron con la misma suerte.
Sin embargo, al dejar el centro, el suplicio apenas comenzaba.
En las noticias creció el uso de la palabra ébola: ébola, un extraño virus que llega por primera vez a Guinea. Ébola, una epidemia extremadamente contagiosa. Ébola, una enfermedad de la que pocos se salvan. Ébola, ébola, ébola. Su país ahora colgaba de un hilo llamado ébola.
Los vecinos de Safiatou se enteraron de que la joven sufrió este mal, entonces cerraban las ventanas cuando ella caminaba cerca a sus calles y advertían a los conocidos que si la miraban podían contagiarse del peligroso virus.
El rechazo la volvía añicos, y una madrugada, investigando sobre la enfermedad, terminó de derrumbarse: sintió miedo de sí misma, de habitar dentro de esa piel que estuvo infectada, así que desesperada tomó el teléfono y llamó a Lucy, una enfermera del centro donde había sido internada, para rogarle que la dejara volver al aislamiento. “No eres una persona contagiosa y los que te discriminan no están en lo correcto”, le dijo entonces, según le contó la joven a la reportera.
Louise expresa que para la gente que rodeaba a Safiatou, “ella era como si ella fuese la muerte, como si ella fuese la muerte viva andando por las calles”.
Sin embargo, en su última visita a Guinea, que tuvo lugar en
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